BELÉN, 6 ene 2001 (ZENIT.org).- El cardenal Roger Etchegaray, enviado especial de Juan Pablo II, clausuró el 2 de enero de manera oficial el gran Jubileo del año 2000 en Tierra Santa.

La ceremonia tuvo lugar en la iglesia de Santa Catalina, en Belén, en medio de la tensión que se vive en estos días en Oriente Medio. De hecho, la eucaristía, comenzó con algo de retraso (tenía que haber comenzado a las 10:30 de la mañana), a causa del aislamiento de los Territorios Ocupados ordenado por las autoridades israelíes.

Incluso la delegación vaticana, presidida por el mismo cardenal Etchegaray, tuvo que presentar un permiso especial para poder acceder a la Ciudad de David.

En la eucaristía, el purpurado vasco-francés hizo un sentido llamamiento a la reconciliación y a la esperanza, piedras angulares para el regreso de la paz en Oriente Medio.

«Esta paz --añadió-- no depende sólo de un proceso diplomático: proviene de una conversión de los espíritus y de los corazones, se funda en la dignidad total del hombre, sin discriminaciones ni violaciones, hasta la libre circulación social y profesional. Si la justicia y la verdad no son iguales para todos, no puede haber tampoco justicia y verdad para ninguno».

El Jubileo del año 2000 ha sido por voluntad de Juan Pablo II el primer año santo de la historia que tenía por polos centrales Roma y Tierra Santa. Monseñor Kamal-Hanna Bathish, presidente del Comité del Jubileo en Tierra Santa, ha hecho en declaraciones a los micrófonos de Radio Vaticano un balance de la manera en que los católicos de esa región han vivido este acontecimiento histórico.

--¿Cuáles han sido los momentos que han caracterizado el año santo en la tierra de Jesús?

--Monseñor Kamal-Hanna Bathish: Los dos hechos decisivos y de mayor repercusión han sido la conclusión del Sínodo diocesano de todas las Iglesias católicas de Tierra Santa, concluido en febrero con su asamblea general, y la visita del Santo Padre en marzo. Estos dos acontecimientos han hecho descubrir verdaderamente nuestra Iglesia local. Y nuestro mayor descubrimiento, como Iglesia local, ha sido constatar que contamos con laicos comprometidos con la Iglesia.

--¿Que queda de la visita del Papa a Tierra Santa?

--Monseñor Kamal-Hanna Bathish: Sirvió para que los musulmanes tomaran conciencia de la presencia cristiana, que no hay que descuidar, mientras que el pueblo judío experimentó una especie de toma de conciencia de lo que es Cristo, la cristiandad, y los cristianos, en particular, de la figura del Santo Padre.

--¿Cuáles han sido los acontecimientos ecuménicos que más influencia han tenido en el Jubileo en Tierra Santa?

--Monseñor Kamal-Hanna Bathish: Las diferentes visitas de los jefes de las Iglesias no católicas. Por ejemplo, todos los jefes de las Iglesias ortodoxas vinieron a Tierra Santa en la primera semana de enero del año pasado para celebrar aquí una semana de congreso y de fiesta con motivo de la Navidad, que para los ortodoxos es el 7 de enero. Después vino el Catholikós armenio, recién elegido, quien celebró aquí la Navidad de los Armenios el 19 de enero.

Además, en julio tuvimos aquí un encuentro de varios obispos melquitas, greco-católicos, que participaron en una sesión de estudio y de visita de Tierra Santa.

--¿Cómo ha sido la afluencia de peregrinos?

--Monseñor Kamal-Hanna Bathish: Han sido numerosos. En particular, vinieron para vivir el período de Pascua. Esta afluencia tuvo su punto culminante en los meses de septiembre y octubre, cuando por desgracia se desencadenó la violencia, que acabó totalmente con las visitas. Lo peor es que esperábamos que el número de peregrinos aumentara cada vez más hasta el mes de diciembre.

--¿Qué significa para los cristianos de estas tierras la llegada de los peregrinos?

--Monseñor Kamal-Hanna Bathish: Es un gran consuelo. Especialmente cuando vemos que regresan transformados y completamente convertidos al Señor, cambiando completamente de vida. Es más, aunque hoy, a causa de la violencia, ya no hay peregrinos, este movimiento ha suscitado el interés de muchos cristianos en el mundo por Tierra Santa. Nosotros esperamos que la clausura oficial del año santo no sea el final de todo este movimiento de conversión y de regreso al Señor, sino que más bien dé un nuevo empuje para entrar en el nuevo milenio con una vida cristiana con nuevo vigor, renovada en todos nuestros cristianos de Tierra Santa --católicos y no católicos-- así como en todos los peregrinos que vendrán a visitarnos.