ROMA, 22 dic 2000 (ZENIT.org–AVVENIRE).- El prior de la comunidad ecuménica de Bose, Enzo Bianchi, comenta, en esta entrevista, en qué ha consistido, a partir del Concilio Vaticano II, la renovación de la Curia vaticana, a la que ayer se dirigió el Papa en su tradicional encuentro anual.
Enzo Bianchi (nacido en Castel Boglione, Italia, 1943), biblista, es experto en el misticismo y oración en las diferentes tradiciones litúrgicas cristianas. Además de fundar una comunidad monástica decisiva en el diálogo ecuménico con la Iglesia ortodoxa, en Bose, pequeño pueblo del Piemonte italiano, es director de la revista bíblica publicada «Palabra, espíritu y vida» («Parola, Spirito e Vita», publicada en italiano).
–En su discurso, el Papa habla de la Curia como una «comunidad especial» en la que se debe «respirar santidad», extraña a toda forma de «competición y de arribismo». ¿Cómo ve usted estas palabras?
–Enzo Bianchi: Creo que son necesarias e importantes. Sabemos por la historia que un organismo, puesto junto a un ministerio como el de Pedro, que es de comunión y de servicio a la unidad de la Iglesia, puede sentir en ocasiones la tentación de la burocracia, de la carrera, del poder. Y por tanto, me parece muy significativo que el Papa recuerde que el ministerio de la Curia, delicadísimo e importante junto al de Pedro, debe llevar el signo de la santidad de vida. Una vez más hemos podido ver cómo el Papa concibe su ministerio como un servicio al Evangelio, y no como otro interés.
–La «Pastor Bonus», hace doce años, emprendió en línea con el Concilio lo que fue definido el «cambio pastoral» de la Curia romana. ¿Piensa que hoy son visibles aquellos frutos?
–Enzo Bianchi: Creo que el viento del Evangelio sopla dentro de la Curia romana y que se da efectivamente la posibilidad de un servicio transparente, de un verdadero servicio a la comunión de la Iglesia, y no simplemente un servicio que permite una trayectoria de carrera. Los signos se pueden ver. Del Concilio en adelante, la renovación ha tocado a las diversas curias de la Iglesia, también la romana. Hay que reconocerlo con claridad.
–Y sin embargo se oyen y se leen todavía muchas críticas. ¿No cree que muchas de ellas hablan todavía de una visión «antigua» de la Curia?
–Enzo Bianchi: En parte, sí. En cierto aspecto, que haya críticas puede casi ser un signo positivo, quiere decir que hay muchas expectativas en torno a este organismo. Puede suceder efectivamente que hombres de Curia no acierten en los modos, en los tonos, en los tiempos; pero yo no me asombraría de esto. Lo importante es que resuene constantemente dentro de la Curia esta exigencia del Evangelio, de transparencia y servicio.
–Durante el Jubileo, el Papa ha realizado muchos gestos públicos de reconciliación. ¿No cree que esta pueda ser la ocasión para que también los observadores externos, tal vez demasiado ásperos, aprendan a mirar a la Curia con una menor dependencia de ciertos estereotipos?
–Enzo Bianchi: Ciertamente, todos tenemos que convertirnos en todo momento. Pero en este itinerario es necesario que haya también una mayor comunicación entre el centro y las Iglesias particulares. En efecto, en la medida en que aumenta tal comunicación se ayuda a ver con más objetividad el servicio que la Curia romana realiza en el centro de la unidad y de la comunión.
–En un pasaje de su discurso, el Papa testimonia la propia experiencia cotidiana en la que muestra que el ministerio petrino está fundado en la oración. En este deber de cercanía al Papa, ¿cuáles son los deberes propios de la Curia y cuáles son los deberes de toda la comunidad?
–Enzo Bianchi: Es importante rezar por el ministerio de Pedro. Lo pidió el mismo Jesús, proponiendo de hecho su oración por Pedro como una intercesión necesaria para la Iglesia. También en los «Hechos de los Apóstoles» nos dicen que, mientras Pedro estaba en prisión, la Iglesia seguía dirigiendo su intercesión continua a Dios. Por tanto, toda la Iglesia está comprometida a rezar por él. Por eso, tanto más lo debe estar quien está cercano al Papa, y lo ayuda en su servicio. Estas personas deben vivir en un clima de santidad, de oración continua. Porque de este ministerio depende en gran medida la unidad de la Iglesia y la comunión entre los cristianos. De ello depende la esencia misma de la Iglesia.