Murió el padre Gino Montanari, el «incondicional del Papa»

Amigo del pontífice no se perdía una audiencia general

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FAENZA, 19 oct (ZENIT.org).- El lunes pasado falleció el padre Gino Montanari, un sencillo sacerdote italiano de la diócesis de Faenza que asistía a todas la audiencias generales de Juan Pablo II hasta el punto de convertirse en gran amigo suyo.

Al final de una de estas audiencias, al ver a su viejo amigo, el pontífice exclamó con ironía: «Sin el padre Gino ya no se puede hacer una audiencia del miércoles en San Pedro».

El viejo sacerdote siempre se hacía presente gritando con voz potente en el dialecto de la región italiana de Romaña «Viva e Pèpa» («Viva el Papa»).

El padre Gino Montanari había llegado al récord de mil audiencias papales. Murió en su ciudad, Faenza, a la edad de 85 años, de los que 53 fue capellán de la residencia de ancianos de aquella ciudad.

Era muy amado especialmente por los jóvenes «porque era sacerdote de cuerpo entero y testigo de fe inquebrantable en Dios, en la Iglesia y en el Papa», subrayaron ayer en el funeral el cardenal y amigo Pio Laghi y el obispo local, Italo Castellani.

«El padre Gino –ha escrito el cardenal Achille Silvestrini– ha sido un verdadero don de Dios a la diócesis y a la Iglesia universal.

¿De dónde nacía esta desmesurada pasión de ver y escuchar al Papa en vivo, tanto que en el Vaticano se había convertido en un personaje (entre otras cosas su parecido con el Papa había provocado divertidas anécdotas)? «Su amor evangélico por el Papa –responde el padre Giordano Mondini– se explica por el hecho de que el padre Gino ha puesto siempre en el primer lugar el amor por la Iglesia. Así lograba hablar de las verdades de la fe y del Papa incluso con los no creyentes, en dialecto, italiano y latín».

El padre Gino iba a la audiencia del miércoles, ya desde tiempos de Pablo VI, todas las semanas, para ponerse al día, decía «directamente a través de la voz del vicario de Cristo».

Con Juan Pablo II la frecuencia aumentó porque el Papa apreciaba «la fe inquebrantable y la desmesurada humanidad» de este sacerdote.

La primera vez que sintió aquél grito del padre Gino en dialecto el Papa preguntó quién era aquél sacerdote «extranjero». Cuando se acercó a él le pregunto: «Qué hace en su diócesis». Y el padre Gino le respondió: «Sirvo al Señor en los ancianos en el cuerpo, como yo, y en los jóvenes en el alma, como nosotros, Santidad». Un abrazo selló la amistad.

Cuando el pasado lunes el Papa (con el que el padre Gino tenía una abundante correspondencia) supo la noticia, se retiró en oración en su capilla privada. Para los funerales, envió un mensaje y la bendición apostólica a través del cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano.

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ZENIT Staff

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