CIUDAD DEL VATICANO, 20 dic 2000 (ZENIT.org).- La Navidad, que ya toca a las puertas, será una Navidad muy «especial», advirtió esta mañana Juan Pablo II. Será «la Navidad de los dos mil años de Cristo: un «cumpleaños» importante».
El pontífice, en su última audiencia general del año 2000, al encontrarse con veinte mil peregrinos, que animaron el encuentro con gaitas y violines, ilustró el misterio que revivirán en estos días los millones de cristianos esparcidos por todo el planeta: «En una mísera gruta, contemplamos a un Dios que por amor se hace niño».
El pontífice no cayó en el tópico de criticar el consumismo típico de estos días, fue mucho más allá: «El gran Jubileo, que estamos celebrando –dijo–, nos invita a abrir el corazón a quien nos abre de par en par las puertas del Reino de los cielos».
La condición
Esta es, por tanto, según el Papa la auténtica Navidad: Dios que viene a nuestros corazones. Una experiencia que requiere una condición indispensable: «una actitud de oración intensa y confiada».
La consecuencia
Ahora bien, si los cristianos acogen de verdad a Cristo en su interior, el mundo necesariamente tendrá que cambia, añadió, Juan Pablo II: «Hacerle espacio en nuestro corazón exige un serio compromiso para convertirse a su amor».
Cristo da «a quien le acoge la alegría; a los pueblos la reconciliación y a la paz». Por eso, concluyó, la Navidad debe reavivar en cada cristiano «la voluntad de convertirse en un constructor activo y valiente de la civilización del Amor».