BUENOS AIRES, 13 mayo 2001 (ZENIT.org).- La Conferencia Episcopal Argentina reclamó el sábado un gesto «inédito» a los dirigentes políticos para evitar «el creciente divorcio con el pueblo, dejando de lado, para siempre, la búsqueda de privilegios personales y sectoriales».
En un crítico documento titulado «hoy la patria requiere algo inédito», los obispos argentinos alertan ante los «graves problemas económicos» que existen en el país, producto «de la persistencia y extensión de la pobreza del pueblo y el desconcierto de los dirigentes».
«La sociedad reclama un orden justo que logre desligar a la República de las imposiciones de los grupos de poder internos y externos del país», afirmaron los obispos al finalizar la 81ª asamblea plenaria que se desarrolló durante seis días en las afueras de esta capital.
Los sacerdotes consideraron que «por su extensión en el tiempo y por su intensidad, la crisis de la escala de valores que padece la dirigencia y su resonancia en las instituciones, hace peligrar la identidad e integridad de la nación».
El presidente Fernando de la Rúa calificó como «muy valioso al documento» y dijo que «nos comprende a todos».
«Es una invocación a los valores trascendentes de la Nación, un mensaje que todos debemos escuchar y atender para ser mejores en la vocación de servicio, en el compromiso con el pueblo, en la defensa de la dignidad y en la vida», expresó en un comunicado de prensa que lleva la firma de su portavoz, Ricardo Ostuni.
Ofrecemos a continuación el texto íntegro del documento.
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Hoy la Patria requiere algo inédito
1. Muchas veces en nuestra historia tuvimos que asumir situaciones difíciles. Los cristianos sabemos que Jesús es el Señor de la historia y que la fuerza de su Resurrección es siempre fuente de esperanza, sobre todo cuando las dificultades son grandes. Por eso queremos reiterar nuestro llamado del mes de noviembre pasado, a enfrentar la situación con espíritu de grandeza. Entonces dijimos que cada uno de los habitantes del país estaba llamado a ponerse a la altura de las circunstancias, para salir de esta crisis tan profunda que trasciende lo económico y envuelve al orden político y hasta el mismo estilo de vida de la Nación.
2. Hace ya 10 años, reunidos en Catamarca, analizábamos los desafíos que enfrentaba la nueva evangelización, lamentando que no se hubiera logrado conciliar la convivencia en libertad con la concreción de una sociedad más justa. Veíamos cómo, progresivamente, se iba perdiendo no sólo lo que tenemos, sino también lo que somos. Ya entonces era visible la corrupción generalizada que nos estaba destruyendo como personas y como sociedad; la falta de independencia y majestad de la justicia; la inoperancia de las leyes; y la pobreza y marginalidad crecientes.
3. Nos duele comprobar que el nuevo siglo encuentra al país en una situación tan delicada que no le deja vislumbrar el rumbo y la orientación de su historia. La democracia restablecida hace más de 17 años, olvidó su misión de recrear la sociedad argentina que había sido enfrentada y herida por desencuentros y luchas fratricidas. Estos años debieron ser el momento de la política que, como necesaria mediación al servicio del bien común, propusiera a todo el pueblo y ejecutara esperanzas razonables. ¡Cuántos interrogantes sin respuesta! ¡Cuántas ilusiones frustradas!
4. La acción política, uno de los más nobles servicios al hombre y a la sociedad, parece esterilizarse por la afanosa búsqueda personal y sectorial de poder y riquezas, y pervertirse cuando grupos económicos o financieros la hacen instrumento de sus intereses.
5. Los partidos políticos se están desdibujando. No se percibe en ellos una adecuada y clara escala de valores que los rijan. Han dejado de ser escuela de civismo para sus adherentes e instrumento de selección de los mejores y los más aptos para la consecución de los cargos públicos. No debemos olvidar que la autoridad concebida como servicio, purifica y da sentido al poder.
