CASTEL GANDOLFO, 8 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Al acercarse el 11 de septiembre, Juan Pablo II pidió este sábado a los líderes mundiales combatir el terrorismo –«crimen contra la humanidad»–combatiendo sus raíces, en particular la «injusticia» y la «opresión».
Responder al terrorismo, afirmó el Papa, exige «tomar nuevas y creativas iniciativas políticas, diplomáticas, y económicas orientadas a acabar con las situaciones escandalosas de grave justicia, opresión y marginación, que siguen oprimiendo a innumerables miembros de la familia humana».
«La Historia, de hecho, muestra que el reclutamiento de terroristas se logra más fácilmente en áreas en las que los derechos humanos son violados y en los que la injusticia forma parte de la vida cotidiana», constató en un discurso pronunciado al recibir las cartas credenciales de la nueva embajadora de Gran Bretaña ante la Santa Sede, Kathryn Frances Colvin.
«Esto no quiere decir que las desigualdades y abusos que existen en el mundo justifiquen los actos terroristas –advirtió el pontífice–: no puede haber, desde luego, justificación alguna para la violencia y el desprecio de la vida humana».
Por este motivo, no dudó en calificar a los actos terroristas como «auténtico crimen contra la humanidad».
«De todos modos –añadió–, la comunidad internacional no puede seguir dejando de subrayar las causas que llevan especialmente a jóvenes a perder la esperanza en la humanidad, en la vida misma y en el futuro, y a caer en la tentación de la violencia, el odio, y en el deseo de venganza a todo coste».
Por este motivo, recordó que convocó el pasado 24 de enero en Asís el encuentro de líderes religiosos con el objetivo de ratificar la cooperación «entre hombres y mujeres de buena voluntad de todo lugar en la construcción de un futuro de paz».
«En definitiva –aclaró–, la esperanza por un mundo mejor depende de una conversión de corazones y de una renovación espiritual de las sociedades», afirmó el obispo de Roma.
«La construcción de esta cultura global de solidaridad es quizás la tarea moral más grandes que debe afrontar hoy la humanidad», aseguró.
Este es un desafío particularmente importante para los países occidentales, concluyó, donde los valores cristianos son cuestionados en estos momentos por «modelos culturales alternativos».
Estos modelos, aclaró, «se arraigan en un individualismo exagerado que lleva con frecuencia a la indiferencia, al hedonismo, al consumismo, y al materialismo práctico, que puede erosionar e incluso subvertir los cimientos de la vida social».
La nueva embajadora británica ante la Santa Sede, Kathryn Frances Colvin, nacida en 1945, es una diplomática de carrera, que hasta ahora era jefe de protocolo en su país.