El Papa explica por qué presenta a Tomás Moro como patrono de los políticos

El mundo político y administrativo necesitan «modelos creíbles»

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CIUDAD DEL VATICANO/MADRID, 31 oct (ZENIT.org).- A partir de hoy, los políticos y gobernantes del mundo entero cuentan con un patrono en el que pueden encontrar motivo de inspiración. Se trata de santo Tomás Moro, el canciller de Inglaterra que fue asesinado por el Enrique VIII por negarse a prestar el juramento de fidelidad al rey, que se había proclamado jefe de la Iglesia en Inglaterra.

Juan Pablo II ha hecho hoy oficial el anuncio al firmar y publicar una carta apostólica en la que explica, además, los motivos que le han llevado a tomar una decisión tan significativa en este momento de búsqueda de referencias políticas que ha sucedido a la caída del Muro de Berlín.

Petición de jefes de Estado y Gobierno
Ante todo, el pontífice, aclara que toma esta decisión en respuesta a peticiones que le han presentado «recientemente, algunos jefes de Estado y de Gobierno, numerosos exponentes políticos, algunas Conferencias Episcopales y obispos de forma individual».

«Entre los firmantes de esta petición –aclara en la carta– hay personalidades de diversa orientación política, cultural y religiosa, como expresión de vivo y difundido interés hacia el pensamiento y la conducta de este insigne hombre de gobierno».

La decisión del Papa tiene lugar en el contexto del Jubileo de los parlamentarios y gobernantes que se celebrará en Roma este próximo fin de semana.

Modelo creíble de verdad
El Papa reconoce que hay muchos los motivos por los que ahora toma esta decisión. Ahora, bien, ante todo, quiere recalcar «la necesidad que siente el mundo político y administrativo de modelos creíbles, que muestren el camino de la verdad en un momento histórico en el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades».

«En efecto –añade el mensaje pontificio–, fenómenos económicos muy innovadores están hoy modificando las estructuras sociales. Por otra parte, las conquistas científicas en el sector de las biotecnologías agudizan la exigencia de defender la vida humana en todas sus expresiones, mientras las promesas de una nueva sociedad, propuestas con buenos resultados a una opinión pública desorientada, exigen con urgencia opciones políticas claras en favor de la familia, de los jóvenes, de los ancianos y de los marginados».

En este contexto, considera el pontífice, «es útil volver al ejemplo de santo Tomás Moro que se distinguió por la constante fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente porque en las mismas quería servir no al poder, sino al supremo ideal de la justicia».

Gobierno al servicio de los débiles
La gran lección del canciller inglés está ahí: «Su vida nos enseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes. Convencido de este riguroso imperativo moral, el estadista inglés puso su actividad pública al servicio de la persona, especialmente si era débil o pobre; gestionó las controversias sociales con exquisito sentido de equidad; tuteló la familia y la defendió con gran empeño; promovió la educación integral de la juventud».

La carta de Juan Pablo II recoge los momentos más significativos de la impresionante carrera política de Tomás Moro, así como de los dramáticos acontecimientos que acabaron con su vida.

Ascenso político
Nacido en Londres en 1478, era un hombre de gran cultura. De hecho, el Papa recuerda que era amigo de los protagonistas de la cultura renacentista, como por ejemplo Erasmo de Rotterdam. Era conocido por su humor desbordante. Su casa era siempre un jaleo de niños, yernos, nueras, nietos jóvenes en búsqueda de su vocación (tras la muerte de su primera mujer, Juana Colt, de la que tuvo cuatro hijos, se casó con Alicia Middleton, viuda con una hija).

En 1504, en tiempos del rey Enrique VII, fue elegido por primera vez para el Parlamento. En 1523 llegó a ser portavoz, es decir, presidente de la Cámara de los Comunes y en 1429 Enrique VIII le nombró canciller del Reino. Fue el primer laico en ocupar este cargo.

Dimisión
En 1532, al no querer dar su apoyo al proyecto de Enrique VIII que quería asumir el control sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión. Se retiró de la vida pública aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de muchos que, en la prueba, se mostraron falsos amigos. Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso contra su propia conciencia, el rey, en 1534, lo hizo encarcelar en la Torre de Londres dónde fue sometido a diversas formas de presión psicológica.

Proceso y muerte
Durante el proceso al que fue sometido, pronunció una apasionada apología de las propias convicciones sobre la indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio jurídico inspirado en los valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante el Estado. Condenado por el tribunal, fue decapitado.

Tras presentar el modelo de hombre y de santo del canciller inglés, Juan Pablo II reconoce: «Confío, por tanto, que la elevación de la eximia figura de santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos ayude al bien de la sociedad. Ésta es, además, una iniciativa en plena sintonía con el espíritu del Gran Jubileo que nos introduce en el tercer milenio cristiano».

Proclamación solemne
De este modo, en el último párrafo de la carta, el pontífice pasa a escribir la formulación solemne: «Por tanto, después de una madura consideración, acogiendo complacido las peticiones recibidas, constituyo y declaro patrono de los gobernantes y de los políticos a santo Tomás Moro, concediendo que le vengan otorgados todos los honores y privilegios litúrgicos que corresponden, según el derecho, a los patronos de categorías de personas».

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ZENIT Staff

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