CIUDAD DEL VATICANO, 13 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Del 1 al 3 de septiembre se celebró en la ciudad italiana de Palermo (Sicilia) el XVI Encuentro internacional de oración por la paz, organizado por la Comunidad de San Egidio. Tuvo por tema: «Religiones y culturas entre conflicto y diálogo».
Con este motivo, el Santo Padre envió un mensaje al cardenal Roger Etchegaray, presidente emérito del Consejo pontificio Justicia y paz, uno de los principales artífices del primer encuentro, el 27 de octubre de 1986, en el que por primera vez se invitó a los representantes de las Iglesias, de las comunidades cristianas y de las grandes religiones a orar juntos por la paz.
Ofrecemos seguidamente el mensaje del Papa, traducido del italiano.
Al venerado hermano
Señor cardenal ROGER ETCHEGARAY
Presidente emérito del Consejo pontificio Justicia y paz
1. Reciba, señor cardenal, mi afectuoso saludo, que le ruego transmita a los ilustres participantes en el XVI Encuentro internacional de oración por la paz, que se celebrará en Palermo sobre el tema: «Religiones y culturas entre conflicto y diálogo».
Saludo al arzobispo de Palermo, señor cardenal Salvatore De Giorgi, a las amadas Iglesias de Sicilia y a sus pastores. Estoy seguro de que estos días de reflexión y oración ayudarán a los habitantes de Sicilia a hacer de su isla, con mayor conciencia, una tierra de acogida y de solidaridad, de convivencia y de paz. En efecto, Sicilia está llamada a ser encrucijada de encuentro, en el corazón del Mediterráneo, entre el Norte y el Sur, entre el Oriente y el Occidente.
2. La ya inminente cita de Palermo me lleva idealmente a Asís, a aquel 27 de octubre de 1986, cuando por primera vez invité a los representantes de las Iglesias, de las comunidades cristianas y de las grandes religiones a orar juntos por la paz. Y usted, señor cardenal, fue uno de los principales artífices de aquella memorable jornada, que marcó el inicio de un nuevo modo de encontrarse entre creyentes de religiones diversas: no en la contraposición recíproca, y mucho menos en el desprecio mutuo, sino en la búsqueda de un diálogo constructivo en el que, sin caer en el relativismo ni en el sincretismo, cada uno se abra a los demás con estima, siendo todos conscientes de que Dios es la fuente de la paz.
Desde entonces, prolongando el «espíritu de Asís», se han seguido organizando, año tras año, estos encuentros de oración y reflexión común, y doy las gracias a la Comunidad de San Egidio por la valentía y la audacia con que ha recogido el «espíritu de Asís», cuya fuerza ha hecho percibir cada año en diferentes ciudades del mundo. Gracias a Dios, no son pocos los casos en los que el «espíritu de Asís», favoreciendo el diálogo y la comprensión mutua, ha dado frutos concretos de reconciliación. Por tanto, estamos llamados a sostenerlo y difundirlo, recorriendo los senderos de la justicia y contando con la ayuda de Dios, que sabe abrir caminos de paz donde no lo logran los hombres.
En nuestro tiempo, vivir este espíritu es aún más necesario. Por eso, el pasado mes de enero quise volver a Asís juntamente con los representantes de las Iglesias cristianas y de las grandes religiones, después de los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre del año pasado. En Asís, transformada en un ágora de la paz entre los pueblos, dije que es preciso disipar las tinieblas de la sospecha y de la incomprensión. Pero las tinieblas no se disipan con las armas; se alejan encendiendo faros de luz (cf. Discurso en Asís, 24 de enero de 2002, n. 1: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de febrero de 2002, p. 6).
3. El 1 de septiembre en Palermo esos faros de luz se encenderán de nuevo para proyectar sus haces luminosos a toda el área del Mediterráneo, lugar de antigua convivencia entre religiones y culturas diversas, pero también escenario de fuertes incomprensiones y de cruentos conflictos. Pienso, en particular, en la Tierra Santa, que ha caído en una espiral de violencia que parece imparable.
¡Cuántos pueblos se hallan oprimidos no sólo por dolorosos conflictos sino también por el hambre y la pobreza, especialmente en África, continente que parece encarnar el desequilibrio existente entre el Norte y el Sur del planeta! Ojalá se haga desde Palermo un nuevo llamamiento para que todos, responsablemente, se comprometan en favor de la justicia y de la auténtica solidaridad.
4. La temática del Encuentro permitirá hacer un amplio análisis de la situación en el planeta y valorar cuáles deben ser los esfuerzos que hay que realizar juntos.
«¿Sobre qué bases es preciso construir la nueva época histórica?». Este interrogante, surgido de las grandes transformaciones del siglo XX, interpela a nuestras tradiciones religiosas y a las diversas culturas. «¿Será suficiente -pregunté a los jóvenes reunidos en Toronto para la reciente Jornada mundial de la juventud- apostar por la revolución tecnológica actual, que parece regulada únicamente por criterios de productividad y eficiencia, sin ninguna referencia a la dimensión religiosa del hombre y sin ningún discernimiento ético universalmente compartido?» (Homilía durante la vigilia de oración, 27 de julio de 2002, n. 2: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de agosto de 2002, p. 6).
La urgencia de este momento recuerda a la humanidad que sólo en el rostro de Dios podemos encontrar la razón de nuestra existencia y la raíz de nuestra esperanza. Ojalá que el Encuentro de Palermo favorezca esta toma de conciencia y contribuya a construir un mundo más libre y fraterno.
Aseguro mi participación espiritual y de corazón imploro de Dios toda bendición sobre los trabajos de la asamblea y sobre todos los presentes.
Castelgandolfo, 29 de agosto de 2002
[Traducción realizada por «L’Osservatore Romano»]