TORONTO, 24 julio 2002 (ZENIT.org).- Toronto se ha convertido por unos días en el laboratorio mundial de la fe, como ha descrito en varias ocasiones Juan Pablo II a las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ).
Desde este miércoles y hasta el viernes, doscientos mil chicos y chicas se están dividendo en las mañanas en unos 136 grupos para participar en las catequesis que imparten en 24 idiomas diferentes 261 obispos (29 de ellos cardenales) procedentes de todo el mundo. Se reúnen en más de cien iglesias del área metropolitana de Toronto y en el Exhibition Place.
El tema común de la catequesis de este miércoles ha sido «Vosotros sois la sal de la tierra», tomado del lema de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) de este año.
En un primer momento, los obispos han explicado a los jóvenes, cada uno a su manera, que el sacramento del Bautismo constituye una vocación que consiste en seguir a Cristo, y meditaron sobre lo que significar ser cristiano hoy, sal (no azúcar) de la sociedad de inicios de milenio.
Tras la intervención de los obispos, los jóvenes han podido exponer sus preguntas de fe y de vida, suscitando en ocasiones conversaciones apasionantes. Los encuentros han concluido con la celebración eucarística.
En la tarde, los jóvenes pueden contar con espacios de tiempo para acercarse al sacramento del perdón de Dios, en el sugerente parque adaptado para la ocasión y bautizado con el nombre de «Duc in altum», a orillas del lago de Ontario.
Bajo la sombra de frondosos árboles, doscientos sacerdotes vestidos con un alba blanca y una estola morada (confeccionada por mujeres indígenas de Chiapas) están disponibles de manera permanente en sencillos confesonarios, confeccionados para esta ocasión.
En cada uno, un papel indica la lengua del ministro del sacramento: inglés, francés, español, portugués, italiano, polaco, alemán, holandés, árabe...
Mil sacerdotes se turnarán para asegurar la acogida en los momentos previstos. El acercamiento al sacramento de la confesión es totalmente libre; los organizadores y los obispos en las catequesis han recomendado con entusiasmo hacer esta experiencia del perdón personal de Dios.
Con una visera de béisbol, el padre Louis Labrecque, sacerdote de 37 años de edad, de la diócesis de Pembrooke (Québec), mientras espera a sus jóvenes penitentes hace referencia a la crisis que en algunos países experimenta la confesión: «El sacramento de la reconciliación es como una fuente. Aunque nadie beba, sigue manando».
«Es el poder donado por Dios a la Iglesia de perdonar los pecados, de levantar el peso que la gente lleva sobre la conciencia», afirma desde su experiencia de once años de sacerdocio.
Este «laboratorio de la fe» ha recibido en Toronto un complemento único: los organizadores han propuesto por primera vez en la historia de las JMJ a los jóvenes varias horas de voluntariado para participar en proyectos de ayuda a personas necesitadas, o de desarrollo y cuidado de la naturaleza.
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Jul 24, 2002 00:00