En esos momentos «se nos encogía el alma de profundo dolor y nuestra oración se dirigía angustiada y esperanzada al Señor de la vida y de la muerte». Ese atentado, «que se sumaba a la larga y prolongada serie de actuaciones terroristas que tanto han hecho sufrir en las dos últimas décadas al pueblo de Madrid» suponía, según el cardenal, una llamada de todos a ofrecer nuestro apoyo y solidaridad.

«Se nos pide la oración que no podemos abandonar ni interrumpir ante la permanente amenaza terrorista», y también «la vigilante y decidida colaboración ciudadana con todos los responsables de la seguridad y el bien público» para prevenir y neutralizar los planes y acciones de los terroristas.