CIUDAD DEL VATICANO, 19 sep (ZENIT.org).- Habría preferido una vida «retirada», pero Cristo encendió su corazón de amor por los que no tenían nada ni espiritual ni materialmente hasta hacer de él un maestro de fe y caridad en la Francia de inicios del siglo XVII. Con esta carga plástica describe Juan Pablo II a san Vicente de Paúl en un mensaje enviado con motivo del cuarto centenario de su ordenación sacerdotal.
Vicente nació en el año 1581 en Aquitania (Francia). Ordenado sacerdote ejerció su ministerio en París. Se distinguió sobre todo por la organización y desarrollo de misiones populares, por la atención a las vocaciones sacerdotales y por el servicio a los pobres. El 23 de septiembre de 1600, fundó la Congregación de las Misiones, también conocida como los Lazaristas y, en 1663 fundó, junto con Santa Louise de Marillac, las Hijas de la Caridad.
En la carta, Juan Pablo II recuerda que «la preocupación más grande» de San Vicente, que «sigue siendo actual» era «el anuncio de la Buena Nueva a los más indefensos desde el punto de vista material y espiritual. Para él era evidente que la evangelización es una responsabilidad que concierne a todos los bautizados, a toda la Iglesia. Con laicos, hombres y mujeres, emprendió sus primeras grandes obras. Pero, rápidamente, se dio cuenta de que los beneficios de la misión no podían durar si la llama no era alimentada por sacerdotes entregados e instruidos».
«Vicente de Paúl --añade el obispo de Roma-- nos invita a mirar con ojos nuevos a la misión en el mundo de hoy. ¡Que sacerdotes y laicos salgan cada vez con más decisión al encuentro de los hombres y mujeres de nuestra época para anunciar el Evangelio y que lo hagan mediante una colaboración generosa y un apoyo mutuo constante, respetando la propia vocación! ¡Que los cristianos formen comunidades vivas, abiertas a todos, en particular a los más indefensos y marginados!».
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Sep 19, 2000 00:00