PALERMO, 27 nov (ZENIT.org–AVVENIRE).- El cardenal Salvatore De Giorgi, arzobispo de Palermo (Italia), acaba de regresar de una visita al patriarca ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé I, con el que ha mantenido una cordial entrevista y un intercambio de regalos.
Durante cuatro días el purpurado católico, ha podido sumergirse en la vida de este patriarcado con sede en Fanar-Estambul (Turquía) y que ocupa el primer puesto de honor entre las Iglesias ortodoxas. Cuenta tan sólo con unos 3.500.000 fieles.
En esta entrevista, el cardenal De Giorgi hace un balance de su visita.
–Eminencia, ¿por qué ha ido a encontrarse con Bartolomé I en el año jubilar?
–Cardenal De Giorgi: He acogido con interés y agrado la invitación del patriarca, que me presentó a través de una delegación enviada a Palermo y presidida por el metropolitano de Italia
Gennadios. Tras Milán, Florencia y Venecia, el patriarca ha querido encontrarse también con Palermo. Es el signo de que, como afirma el Papa en la encíclica ecuménica «Ut unum sint», con el Concilio Vaticano II «la Iglesia católica se ha comprometido de modo irreversible a recorrer el camino de la búsqueda ecuménica» y que hace falta conocerse mejor para poder caminar más fácilmente juntos.
El momento jubilar es el más favorable: si no podemos estar más unidos, podemos al menos estar menos divididos.
–Los muchos gestos ecuménicos realizados por el patriarca Bartolomé I demuestran una voluntad de proseguir el diálogo. ¿Con qué espíritu los ha vivido?
–Cardenal De Giorgi: Por ambas partes emerge que ser uno es más urgente que nunca. Los ortodoxos nos han tratado con gran cordialidad y respeto. Pusieron a un metropolitano y a un diácono a nuestra disposición todos los días para guiarnos en las visitas a los lugares recorridos. Nos han hecho muchas preguntas sobre la Iglesia católica y, por sus palabras, hemos conocido directamente su modo de pensar.
He vuelto con la mente más serena, tras haberles visto de cerca. Todos, empezando por el patriarca, ven con mucho respeto el ministerio apostólico, el magisterio de Juan Pablo II, y sobre todo, el impulso que da al camino ecuménico. Bartolomé I me ha dicho que lleva siempre en el corazón el recuerdo del encuentro con el Papa, que tuvo lugar hace cinco años, y que el pontífice le ha regalado recientemente un grabado representando la Ultima Cena. También esto es un signo de cariño y de respecto por él
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–Pero las diferencias permanecen…
–Cardenal De Giorgi: Indudablemente. Me ha parecido poco relevante el papel de los laicos y sobre todo de la mujer. Han escuchado nuestras experiencias al respecto y el patriarca ha acogido con interés la invitación que le he dirigido, también en nombre de los otros obispos sicilianos, a estar presente en el IV Congreso de las Iglesias de Sicilia, que afrontará justamente el tema del laicado.
–¿Como vive en Constantinopla la comunidad católica?
–Cardenal De Giorgi: He ido a Turquía sin olvidarme de los católicos. Me he reunido con ellos tras la celebración de la Eucaristía en la catedral del Espíritu Santo, administrada por los salesianos. Están presentes con escuelas y obras asistenciales, llevadas adelante con grandes sacrificios pero también con fuertes motivaciones. He visitado una comunidad de religiosas de nueve nacionalidades, que viven en sonriente comunión. He encontrado a fieles de todas partes de Italia que participan en la misa dominical, el momento más significativo de su pertenencia a la Iglesia católica. Me he entrevistado con el nuncio y el vicario apostólico, y hemos hablado de la situación de los fieles católicos. He tenido así la posibilidad de visitar los lugares en los que vivió Juan XXIII como delegado apostólico en Turquía y Bulgaria: pude celebrar con su báculo.
–¿Cómo se recuerda su figura en Turquía?
–Cardenal De Giorgi: La noticia de la reciente beatificación del Papa Juan ha sido acogida con alegría porque –dicen– amó mucho Turquía. La calle en la que está la Nunciatura, por ejemplo, le será dedicada por decisión del Gobierno.