ROMA, 24 oct (ZENIT.org).- El «embajador» de Juan Pablo II ante las Naciones Unidas pide un mayor compromiso práctico para luchar contra el tráfico (legal o ilegal) de las armas ligeras, que en ocasiones acaban cayendo en las manos de los mismos niños.
El llamamiento del prelado, lanzado a través de las ondas de «Radio Vaticana», tiene lugar en la Semana de las Naciones Unidas, que se celebra del 24 al 30 de octubre, para luchar contra estos instrumentos, pequeños pero mortales, difundidos tanto en países pobres en guerra como en países ricos con leyes liberales en esta materia.
Los datos al respecto hacen pensar: en todo el mundo las armas ligeras provocan cada año cerca de 300.000 víctimas mortales, en su mayoría civiles, una impresionante cifra que da una media de un muerto cada dos minutos.
«Se trata de una amenaza contante y fundamental», ha explicado Kofi Annan, secretario general de la ONU, al presentar una película realizada por esa institución para documentar este drama, que se inserta sobre el todavía más amplio y devastador de los conflictos armados en el mundo. Actualmente permanecen cuarenta: 16 en Africa, 14 en Asia, 6 en Medio Oriente, 2 en Europa y 2 en América.
En la reciente Cumbre del Milenio, las naciones participantes se comprometieron, en línea de principios, a cooperar para detener este terrible comercio pero, como ha recordado el mismo Annan, las soluciones milagrosas no están nunca al alcance de la mano. De aquí la necesidad de sensibilizar cada vez más a la opinión pública sobre esta plaga humanitaria. Algo en lo que insiste el mismo arzobispo Renato Martino, en sus declaraciones a «Radio Vaticana».
«La gran disponibilidad de las armas pequeñas y ligeras contribuye a la intensificación de los conflictos, incrementando su carácter letal y la duración de la violencia –explica el arzobispo–. Se crea así un círculo vicioso, porque el sentido de inseguridad a su vez crea una mayor petición de armas ligeras. Y es una vergüenza todavía mayor el hecho de que estas pequeñas armas puedan ser obtenidas fácilmente incluso por niños, que han sido hechos esclavos y obligados a combatir por las diversas facciones en conflicto».
En relación al peligro de estas armas ligeras, en el 2001, Naciones Unidas ha convocado una Conferencia sobre el argumento: «El tráfico ilícito de las armas ligeras en todos sus aspectos nocivos para la paz». ¿Cuál es el compromiso de la Santa Sede ante esta conferencia?
«La Santa Sede le ha dado y le dará pleno apoyo –responde el prelado–, en la esperanza de que pueda contribuir a desarrollar y reforzar el empeño internacional para prevenir, combatir y eliminar el tráfico ilícito de armas ligeras. Las normas y las medidas internacionales deben ser mejoradas, pero lo que cuenta es la voluntad política internacional de detener el tráfico de armas, ya sea lícito o ilícito».
«Los estados tienen el deber de ejercer su responsabilidad por lo que se refiere a la exportación, importación, tránsito y transferencia de las armas ligeras –concluye monseñor Martino–. Nuestra esperanza es que la comunidad internacional quiera mantener la promesa contenida en la Declaración del Milenio: la que se refiere a «emprender acciones concertadas para poner fin al tráfico ilícito de las pequeñas armas y de las armas ligeras, en especial haciendo las transferencias de armas más transparentes y apoyando las medidas regionales para el desarme»».