VITORIA, 14 enero 2001 (ZENIT.org).- 50.000 personas, según los organizadores, asistieron ayer en Vitoria al encuentro interdiocesano por la paz, iniciativa conjunta y sin precedentes de los obispados de San Sebastián, Bilbao, Vitoria y Pamplona-Tudela.
La concentración, bajo el lema «Entre todos, paz para todos», englobó a hombres y mujeres de todas las tendencias políticas, que acudieron a Vitoria a rezar por el fin del terrorismo y la violencia.
Durante el acto, se leyó un mensaje del Papa, en el que destaca que «por encima de todo, es necesario levantar, una vez más, la voz a favor del valor de la vida, de la seguridad, de la integridad física, de la libertad», insistiendo en que «no se puede invocar la paz y despreciar la vida».
El obispo de Roma aboga por que «se restablezca el entendimiento justo y concorde entre los hombres, las familias y pueblos en el País Vasco, en Navarra y en toda la querida nación española, profundamente afectada por la crudeza de la situación presente a causa de la violencia terrorista que se prolonga desde hace años».
En su mensaje, hace referencia a que «en una sociedad marcada por fuertes tensiones», las Iglesias «particulares de los territorios que desgraciadamente padecen con tanta frecuencia la herida del terrorismo tienen la misión de promover la unidad y la reconciliación, rechazando todo tipo de violencia, de terror y de chantaje, pues con esas tristes situaciones es toda la sociedad la que sufre».
Asimismo, añade que «las comunidades cristianas han de ser lugares privilegiados de acogida y de compromisos generosos con la paz auténtica, contribuyendo a remover obstáculos, a derribar muros, a favorecer iniciativas y proyectos en colaboración y diálogo social con tantas personas y grupos interesados en alcanzarla».
El mensaje del pontífice concluye con una referencia especial a los jóvenes a los que pidió en euskera y castellano que, «rechazando la violencia, sed amigos de la paz, orantes por la paz y constructores de la paz». Expresó su anhelo de que «Dios misericordioso conceda la paz social al País Vasco, a Navarra, a toda España».
Ese mismo día, en un discurso pronunciado a los embajadores acreditados ante la Santa Sede, Juan Pablo II recordó: «Más cerca de nosotros debo mencionar –¡y con cuánta tristeza!– los atentados terroristas que siembran la muerte en España, hieren a todo el país y humillan a Europa entera, que busca su propia identidad».
Uno de los momentos más significativos de la concentración acaeció cuando monseñor Fernando Sebastián, obispo de Pamplona, hizo lectura de un comunicado, escrito conjuntamente por todos los obispos de las diócesis vascas y Navarra.
«Creemos en la fuerza pacificadora de la verdad –dice el documento–. Rechazamos la mentira como estrategia, y la manipulación de la verdad al servicio de los intereses políticos. Nosotros apostamos por la virtud liberadora de la verdad»
De este modo, los obispos del País Vasco y Navarra confirman su confianza en «la necesidad del diálogo para buscar vías de entendimiento y de paz estable. Necesitamos y queremos que los representantes políticos dialoguen y busquen juntos el bien de todos. Nosotros nos comprometemos a promover un clima social de diálogo, que nazca del respeto y de la escucha mutua».
Por su interés, ofrecemos el texto íntegro del mensaje.
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1. Dios quiere que vivamos en paz. La paz es posible también entre nosotros. La queremos ya ahora. Una paz hecha entre todos y para todos. No queremos que nadie la impida o la retrase. Nosotros nos comprometemos a trabajar por la paz en la verdad, en la justicia y en el amor.
¡Señor, que donde haya injusticia, nosotros pongamos paz!
2. Amamos la vida como don sagrado de Dios y primer derecho del hombre, sea quien sea y esté donde esté. No queremos que nadie mate a nadie. Pedimos a ETA que deje definitivamente las armas. Nosotros nos comprometemos a defender la vida de toda persona.
¡Señor, que donde haya muerte, nosotros pongamos vida!
COMPROMISO CON LOS QUE SUFREN
3. Recordamos ante Dios, Padre de todos, a cuantos han muerto víctimas de la violencia, aquí entre nosotros o lejos de este pueblo. Son para nosotros seres muy queridos. Nos comprometemos a estar cerca de cuantos lloran su muerte. También de quienes viven hoy acosados por el miedo, las amenazas o la extorsión.
¡Señor, que donde haya sufrimiento, nosotros pongamos amor!
4. Pedimos también a Dios por quienes, provocando muertes, terror y destrucción, están causando tanto daño. No han dejado de ser hijos de Dios y hermanos nuestros. Los queremos tener entre nosotros construyendo una sociedad mejor, liberados del sufrimiento que generan y padecen.
¡Señor, que donde haya un ser humano, nosotros pongamos fraternidad!
5. Creemos en la capacidad de las personas y de los pueblos para buscar solución a sus conflictos por caminos de paz. No queremos imposiciones violentas, contrarias al libre sentir de la sociedad. Nosotros nos comprometemos a promover comportamientos y cauces democráticos en libertad.
¡Señor, que donde haya violencia, nosotros pongamos libertad!
6. Respetamos la diversidad legítima de opciones para la construcción de nuestra sociedad. No queremos que nadie se arrogue el derecho de ser su único representante. No queremos que nadie excluya a nadie. Nosotros nos comprometemos a buscar una paz que sea verdadera y sea para todos.
¡Señor, que donde haya exclusión, nosotros pongamos participación!
7. Creemos en la fuerza pacificadora de la verdad. Rechazamos la mentira como estrategia, y la manipulación de la verdad al servicio de los intereses políticos. Nosotros apostamos por la virtud liberadora de la verdad.
¡Señor, que donde haya mentira, nosotros pongamos verdad!
8. Creemos en la necesidad del diálogo para buscar vías de entendimiento y de paz estable. Necesitamos y queremos que los representantes políticos dialoguen y busquen juntos el bien de todos. Nosotros nos comprometemos a promover un clima social de diálogo, que nazca del respeto y de la escucha mutua.
¡Señor, que donde haya enfrentamiento, nosotros pongamos diálogo!
MUTUO PERDÓN
9. Reivindicamos la fuerza social del perdón para edificar nuestra convivencia. No queremos que el resentimiento y los odios nos encadenen al pasado.
Nosotros nos comprometemos a promover una experiencia colectiva de mutuo perdón y de reconciliación.
¡Señor, que donde haya odio, nosotros pongamos perdón!
10. Todos necesitamos el perdón de Dios. Todos necesitamos perdonar y ser perdonados. Pedimos el perdón de Dios por nuestros pecados. Pedimos perdón por no haber trabajado lo suficiente por la paz y en contra de todas las injusticias. Pedimos perdón a quienes no hemos sabido defender o ayudar desde el espíritu del evangelio.
¡Señor, que donde haya pecado, Tú pongas perdón!
11. Creemos en la paz, logro de los hombres y don de Dios. Nos comprometemos a trabajar y a orar sin descanso por la paz. El encuentro con Dios da paz y ayuda a construirla.
¡Señor, convierte nuestros corazones, danos Tú la PAZ!.