CASTEL GANDOLFO, 13 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha lanzado una auténtica campaña a favor del reconocimiento del papel histórico desempeñado por el cristianismo en la redacción de la futura constitución europea, como demostró este viernes al externar de nuevo su preocupación.
El obispo de Roma presentó por tercera vez en once días la propuesta de la Iglesia católica al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Alemania ante la Santa Sede, Gerhard Westdickenberg, diplomático de carrera de 57 años.
Recordando que «la Santa Sede ha favorecido desde el inicio el proceso de unificación del Europa», el pontífice subrayó la importancia de «la identidad espiritual-cultural» del viejo continente.
«Descuidar o incluso abandonar esta herencia sería poner en peligro y acabar perdiendo la propia identidad», afirmó.
El pontífice había planteado ya reivindicaciones análogas al encontrarse con los nuevos embajadores de Grecia (2 de septiembre) y Eslovenia (5 de septiembre).
La exclusión de los representantes de las comunidades de creyentes de la Convención europea, presidida por el ex presidente francés Valéry Giscard d’Estaing, que comenzó sus sesiones de trabajo a finales de febrero pasado, fue denunciada por Juan Pablo II el 10 de enero, en un discurso a todos los embajadores acreditados ante el Vaticano.
Citando su carta apostólica «Spes aedificandi», con la que proclamó en 1999 a las santas Brígida de Suecia, Catalina de Siena, y Edith Stein, compatronas de Europa, constató que «el cristianismo representa un elemento central y determinante» de la historia de Europa.
Subrayó, a continuación, la necesidad de introducir en la carta constitucional europea una «referencia clara a Dios y a la fe cristiana» para lo que pidió la «contribución específica» de los expertos y responsables políticos alemanes.
Entre otras cosas, el Papa alabó el compromiso alemán a favor de las naciones pobres, a pesar de los problemas ligados a la reunificación y pidió a los alemanes seguir siendo promotores de los derechos humanos, incluido el derecho a la vida.
Por su parte, el nuevo embajador alemán, reconoció la contribución de la Iglesia católica y de Juan Pablo II al proceso de integración europeo, y deseó que este apoyo se mantenga para que el proceso de unificación continúe con éxito.
Reconoció también el impulso que están dando las Iglesias cristianas a la concordia en el viejo continente, en particular, con la firma de la Carta Ecuménica en Estrasburgo, en 2001.