NUEVA YORK, 12 junio 2002 (ZENIT.org–Avvenire).- Monseñor Lorenzo Albacete, responsable de Comunión y Liberación en Estados Unidos y colaborador del «New York Times», habla de la crisis eclesial suscitada por los recientes escándalos.
El sacerdote de origen puertorriqueño publicó un artículo en defensa del celibato sacerdotal en ese mismo diario el mes de marzo, acogida en plena polémica sobre los abusos sexuales de sacerdotes con gran respeto.
Monseñor Albacete comenzaba con el recuerdo de su padre que hizo de todo para desanimar su vocación. «Como buen hispano, pensaba que los sacerdotes fueran todos tramposos. En la medida de mis pequeñas posibilidades, he tratado de demostrarle que se equivocaba…», comenta.
–¿Qué opina de la crisis de estos meses?
–Monseñor Albacete: En ciertos aspectos es una crisis profundamente estadounidense. El respeto por la ley, por ejemplo: no debemos olvidar que es justo la ley la que garantiza la unidad de la nación. Este es un país compuesto por personas que provienen de culturas muy diversas, que sin embargo se reconocen iguales ante el mismo sistema de normas. En los últimos años, las leyes que se refieren a los abusos a menores han asumido una importancia cada vez mayor a los ojos de la opinión pública. Todo esto puede ayudar a comprender por qué el escándalo ha asumido proporciones tan impresionantes.
–¿Y el presunto ocultamiento de los casos por parte de los obispos?
–Monseñor Albacete: A la sociedad estadounidense le cuesta mucho razonar en términos espirituales o, mejor, pastorales. Póngase en el lugar de un obispo que recibe la confesión de un sacerdote que ha realizado un abuso. ¿Qué debe hacer? En Estados Unidos, la opinión pública no tiene dudas y pide que se aplique la «tolerancia cero»: denunciar al culpable a las autoridades judiciales y luego «despedirlo», es decir, reducirlo al estado laical. Pero un obispo no es el responsable de personal de una empresa. Y un sacerdote no es un empleado. Su relación es en todo caso la de padre e hijo.
–Esto, sin embargo, los estadounidenses no lo comprenden.
–Monseñor Albacete: Es verdad; por una parte, porque se les escapa el concepto de respeto del «foro interno» (cuestiones de conciencia); por otra, porque provienen de una tradición en la que paradójicamente la figura de sacerdote ha sido demasiado idealizada. Todo esto se ha reflejado, entre otras cosas, en el modo en que se ve el celibato: no como un signo de amor hacia Cristo y su Iglesia, sino como un estado de perfección que debería salvaguardar de cualquier contaminación. Visión poco realista y privada de una verdadera dimensión espiritual.
–¿Todo esta mal, entonces?
–Monseñor Albacete: No, estoy diciendo que hemos llegado al momento en que hay que refundar y reforzar nuestra experiencia religiosa. Por lo demás, es lo que el Papa invita a hacer desde hace mucho tiempo. «Nueva evangelización» significa retorno a las raíces, redescubrimiento de la relación originaria entre Cristo y la Iglesia. La cual, si olvida la propia pertenencia a Cristo, se convierte en una realidad únicamente humana, expuesta a todos los riesgos que caracterizan hoy la crisis estadounidense. Peor aún: sin el amor de Cristo la misma estructura de la Iglesia corre el riesgo de transformarse en un peso insoportable. La incomprensión del celibato no es sino un aspecto de esta falta de motivaciones.