CASTEL GANDOLFO, 22 julio 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II aseguró este domingo que las vacaciones constituyen un momento privilegiado para encontrarse personalmente con Cristo en un ambiente de mayor silencio, serenidad y contemplación.
El pontífice ofreció este consejo a varios miles de bulliciosos peregrinos que llenaron hasta los topes el patio de la residencia veraniega de los Papas, Castel Gandolfo, donde se encuentra desde el sábado pasado.
El llamamiento a la contemplación le fue sugerido por el Evangelio de la liturgia del domingo, en el que se recordaba la visita de Jesús a Betania, en la casa de Marta y María, hermanas de Lázaro. A Marta, que se lamenta porque su hermana no le ayuda por escuchar sus palabras, Jesús le responde que «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
«¿Cómo es posible no percibir en esta narración evangélica la llamada a la primacía de la vida espiritual, a la necesidad de alimentarse de la Palabra de Dios para dar luz y sabor a las ocupaciones cotidianas?», se preguntó el Papa.
«Es una invitación que resulta particularmente oportuna durante el período veraniego –añadió–. Las fiestas y las vacaciones, de hecho, pueden ayudar a volver a equilibrar el activismo con la contemplación, la prisa con ritmos más naturales, el ruido con el silencio precursor de la paz».
En ese 22 de julio, además, la Iglesia católica recordaba a santa María Magdalena, la prostituta que lavó los pies de Jesús y que se convertiría en primer testigo de su Resurrección.
«La vicisitud de María Magdalena muestra la importancia decisiva para todo ser humano de encontrarse personalmente con Cristo –concluyó el Papa–. Cristo es quien comprende el corazón del hombre. Él puede colmar sus esperanzas y expectativas, así como dar respuesta a las preocupaciones y a las dificultades que la humanidad de hoy afronta en su camino cotidiano».