Las palabras del prelado forman parte de su mensaje enviado a los participantes del XXI Congreso Mundial de la Unión Internacional de Empresarios Cristianos (UNIAPAC), realizado el pasado fin de semana en la Universidad Católica Argentina.
El prelado les recordó que, «según la doctrina social de la Iglesia, la propiedad privada está embargada y el embargo es la necesidad de la comunidad. El propietario cristiano es un administrador de los bienes de la Creación».
«Les ruego –sostuvo– que hagan un gran esfuerzo en tener presente, siempre, pero de modo especial en estos días, la miseria argentina».
Evocó también la parábola del rico Epulón, que «se condenó no porque tuviera riqueza, sino porque, ocupado en sus cosas, ni siquiera se dio cuenta del pobre Lázaro, pidiendo un mendrugo a la puerta de su palacio».
Luego les suplicó que «no traten el tema de la pobreza en forma abstracta y a través de estadísticas. Lo que existen son los pobres con nombre y apellido, y en los cuales, a la luz de la fe cristiana, Jesús se identifica».
«En la Iglesia de Jesús –añadió– primero está el pobre por ser pobre. Es núcleo esencial de la fe. Les recomiendo que no traten el tema ‘pobres’ sin revestirse de los mismos sentimientos de Jesús. No como objeto de ayuda, sino en clave de familia de Dios».
Por último, monseñor Hesayne expresó su deseo de que las jornadas –organizadas por la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) y que contaron con el concurso de casi 500 empresarios de todo el mundo– sirvan para imitar «la actitud de los primeros empresarios cristianos que dieron testimonio de su fe en Jesús Resucitado, compartiendo (partiendo con equidad) todos sus bienes con el Pueblo de Dios, de suerte que no había necesitados entre ellos».