La Santa Sede constata progresos en la Cumbre mundial de la infancia

Habla monseñor Martino, representante ante la ONU

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NUEVA YORK, 13 mayo 2002 (ZENIT.org).- La delegación de la Santa Sede en la cumbre de las Naciones Unidas sobre la Infancia, clausurada el 10 de mayo, ha calificado de manera bastante positiva los resultados finales.

La Sesión Especial de la Asamblea General de Naciones Unidas acabó con la aprobación por unanimidad de un Plan de Acción para la Infancia que busca mejorar las condiciones de vida de los niños y debe servir para fijar su estrategia para los próximos años.

El documento final aprobado, «Un mundo apropiado para los niños», incluye 21 nuevos objetivos para una vida sana, educación de calidad y la protección de los niños contra la violencia
y el sida.

El resultado se alcanzó al último momento, a pesar de los pronósticos negativos suscitados por las opiniones divergentes de muchos protagonistas del debate en el Palacio de Cristal.

El arzobispo Renato Martino, observador permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas, ha revelado a Radio Vaticano, las vicisitudes de la
cumbre.

«Ha sido una sorpresa, pues los «jugadores» han cambiado de «campo». Hasta ahora veíamos a Estados Unidos siempre en el «campo» de quienes estaban de algún modo contra la tutela de la vida y de la familia, así como también muchos países de la Unión Europea».

«Ahora, en cambio –añade–, hemos tenido a Estados Unidos a nuestro lado. Pero esto no quiere decir que la negociación haya sido fácil. Nuestros negociadores han tenido que afrontar varias noches sin dormir trabajando pacientemente».

«El resultado es bastante bueno, aunque parece que hay descontento entre quienes no comparten nuestras posiciones. Pero el documento es bueno porque reclama las principales exigencias de la defensa de los niños al inicio del nuevo milenio», asegura el arzobispo.

Monseñor Martino confirma que la Santa Sede, en particular el cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, quien habló en su nombre ante la asamblea, prestó particular atención durante la conferencia al hecho de que «se responde mejor al interés prioritario del niño en el contexto de la familia, entendida como familia tradicional: padre, madre e hijos» (Cf. Zenit, 10 de mayo de 2002).

«Esta precisión, que luego presentaron también otros 7 u 8 países –sigue explicando el arzobispo–, se ha debido al hecho de que una parte consistente de países querían reconocer también otros tipos de estatus familiar. Por tanto, éste ha sido uno de los puntos más controvertidos».

Según el prelado estas Conferencias no sólo se quedan en palabras. «Cuando, hace diez años, se celebró la última cumbre de la infancia, en el planeta había 15 millones de niños que morían de enfermedades curables: hambre, diarrea, sarampión, tosferina…. Ahora, en 2002, son 11 millones».

«Por tanto –concluye, la situación ha mejorado ligeramente pero todavía muchos, demasiados niños mueren en el mundo antes de haber cumplido 5 años. Así muchas otras metas han sido reiteradas y renovadas y por esto esperamos que la comunidad mundial responda eficazmente».

El primer objetivo del documento de 24 páginas, consensuado después de tres días de intensas negociaciones, se propone asegurar la reducción, en al menos un tercio, de la mortalidad infantil. Esto sería un paso hacia la meta de reducir la mortalidad en dos tercios para 2015, según se acordó en la Cumbre Infantil del Milenio de Naciones Unidas, en 2001.

«Estoy enormemente complacida por lo que se ha logrado esta semana –declaró tras el acuerdo la directora ejecutiva de Unicef, Carol Bellamy–. Nadie quiere fallar a los niños pero será necesario un fuerte y claro liderazgo durante los próximos años si queremos lograr las metas que nos hemos propuesto. En los años noventa aprendimos que hacer promesas no es suficiente: tenemos que actuar».

Los contenciosos que mantenían los países participantes respecto a la declaración final fueron resueltos al llegarse a un compromiso en la redacción aceptable para todos sobre los dos puntos que quedaban aún abiertos, planificación familiar y pena de muerte.

Uno de los temas de discusión fue la alusión en la declaración final a «servicios reproductivos de salud». Washington y otras delegaciones, incluida la vaticana, querían estar seguros de que no implicaba bajo ningún concepto un respaldo al aborto. El compromiso se ha logró al aceptar todos los países la frase «salud reproductiva».

El apartado referido a la Educación habla de «aplicar estrategias especiales para que todos los niños y adolescentes tengan fácil acceso a la escolarización», incluidos los niños indígenas o con necesidades especiales de aprendizaje.

Mejorar la posición social y la capacidad de los maestros es otro de los objetivos aprobados. Del borrador se han eliminado algunas referencias conflictivas, como la que hacía referencia al empleo de entre el 0,15% al 0,20% del Producto Nacional Bruto de los países ricos para ayudar a los más
pobres.

El texto señala expresamente la necesidad de «proteger a los niños de todas las formas de explotación sexual, incluida la pedofilia, la trata de personas y los secuestros».

En la lucha contra el sida, el documento establece las fechas de 2003 y 2005 como fases intermedias para conseguir los planes de reducir la prevalencia del virus del sida en un 25% para 2010 en todo el mundo.

El documento, reconoce que «sigue habiendo problemas críticos», ya que «cada año mueren más de 10 millones de niños, aunque la mayoría de esas muertes podrían evitarse».

Respecto a la pena de muerte, cuya abolición defiende la Unión Europea, el documento ha reducido la declaración política de tal manera que no interfiere con la legislación de Estados Unidos, donde existen 23 estados que permiten esta pena para menores de 18 años.

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ZENIT Staff

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