ROMA, 13 oct (ZENIT.org).- Juan Pablo II hizo confesiones inéditas esta mañana sobre los años de juventud, en los que, en plena dominación nazi, siendo seminarista, trabajaba en la fábrica Solvay de Cracovia: allí descubrió, el papel que tiene María en su vida y en la de todo cristiano.
El pontífice abrió su corazón a las confidencias al recibir a los participantes en el VIII Coloquio internacional de mariología, organizado en Roma. El encuentro ha servido para lanzar de manera oficial la petición al Papa para que declare doctor de la Iglesia a Luis María Grignion de Montfort (1673-1716), uno de los clásicos de la espiritualidad cristiana, de quien el Papa ha tomado prestado el lema de su pontificado: «Totus Tuus» («Todo tuyo»).
En aquellas circunstancias trágicas para Polonia, evocó el Papa Wojtyla: «Leí y releí muchas veces y con gran provecho espiritual este precioso libro ascético de portada azul, que se había manchado de sodio».
Leyendo este texto, explicó, el joven seminarista comprendió que la presencia de María en la vida espiritual de un cristiano no está en competencia con la persona de Cristo, sino que deriva de él y está a su servicio.
«Entonces comprendí que no podía excluir a la Madre del Señor de mi vida sin desantender a la voluntad de Dios-Trinidad –aclaró–, que ha querido comenzar y cumplir los grandes misterios de la historia de la salvación con la colaboración responsable y fiel de la humilde Sierva de Nazaret».
Juan Pablo II subrayó, de este modo, cómo Grignon de Monfort invita a vivir una espiritualidad que estimula a entregarse con decisión completa y conscientemente a Cristo y, mediante Él, al Espíritu Santo y al Padre.
Continuando con sus confidencias, el Papa explicó por qué escogió como lema de episcopado y pontificado las palabras «Todo tuyo», un acto de entrega a María: «Al repetirle cada día «Totus tuus», y al vivir en sintonía con ella, se puede llegar a la experiencia del Padre en la confianza y en el amor sin límites, a la docilidad al Espíritu Santo y a la transformación de sí según la imagen de Cristo».
Como recordó el obispo de Luçon, monseñor François Garnier, en su saludo al Papa, Juan Pablo II, durante su visita a Vandea, el 9 de septiembre de 1996, fue a Saint Laurent sur Sevre para a rezar ante la tumba de san Luis María Grignon de Monfort. La influencia de este personaje en su pensamiento ya había quedado clara también en la encíclica «Redemptoris Mater». El mismo monseñor Garnier, al saludar al Papa en nombre de las tres congregaciones religiosas que fundó este santo, pidió oficialmente que sea proclamado doctor de la Iglesia.
Doctor de la Iglesia es un título que otorga el Papa o un concilio ecuménico a ciertos santos para reconocerlos como eminentes maestros de la fe para los cristianos de todos los tiempos. En la actualidad hay 33 doctores, entre los que se encuentran 3 mujeres (santa Teresa de Ávila, santa Catalina de Siena y santa Teresa de Lisieux).
En estos momentos, según ha revelado el postulador de oficial de la causa, el padre Battista Cortinovis, a los micrófonos de «Radio Vaticano», la Congregación para las Causas de los Santos está consultando a la Congregación para la Doctrina de la Fe la conveniencia de hacer un pronunciamiento de esta importancia. La Congregación que dirige el cardenal Joseph Ratzinger ha nombrado a una comisión de consultores quien, en un determinado período de tiempo, tendrán que dar una respuesta. Si el parecer es positivo, la Congregación para las Causas de los Santos preparará una «positio», es decir, toda la documentación necesaria para demostrar la eventual proclamación. En ese momento, al Santo Padre le corresponderá tomar la última decisión.
Luis María Grignon de Monfort fue beatificado por León XIII y canonizado por Pío XII.