VENECIA, 11 junio 2002 (ZENIT.org).- «No es demasiado tarde» para salvar al mundo del colapso ecológico afirman Juan Pablo II y el patriarca de Constantinopla Bartolomé I en una declaración conjunta firmada este lunes.
Basta una sola generación de hombres de buena voluntad para «guiar la tierra hacia un futuro digno de nuestros hijos», añaden en el documento que firmaron conjuntamente en Venecia y Roma gracias a una conexión vía satélite.
«Hagamos que esa generación sea la actual», proponen los dos en el documento, que subraya al mismo tiempo la confianza en la capacidad de poner fin al «cotidiano sufrimiento de un gran número de personas», afectadas «por la violencia, la pobreza y el subdesarrollo».
Para ello, aseguran se requiere que el hombre sea capaz sobre todo de convertir su propio corazón, adoptando una verdadera ética de respeto de la creación de Dios, el medio ambiente.
«Veamos todos –afirma el documento– las consecuencias negativas para la humanidad y para toda la creación, derivadas de la degradación de algunos recursos naturales básicos, como el agua, el aire y la tierra», contaminados «por un progreso económico y tecnológico que no tiene en cuenta sus límites».
Por eso, recuerda el texto, el problema es sobre todo «moral y espiritual».
Urge la declaración a realizar ««un profundo cambio del corazón que a su vez debe traducirse en cambio en los estilos de vida y de los insostenibles ritmos de consumo y de producción». Al hombre que se quiere salvar a sí mismo y a la naturaleza, se le pide antes que nada, «una auténtica conversión a Cristo».
El Papa y el Patriarca de Constantinopla –«primus inter pares» entre las Iglesias ortodoxas– subrayan que el mundo es don de Dios a los hombres para que lo custodien y que «en el centro de la creación está la persona humana, con su inalienable dignidad».
El texto propone seis compromisos éticos concretos.
1. «Pensar siempre en las generaciones futuras cuando valoramos las diversas posibilidades de acción».
2. Tener en cuenta «la ley natural que está presente en cada cultura humana».
3. «Usar la ciencia y la tecnología de manera constructiva, reconociendo que los descubrimientos de la ciencia hay que valorarlos siempre a la luz de la centralidad de la persona humana, del bien común y de la naturaleza íntima de la creación».
4. «Estar abiertos a las instancias de solidaridad».
5. «Reconocer la diversidad de situaciones y responsabilidades (religiones, gobiernos e instituciones tienen tareas diversas deben hacer su parte, en el respeto del principio de subsidiariedad)».
6. Promover un diálogo pacífico para resolver las controversias entre los defensores de diversos puntos de vista sobre temas medioambientales.
«Dios no ha abandonado al mundo –concluyen Juan Pablo II y Bartolomé I–. Él quiere que su designio sea realizado a través de nuestra colaboración en restaurar la original armonía de la creación».