BUJUMBURA/CIUDAD DEL VATICANO, 4 oct (ZENIT.org).- Un misionero laicos italiano, el hermano Antonio Bargiggia, de 43 años, fue asesinado ayer en Kibimba, localidad situada a unos 70 kilómetros de la capital de Burundi, Bujumbura.
En la audiencia general concedida esta mañana a los peregrinos, Juan Pablo II expresó su dolor al recibir la trágica noticia y aseguró sus oraciones.
A los 20 años, Antonio había decidido empeñar su vida a favor de Burundi. Pertenecía a la asociación religiosa de Milán «Amigos de los Pobres».
«No aceptaba regalos, daba todo a quien tenía necesidad y sólo llevaba ropas usadas. No había un muchacho más bueno que él», dice entre lágrimas la madre de Antonio, en su casa de Dervio, sobre el lago de Como.
Murió ayer en una carretera de Burundi, a causa de un disparo a quemarropa. Dos de los presuntos asesinos han sido ya capturados. Según informaciones de fuentes locales, dadas por la agencia misionera Misna, el auto en el que viajaba Bargiggia se tuvo que parar ante un obstáculo imprevisto. Detrás de la barrera había cuatro hombres, algunos con uniforme militar. Uno de ellos se acercó al coche apoyó el cañón del fusil en el rostro del religioso y disparó. Los asesinos tiraron fuera del auto el cuerpo del religioso después de quitarle las sandalias y el reloj.
En Burundi actúan muchas organizaciones armadas, gubernamentales y antigubernamentales, grupos más o menos organizados de bandidos, en un contexto de guerra civil, con fondo étnico, en la que se oponen los hutus y los tutsis y que en los últimos siete años ha provocado la muerte de decenas de miles de personas.
«Era una persona exquisita –dice de él el padre Cesare Volonté, quien trabajó con él durante años– con una disponibilidad y una caridad excepcionales. Vivía entre los pobres y por los pobres. Era capaz tanto de ponerse a cavar como de curar a un leproso».
«El hermano Antonio sonreía siempre porque era una persona de especial sensibilidad y era muy querido de la gente. Nunca había recibido una amenaza, más bien –relatan sus compañeros de «Amigos de los Pobres» de Milán– su presencia de caridad hacia los enfermos, leprosos, los últimos, le hacía ser amado por todos porque era amigo de todos».
El hermano Antonio había vivido en Burundi durante 20 años, primero en Mutoi donde aprendió Kirundi, la lengua oficial del país, y luego durante nueve años en el área de Buterere, al norte de Bujumbura. Durante los últimos tres años era director de proyecto en Buterere II para el Servicio
Jesuita a los Refugiados (SJR) de Burundi, informa el SJR. Un proyecto que pretende ayudar a los más vulnerables, enfermos de sida y población desplazada. Acostumbraba visitar la prisión de Rumonge regularmente y también a los heridos del hospital militar de Bujumbura.
La violencia en Burundi se ha intensificado tras un intento frustrado de firmar un cese al fuego en Nairobi el mes pasado. Fuentes de organizaciones no gubernamentales en Burundi informan que «la situación está empeorando día a día desde que fracasó el intento de alcanzar un cese al fuego, especialmente en el sur del país y al norte de la capital, Bujumbura».