CASTEL GANDOLFO, 1 septiembre (ZENIT.org).-
El cardenal Angelo Sodano ha hecho una invitación a las organizaciones humanitarias, en nombre del Papa, a encontrar nuevas vías de asistencia en el respeto de la soberanía de los Estados.
En un mensaje enviado al Congreso del Instituto Internacional de Derecho
Humanitario, que tiene lugar desde ayer en la ciudad italiana de Sanremo,
el brazo derecho de Juan Pablo II en la guía de la Santa Sede comienza
constatando que la guerra viola los derechos humanos y que los desastres
naturales destruyen con frecuencia el futuro de muchísimas personas. En
ambos casos, el deber de la solidaridad es una obligación que no puede
detenerse en las fronteras de un Estado. Ahora bien, es necesario estudiar
las maneras más adecuadas para facilitar la así llamada «injerencia
humanitaria».
«Frente a los innumerables sufrimientos causados por desastres naturales y
por comportamientos humanos irresponsables –observa el pururado italiano–
no hay conciencia que pueda eximirse del sentimiento de solidaridad que nos
lleva a salvar a todos los que se encuentran en peligro de muerte y a
aliviar la situación de quienes se encuentran en necesidad».
Todos ellos –confirma el secretario de Estado vaticano– «tienen un
derecho fundamental a recibir asistencia», de modo que «quien sea capaz
tiene el deber de ofrecerla», pues «toda persona humana goza de dignidad
inviolable, que es fuente de derechos y deberes».
Tras definir como «alentador» el crecimiento del número y de la eficacia de
las organizaciones humanitarias y de su acción, el cardenal Sodano se
pregunta si el deber de la ayuda se puede conjugar con el respeto de la
soberanía de los Estados. «Dado que la motivación básica de toda acción
humanitaria es el amor por nuestros semejantes que sufren, ¿cuáles son las
condiciones que pueden justificar la violación de las fronteras para llevar
asistencia?».
Ante la dificultad objetiva que existe para ofrecer una respuesta
definitiva a este interrogante, el cardenal pide a los participantes en el
Congreso del Instituto Internacional de Derecho Humanitario que trabajen
para «indicar nuevos caminos a quienes desean seguir valientemente en un
espíritu de solidaridad».