CIUDAD DE MÉXICO, 26 junio 2002 (ZENIT.org).- La legislación mexicana debe consagrar con más perfección la libertad religiosa, permitir que la Iglesia cuente con sus propios medios de comunicación y que pueda acceder a las escuelas. Así lo ha reclamado monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

En su homilía del domingo pasado, monseñor Arizmendi aclaró que la reforma constitucional que reguló la libertad religiosa no fue «una concesión graciosa de los gobernantes y legisladores de hace diez años, ni una forma de comprar el silencio de la jerarquía católica, para que solapáramos cualquier cosa menos correcta».

De acuerdo con el prelado, aquella fue una lucha de los obispos católicos para lograr mayor respeto a libertad religiosa en beneficio de todos, además de un acto de justicia para todos los mexicanos y de un paso adelante en el cumplimiento de lo que suscribió el gobierno del país sobre derechos humanos en materia religiosa.

«Aún sin cambios constitucionales, predicar el Evangelio es un derecho y un deber, a pesar de las leyes persecutorias o restrictivas que veníamos arrastrando», afirma monseñor Arizmendi.

En este momento, señaló el prelado, «pedimos mayor libertad religiosa para predicar el Evangelio, en los medios informativos y también en las escuelas», pues «lo que nos importa es predicar el Evangelio de Jesucristo» y «este Evangelio vale también para la política, la economía, la cultura, la educación, el arte, las relaciones internacionales, los sistemas y las estructuras».

En esta línea, aclaró que «Jesucristo habla de Dios Padre, de la fe, de la oración, pero también denuncia el pecado de los injustos y condena las arbitrariedades de los ricos y de los poderosos contra los pobres».

Sin embargo, «algunos se extrañan de que con frecuencia denunciemos la corrupción, las injusticias que se cometen contra los campesinos, indígenas, obreros, presos y migrantes, los abusos de algunos policías, la presencia excesiva del ejército en comunidades de Chiapas y las arbitrariedades de algunos gobernantes», constató el prelado.

«Quisieran que calláramos y nunca habláramos de esto», comentó monseñor Arizmendi añadiendo que «Quizá su conciencia no está libre de los pecados sociales de nuestro tiempo».

Como recordó el obispo de San Cristóbal de las Casas, «hay enemigos de la Iglesia que se extrañan de que los obispos nos hagamos presentes en los medios informativos y que exijamos una revisión de las leyes, para que las asociaciones religiosas puedan poseer medios de comunicación masiva».