CASTEL GANDOLFO, 2 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II denunció este lunes la marginación que sufren las comunidades de creyentes y la religión en la Convención que debería llevar a la redacción de una posible Constitución europea.
El Papa volvió a manifestar su «preocupación» y su «pesar» al constatar que ese foro político y civil, surgido a finales de febrero, cae en la «marginación de las religiones, que han contribuido y contribuyen todavía en la cultura y en el humanismo del que Europa se siente legítimamente orgullosa».
«Me parece que es al mismo tiempo una injusticia y un error de perspectiva», confesó el Papa al recibir al nuevo embajador de Grecia ante la Santa Sede, Christos Botzios.
«Reconocer un hecho histórico innegable –añadió– no significa ni mucho menos desconocer la exigencia de una justa laicidad de los Estados, y por tanto de Europa».
El Papa ya había pronunciado una denuncia similar el 10 de enero pasado, al encontrarse con todos los embajadores acreditados ante la Santa Sede.
Por último, manifestó su apoyo a la ampliación de la Unión Europea, especialmente a los países de los Balcanes.
«Es evidente –dijo– que la apertura a las diferentes naciones europeas permitirá que retroceda de manera duradera todo riesgo de enfrentamientos en esa región, para que no se repitan los dramáticos conflictos que la ensangrentaron a finales del siglo XX».
Según el Papa, la «acogida progresiva» de todos los países europeos en la Unión «consolidará una cultura de la paz y de la solidaridad, uno de los puntos de fuerza del proyecto europeo».
Por su parte, el embajador Botzios, de 63 años, diplomático de carrera, agradeció tanto al Papa como al arzobispo ortodoxo de Atenas, Christodoulos, la labor de las dos Iglesias «que han unido su propia voz a favor de la integración europea, subrayando que las raíces cristianas de Europa deben ser preservadas».