6. Por su extensión en el tiempo y por su intensidad, la crisis de la escala de valores que padece la dirigencia y su resonancia en las instituciones hace peligrar la identidad e integridad de la Nación. Crisis que también fluye hacia el resto de la sociedad, a lo cual colabora el empobrecimiento de la educación y la poderosa invasión de la cultura comunicacional. Ésta, más allá de determinados servicios en la tarea informativa, se ha transformado en una propuesta frívola, transmitiendo la caricatura del hombre y no su dignidad, o la grandeza de su vocación, la belleza del amor, el sentido del sacrificio y la alegría de sus logros.
7. Tampoco olvidamos que los problemas económicos son graves y realmente nos deben preocupar, como lo hemos dicho tantas veces. Pero más que los indicadores económicos, lo que nos hace percibir la gravedad del problema es la persistencia y extensión de la pobreza del pueblo y el desconcierto de los dirigentes. La sociedad reclama un orden justo que logre desligar a la República de las imposiciones de los grupos de poder, internos y externos al país, y que impida el avasallamiento de la dignidad propia de todo ser humano.
8. ¿Quién piensa el futuro de la Argentina? ¿Cuál es el proyecto de país que oriente nuestra acción? ¿Qué hacer para generar esperanza? Es necesario que todos nos convirtamos, especialmente los dirigentes, evitando el creciente divorcio con el pueblo y dejando de lado, para siempre, la búsqueda de privilegios personales o sectoriales. Es necesario recrear la política como principal instrumento de gestión del bien común, de modo tal que sea ella la que dirija y encauce también a la economía en el marco de las instituciones republicanas vigentes.
9. Es necesario rehacer nuestra cultura, recuperando los valores que nos dieron existencia. Esto supone desarrollar una educación que sea promotora de la persona humana y discierna claramente los desvalores con los cuales convivimos cotidianamente. Sólo asumiendo una vida de auténtica justicia y de verdadera libertad, en la que el hombre sea el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones, encontraremos los caminos que nos lleven a construir una sociedad más justa y equitativa, recreando los vínculos sociales tan deteriorados ahora, en medio de un clima de violenta inseguridad y temor.
10. Gracias a Dios, son muchos los ciudadanos que ante la crisis vencen el desánimo, no bajan los brazos e intentan convertir sus vidas en signos de esperanza. Es más, en la conciencia colectiva de los argentinos se advierte un fuerte deseo de privilegiar la ética y la idoneidad, y de alentar a los honestos.
11. También son muchos los que están ya trabajando de modo perseverante por el bien común, generando una corriente de solidaridad que enfrenta la inequidad social. Estos esfuerzos solidarios van tejiendo redes de contención que humanizan las consecuencias negativas del proceso de globalización. Agradecemos la labor desinteresada y silenciosa de tantas personas, organizaciones, y de Caritas, y les pedimos que continúen convocando a otros muchos a extender esas redes solidarias.
12. Dado que la crisis afecta a los vínculos sociales, se hace necesario que, con imaginación y creatividad, todos participemos en recomponerlos, sea en la familia, que es el fundamento de la sociedad, el barrio, el municipio, el trabajo o la profesión. Hoy la Patria requiere algo inédito. Dondequiera que estemos podemos hacer algo para generar mayor comunión. Nosotros mismos, como ministros de reconciliación, unidad y comunión, nos comprometemos a intensificar nuestro trabajo en la reconstitución de esos vínculos.
13. Damos gracias al Señor porque al comenzar el nuevo milenio y pese a estas situaciones críticas, muchos hombres de buena voluntad abren su corazón a l a trascendencia, y cada vez son más los que buscan en Dios consuelo y fortaleza por la oración.
14. Se acerca la fiesta de Pentecostés. Lo propio del Espíritu Santo es ayudar a los hombres a transformar la confusión en armonía, el desorden en orden y la división en comunión. Junto a María Santísima, no dudemos en invocarlo, en clamar a Él para que ilumine nuestras mentes y fortalezca nuestras voluntades. Él puede ayudarnos a todos, especialmente a la dirigencia argentina, a convertirnos en fuente de esperanza para el pueblo.
Los Obispos de la República Argentina
81ª Asamblea Plenaria
San Miguel, 12 de mayo de 2001