BOGOTÁ, 9 julio 2002 (ZENIT.org).- Publicamos el Mensaje final de la última Asamblea Plenaria Ordinaria celebrada por la Conferencia Episcopal de Colombia hecho público en Bogotá el 5 de julio.
SALUDO DE ESPERANZA
1. En el nombre del Señor Jesucristo, los Obispos de Colombia nos hemos reunido en Asamblea Ordinaria para elegir a los hermanos que prestarán su servicio en la dirección de la Conferencia Episcopal durante el próximo trienio. Conscientes de la gravedad del momento, hemos orado para que las nuevas directivas tengan la ayuda de Dios necesaria para responder, desde el Evangelio de Jesús, a los grandes desafíos que tiene nuestro país. El testimonio de nuestro querido hermano Monseñor Isaías Duarte Cancino, Arzobispo de Cali, Apóstol de la Paz y de tantos otros miembros de nuestra Iglesia y de muchos colombianos injustamente inmolados ha estado presente en toda nuestra reflexión. A ellos los recordamos agradecidos por su entrega generosa a nuestra Patria y a nuestra Iglesia. Que el Señor premie su sacrificio y que su sangre derramada sea signo de esperanza para nuestra patria atribulada.
2. Saludamos cordialmente a todos los colombianos. “Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen sobre todos su gracia y su paz” (1 Cor. 1,3). De manera especial saludamos al Señor Presidente electo, Doctor Alvaro Uribe Vélez, a su equipo de gobierno, al nuevo Congreso de la República y a todos aquellos que inician su gestión pública a partir del 7 de agosto. Queremos acompañarlos con nuestra oración para que el Señor les conceda la sabiduría y la fortaleza que necesitan para cumplir con la delicada tarea de servir a Colombia en uno de los momentos más difíciles de nuestra historia.
3. Después de la ruptura de los diálogos de paz con los diferentes grupos guerrilleros, el conflicto armado ha llegado a insólitas formas de degradación. Son cada vez más los colombianos, particularmente los más indefensos y los pobres, quienes sufren a causa de la violencia. Hacemos de nuevo un llamamiento a todos los grupos armados para que reflexiones, liberen a los secuestrados, pongan fin al derramamiento de sangre y cesen en sus pretensiones de desestabilizar el país. En el nombre del Señor de la Vida, los invitamos a dar signos concretos de paz que pongan fin a esta situación de tristeza y de muerte que enluta a Colombia.
4. Los Obispos de Colombia, una vez más, ofrecemos nuestra colaboración para todas las iniciativas de verdadera paz. Seguimos creyendo en el diálogo. Hay que intentarlo por todas las formas. Nunca la violencia le abrirá caminos a una verdadera paz. Invitamos al gobierno entrante a realizar nuevos intentos de negociación. Hoy más que nunca se requiere imaginación y creatividad para buscar los caminos de la paz. Y a todos los colombianos los invitamos a ser constructores de paz. Es una empresa que merece todos nuestros sacrificios.
5. Finalmente hacemos un llamado a todos los colombianos para que no perdamos la esperanza. Somos hijos de Dios y El nunca nos abandona. Estamos en sus manos. La esperanza en Dios nunca nos defrauda. La Virgen de Chiquinquirá, Patrona de Colombia, nos ampare con su manto maternal.
+ Pedro Rubiano Sáenz
Cardenal Arzobispo de Bogotá
Presidente de la Conferencia Episcopal