Agradecimiento póstumo de Levinas a la Iglesia por su ayuda a los judíos

Texto inédito del filósofo hebreo perseguido por la persecución nazi

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ROMA, 11 sep (ZENIT.org).- «Querría en modo sencillo relatar cómo, en el curso de los años, mi actitud personal hacia el cristianismo ha sufrido un cierto cambio, precisamente gracias a la lectura de Franz Rosenzweig». Así se expresa Emmanuel Lévinas, el gran filósofo lituano, muerto en 1995, en un texto escrito en 1987 sobre el cristianismo publicado ahora por Jaca Book en italiano con el título «Judaísmo «y» cristianismo».

El filósofo hace un detallado recorrido sobre su evolución personal respecto al cristianismo hasta llegar al tema de la «Shoah», el holocausto. «Aquí –dice Lévinas– surgieron dos evidencias. Sobre todo el hecho de que todos aquellos que participaron en la Shoah habían recibido en su infancia el bautismo católico o protestante: ¡No encontraron en ello ningún obstáculo! Segunda cosa, muy importante: fue en este tiempo cuando se me mostró claramente lo que vosotros llamáis caridad y misericordia. En cualquier lugar donde aparecía una sotana negra había refugio».

«Pienso también que soy deudor de tal caridad –reconoce el filósofo judío–. Debo la vida de mi pequeña familia a un monasterio en el que mi mujer y mi hija se salvaron. Su madre había sido deportada, pero mi mujer y mi hija encontraron refugio y protección en las hermanas de San Vicente de Paul. Lo que les debo sobrepasa la gratitud y el reconocimiento va mucho más lejos».

«Ya antes de la guerra, leyendo a Rosenzweig –relata Lévinas–, he conocido su tesis sobre la posibilidad filosófica de pensar la verdad como apertura hacia dos formas: la judía y la cristiana. Posición extraordinaria: el pensamiento no procede hacia su cumplimiento a través de una sola vía. La verdad metafísica sería posible esencialmente a través de dos expresiones. No siempre estoy de acuerdo con todas las articulaciones del sistema Rosenzweig. No creo que las articulaciones, así como las desarrolla, sean válidas definitivamente. Pero la misma posibilidad de pensar sin compromisos ni traiciones bajo las dos formas, la judía y la cristiana, la de la misericordia cristiana y la de la Torah judía, me ha permitido comprender la relación entre judaísmo y cristianismo en su
«positividad». Puedo decirlo en otros términos: en su posibilidad de diálogo y de simbiosis».

«He acogido –concluye Lévinas– muy positivamente la declaración del Concilio Vaticano II «Nosta Aetate». He comprendido el cristianismo en su «vivir y morir por todos los hombres». Los cristianos atribuyen mucha importancia a lo que llaman fe, misterio, sacramento. A este respecto, os cuento una pequeña historia: Hannan Arendt, algún tiempo antes de su muerte, contaba a la radio francesa que cuando era niña, en su ciudad natal Könisgberg, un día dijo al rabino que le enseñara religión: «He perdido la fe». Y el rabio le respondió: «¿Quién te la pide?». La respuesta es característica. Lo que importa no es la fe sino el «hacer». Hacer significa sin duda un comportamiento moral, pero también el rito. Del resto, ¿creer y hacer son diferentes? ¿Qué significa creer? ¿De qué está hecha la fe? ¿De palabras? ¿De ideas? ¿De convicciones? ¿Con qué creemos? ¡Con todo el cuerpo! ¡Con todos mis huesos (Salmo 35,10)! El rabino quería decir: «Actuar bien es creer». Esta es mi conclusión».

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ZENIT Staff

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