SYDNEY, 20 junio 2002 (ZENIT.org).- La Iglesia se ha quedado sola en sus esfuerzos por hacer hincapié en el «imperativo moral» de luchar contra la pobreza, según afirmó en una conferencia pronunciada en Australia la profesora de la Universidad de Harvard Mary Ann Glendon,.
Según explica «The Catholic Weekly» de Sydney, Glendon, que representó al Papa en la Conferencia Mundial de Pekín sobre la Mujer de 1995, afirmó que las naciones adineradas se están lavando las manos ante la situación de los países y la gente pobre.
Asimismo, afirmó que la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU se ve amenazada, añadió, especialmente en las áreas económica y de justicia social.
Algunas naciones africanas y asiáticas afirman que ésta no refleja sus valores, mientras que en el mundo musulmán ha sido rechazada indicando que «no es más que un documento occidental».
«Los grupos de derechos humanos han seguido la practica de la Guerra Fría de promover selectivamente las partes de la Declaración que apoyan ignorando otras –denunció–. Las partes que hablan de economía y justicia social están siendo casi completamente ignoradas».
«Es un escándalo moral que la gente y los países más pobres estén siendo cada vez más marginados en el orden global, justo cuando quizá por primera vez, hemos reconocido que la pobreza no es necesaria; no esta fijada en el orden de las cosas», afirmó.
Sólo la Iglesia continúa presentando ante el mundo el imperativo moral de corregir la pobreza, añadió.
La Iglesia no trata a la gente pobre como un problema a resolver. En cambio, «nos exhorta a ver a los menos aventajados como personas cuyo potencial humano «merece ser realizado»», concluyó la profesora de Harvard.