CIUDAD DEL VATICANO, 22 mayo 2001 (ZENIT.org).- La cuestión del diálogo y la búsqueda de la unidad plena con los demás cristianos, en especial con las Iglesias ortodoxas, y la decisiva cuestión del primado del Papa se han convertido en argumentos de muchas de las intervenciones que han escuchado los cardenales en este consistorio que tiene lugar en el Vaticano del 21 al 24 de mayo.
«Desafío del milenio»
Como es lógico, uno de los cardenales que consagraron su intervención de diez minutos al argumento ha sido el alemán Walter Kasper, presidente del Consejo pontificio para la unidad de los cristianos. Según el hombre de la Santa Sede para el diálogo ecuménico «el desafío del tercer milenio es la unidad» y el ecumenismo «el tema» de nuestros tiempos.
En este sentido, siguió constatando, el Jubileo ha ofrecido signos proféticos, como, por ejemplo, el 18 de enero de 2000, día en que un Papa, un arzobispo metropolitano ortodoxo y un líder protestante abrieron juntos la puerta santa de la basílica romana de San Pablo Extramuros.
Kasper reconoció que todavía hoy el ecumenismo experimenta «resistencias evidentes» y «obstáculos» por parte de algunos cristianos, pero invitó a constatar que se ha recorrido un largo camino en esta dirección desde el Concilio Vaticano II.
Por lo que se refiere, después, al diálogo con las demás religiones, el purpurado alemán consideró que «ha experimentado una aceleración» bajo el pontificado de Juan Pablo II. Basta pensar en la visita de este pontífice a la sinagoga de Roma o a la mezquita de Damasco.
La importancia de «Dominus Iesus»
Al afrontar el tema del ecumenismo, según ha revelado hoy a los periodistas Joaquín Navarro-Valls, portavoz oficial de la Santa Sede, muchos cardenales han agradecido al cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la publicación de la declaración «Dominus Iesus», en la que se recuerda con claridad el carácter único y universal de la salvación traída por Cristo a través de su Iglesia. En sus intervenciones, los cardenales sugirieron que este documento debía servir de guía particularmente para el diálogo con las demás religiones.
Los greco-católicos, puente con la Ortodoxia
Intervenciones de los cardenales del Oriente cristiano sirvieron para ofrecer puntos de vista nuevos sobre los actuales debates que plantea el ecumenismo. El cardenal sirio Ignace Moussa I Daoud, prefecto de la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales, subrayó el dinamismo de los cristianos de Oriente para quienes el diálogo con los demás cristianos no es un problema. Más bien, el desafío que afrontan son las realidades propias del terreno. Como por ejemplo, la violencia contra los cristianos que empieza a estallar en países como India.
El cardenal Lubomyr Husar, arzobispo mayor de Lvov de los Ucranianos, explicó que sólo existe una diferencia entre los católicos de rito oriental de sus tierras y los ortodoxos: el reconocimiento del primado de Pedro.
En estos momentos en los que el patriarca ortodoxo de Moscú, Alejo II, ha afirmado que el motivo de diferencias entre Roma y la Ortodoxia es la existencia de estos cristianos, a los que se les llama con desprecio «uniatas» (término que les hiere profundamente), el cardenal ucraniano explicó que debería ser exactamente al contrario: los greco-católicos podrían ser el puente entre la Iglesia católica y las ortodoxas. «Nosotros –recordó– tenemos su misma liturgia y su mismo rito».
La cuestión del primado del Papa
Y dado que el primado del Papa es el tema decisivo en el camino hacia la reconciliación entre ortodoxos y católicos, uno de los teólogos más prestigiosos en estos inicios de siglo, el cardenal estadounidense Avery Dulles, afrontó este argumento para destacar su importancia para la unidad de la Iglesia.
Teóricamente, afirmó, se podría pensar que el primado crea una gran dificultad ecuménica, sin embargo, es exactamente al contrario. De hecho, el gran problema que hoy día tienen muchas confesiones cristianas es que no cuentan con un signo de comunión que las represente, y que les dé unidad. Muchas no tienen ni siquiera un líder que hable en nombre de ellas y con el que se pueda entablar un diálogo. La ausencia de una autoridad les crea también divisiones de carácter doctrinal y disciplinar.
Por este motivo, concluyó el teólogo jesuita, el primado del Papa debe seguirse viviendo con este espíritu. Ni siquiera se detuvo a afrontar el debate que ha lanzado Juan Pablo II en su encíclica sobre el ecumenismo, «Ut unum sint», sobre las formas en que debe ejercerse el primado del obispo de Roma de cara a una posible unidad con otras Iglesias.
Hoy tuvo lugar también la tan esperada intervención por parte de los periodistas del cardenal brasileño Aloísio Lorscheider, arzobispo de Aparecida. El lunes pasado había concedido una entrevista al diario parisino «La Croix» en la que prometió que pediría más descentralización en el gobierno de la Iglesia. El purpurado, sin embargo, no tocó el argumento, y se refirió más bien a las lecciones pastorales que se pueden sacar del Jubileo del año 2000.
Encuentro «pancristiano»
Hablando de ecumenismo, el cardenal Cormac Murphy O´Connor, arzobispo de Westminster, propuso que no se abandone el sueño que este Papa había acariciado para el año 2000 de celebrar un encuentro «pancristiano». Él mismo sugirió un lugar de acogida: Inglaterra, laboratorio del diálogo entre los cristianos.