LONDRES, 26 enero 2001 (ZENIT.org).- El patriarca latino de Jerusalén es realista: todo parece indicar que el futuro de los cristianos en Tierra Santa no será «tranquilo, sino más bien difícil», y la opción más fácil, la emigración, no es la respuesta.

Con estas palabras concluía el pasado 23 de enero en Londres una conferencia Michel Sabbah, quien es también presidente de la organización Pax Christi Internacional, invitado por la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales.

El patriarca habló sobre «Cristianismo en Jerusalén: presente y perspectivas de futuro», en un seminario privado, en el que participó asimismo Pat Gaffney, secretario general de Pax Christi en el Reino Unido.

«Yo no prometo a nuestros fieles un futuro tranquilo --dijo--, sino difícil, que necesita de una clara visión de la propia identidad cristiana y una fuerte voluntad para seguir siendo piedras vivas, para conservar, con sus oraciones y sus servicios la sociedad, los Santos Lugares de su tierra bendita y para acoger a los cristianos del mundo».

La presencia de los cristianos es pequeña en la actualidad, el 2% de la población de Jerusalén y de Tierra Santa. Sin embargo, el patriarca recordó que en 1922, algunas fuentes dicen el 51% de la población de Jerusalén era cristiana. En 1947, todavía constituía el tercer grupo con mayor población de la Ciudad Santa.

Los acontecimientos históricos se han ido encargando de mermar la presencia cristiana, hasta el punto de que hoy es una grave preocupación de la Iglesia católica y otras Iglesias cristianas. La emigración por razones políticas es un fenómeno que está reduciendo cada vez más la proporción de cristianos en Jerusalén y en Tierra Santa.

Sobre este tema, dijo el patriarca, nuestra postura es que los cristianos de Tierra Santa están llamados por Dios a ser cristianos allí y no en otra parte del mundo. Incluso --insistió-- cuando la inestabilidad política hace la vida diaria más difícil, los cristianos deberían ser conscientes de su identidad y misión, permanecer donde están y dar su contribución a la construcción del futuro.

«La emigración cristiana --subrayó-- no puede abandonarse a meros factores humanos y políticos».

Indicó que los cristianos son pocos y pertenecen a muchas Iglesias cada una con su memoria y sus heridas. Hoy, dijo, cada una de estas iglesias es fiel a su fe, a su liturgia y tradiciones eclesiales que ha recibido a lo largo de los siglos. Cada uno comparte el mismo esfuerzo hacia la unidad de los cristianos en la ciudad donde nació el cristianismo.

«Reina un espíritu fraternal entre nosotros y se dirigen mensajes comunes a nuestros fieles de vez en cuando», indicó el patriarca latino.

«El presente y el futuro de los cristianos depende de este espíritu fraternal y de este caminar conjunto hacia la unidad», subrayó.

El actual «Status Quo» por el que se regula la presencia de los grupos religiosos en Jerusalén, salvaguardado por las Naciones Unidas, que ha permitido a la Ciudad Santa disfrutar tiempos más pacíficos y serenos que los actuales, dijo Su Beatitud Sabbah, debería ser revisado «con el fin de crear nuevos mecanismos, sin prejuicios de ninguna de las partes, con el fin de evitar el inmovilismo actual o las dificultades enormes» que surgen al tomar decisiones prácticas de mejora, o salvaguarda de la reverencia debida a los santos lugares.

En el conflicto actual entre palestinos e israelíes, el patriarca consideró que el papel de los cristianos es decisivo, pues ellos tienen eco en la Iglesia universal y en todas las Iglesias del mundo generando «una gran cadena de solidaridad e interés por los cristianos y los Santos Lugares».

Refiriéndose al delicado problema de la Ciudad Santa, monseñor Sabbah explicó que para afrontarlo debidamente hay que distinguir entre su aspecto religioso y su aspecto político. A nivel político, indicó, la Jerusalén oriental de 1967 puede ser la capital de Palestina y la Jerusalén occidental la de Israel.

El aspecto religioso es más complicado si cabe. La santidad de la ciudad, patrimonio de la humanidad, los santos lugares, «deben ser tomados en consideración a la vez por los líderes políticos y los religiosos».

No se trata, dijo el patriarca, de una internacionalización que ponga en manos de otros la ciudad sino del reconocimiento de un régimen especial por parte de la comunidad internacional para garantizar la estabilidad.

El patriarca latino de Jerusalén puso de relieve las dificultades que hoy afrontan los cristianos por la falta de libertad. No solamente libertad para rezar, sino dignidad de vida, e igualdad de oportunidades para todos. Una libertad que no debiera depender de la cantidad numérica de cada grupo sino del igual derecho de cada religión y de cada persona a disfrutar de libertad plena en su ciudad santa.

«Los cristianos --dijo monseñor Sabbah-- no piden privilegios o especial protección. Son ciudadanos y creyentes como todos los otros ciudadanos, la única protección para todos, judíos, musulmanes y cristianos será la de leyes justas y que no discriminen porque la naturaleza de Jerusalén y su llamamiento divino no puede admitir ni discriminación ni exclusividad».