El apostolado del mar, desafío misionero

El marino requiere una atención pastoral específica

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ROMA, 19 julio 2002 (ZENIT.org).- La Iglesia católica en general, y la Santa Sede en particular a través del Consejo Pontificio para los Migrantes e Itinerantes han lanzado en los últimos años nuevos apostolados para hombres y mujeres del mar, que con frecuencia no cuentan con una parroquia cercana.

En esta entrevista concedida a Radio Vaticano, Giacomo Martino, director nacional de la Oficina para la Pastoral aeroportuaria y marítima de la Fundación Migrantes, creada por la Conferencia Episcopal Italiana, explica cómo se puede anunciar el Evangelio a los marinos.

«Es un ambiente extremadamente particular –explica Martino–, a base de tradiciones, de normas y también de una serie de disciplinas que el capellán debe conocer y seguir para vivir en contacto con la gente del mar y para vivir su propia condición de marino».

–El apostolado del mar, ¿requiere entonces una atención pastoral específica?

–Ciertamente, porque las condiciones de vida de la persona que se encuentra a bordo son muy distintas de las de aquellos que viven en tierra, en particular por la imposibilidad de estar en contacto inmediato con la propia familia y la propia comunidad eclesial. O existe Iglesia a bordo o durante 8 o hasta 12 meses el marino no podrá acudir a ella.

–¿Cuáles son las necesidades de los marinos que están embarcados durante tantos meses?

–La primera necesidad es la de crear de alguna manera un ambiente familiar, porque el hombre es por naturaleza comunitario y tiende a la familia. Después viene la necesidad de dar a la tripulación, que está perfectamente organizada desde el punto de vista operativo, un punto de referencia en lo relativo al tiempo libre, a la propia espiritualidad y también una aproximación psicológica para mitigar la frustración de personas que están tan lejos de su hogar.

–Usted ha vivido la experiencia de ser capellán a bordo. ¿Como puede definir la religiosidad de la gente del mar?

–En parte es como la de las demás personas, pero en parte es distinta. Distinta sobre todo porque a bordo el diálogo interreligioso, el ecumenismo, son discursos superados. La gente del mar tiene en la mirada al infinito, en el sacrificio, en la lejanía de su casa una llamada constante a Dios, a la religiosidad y a la espiritualidad, cualquiera que sea su denominación. Hay muchísimos católicos en los barcos, pero también los que no lo son solicitan la presencia del capellán, buscan la presencia del sacerdote como hombre del espíritu.

–Es decir, ¿el mar les acerca a Dios?

–En ocasiones, su devoción nace en momentos de dificultad, de gran temor, por ejemplo con un mar especialmente agitado. Es una devoción extremadamente profunda. El marino, independientemente de su religión, es un hombre fuertemente espiritual que reserva su tiempo a la oración.

–En conclusión, ¿qué es un capellán de barco?

–El capellán de barco es un sacerdote que ha elegido el camino del mar poniéndose a disposición de estos grupos pequeños, tal vez olvidados, escondidos bajo la cubierta de las naves. Es un sacerdote que tiene el valor de dejar un poco de su vida, un poco de su corazón en las naves, junto a esta gente.

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ZENIT Staff

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