Era la primera vez que un obispo de Roma visitaba un país de mayoría ortodoxa. La impresionante acogida popular y la apertura demostrada por la Iglesia ortodoxa rumana abrieron horizontes hasta entonces inesperados en el diálogo entre católicos y ortodoxos, que atraviesa un momento delicadísimo desde el derrumbe de la Unión Soviética.

En el encuentro, que duró unos quince minutos, el presidente regaló al Papa un estupendo icono de la Virgen dos metros de alto y uno de ancho. El Papa correspondió ofreciendo a Costantinescu un bajorrelieve en bronce en el que se representa a María.

Se espera que pronto venga a Roma el patriarca ortodoxo rumano, Teoctist, a quien el Santo Padre ha invitado explícitamente para agradecerle la acogida.