¿Qué hacer con Irak?

Los puntos de vista de los líderes religiosos

Share this Entry

LONDRES, 21 septiembre 2002 (ZENIT.org).- La sombra de la acción militar de Estados Unidos contra Irak ha incitado a muchos líderes religiosos a urgir nuevas negociaciones, o al menos la intervención de las Naciones Unidas, para evitar una invasión u otra forma de agresión.

Algunos, sin embargo, han salido en defensa de la opción militar. En Inglaterra, el obispo anglicano de Rochester, Michael Nazir-Ali, afirmaba que los líderes occidentales tenían la responsabilidad de luchar contra el terror, e Irak ha probado ya que es capaz de invadir a sus vecinos y de atacar a su propia población, informaba el Telegraph el 5 de septiembre.

En los Estados Unidos, una de las confesiones religiosas más numerosas, la Convención Baptista del Sur, que cuenta con 16 millones de fieles, también ha aprobado el uso de la fuerza. Un artículo publicado el 9 de septiembre por Baptist Press informaba de los comentarios de Richard Land, presidente de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa Baptista del Sur.

Entre los factores que justificaban la acción que citaba Land, estaba el desarrollo por parte de Hussein de armas de destrucción masiva que “planea usar contra Estados Unidos y sus aliados”. Observaba cómo el líder irakí “ha roto todos los acuerdos que eran una condición del alto el fuego en la Guerra del Golfo, incluyendo el permitir la entrada en su país a los inspectores de armas”.

Land también se refirió a las recientes fotografías de satélite, que han descubierto nuevas construcciones y otros cambios inexplicables en algunos lugares de Irak relacionados con la energía nuclear. “La acción militar contra el gobierno irakí sería una acción defensiva”, afirmaba Land. “El coste humano resultante de no derrocar a Hussein y acabar con su gobierno que produce, prolifera y propone el uso de armas de destrucción masiva lo deberemos pagar ahora o pagarlo con mayor coste más tarde”.

Un apoyo más cualificado vino de Rich Cizik, el vicepresidente de asuntos gubernamentales de la Asociación Nacional Evangélica. Cizik piensa que la implicación de Saddam con Al-Qaida da una amplia justificación para el ataque; sin embargo, afirma que el Congreso necesita ratificar la decisión. “Esto, junto con la formación de una coalición de aliados, podría dar como resultado una autoridad apropiada”, afirmaba Cizik, según la entrega del 2 de septiembre de la revista Christianity Today.

Promover el diálogo
La oposición a la opción militar ha venido de una amplia variedad de fuentes. El arzobispo Jean-Louis Tauran, secretario vaticano para las relaciones con los estados, pidió más diálogo, en una entrevista publicada el 10 de septiembre en el diario italiano Avvenire.

Si esta opción falla, afirmaba, cualquier acción militar debería se un asunto que decidiera la comunidad internacional a través del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El Consejo de Seguridad debería considerar los efectos negativos que una invasión podría tener sobre la población civil, al igual que las repercusiones para la estabilidad regional y global, explicaba el arzobispo. No seguir este proceso conduciría a una situación donde el más fuerte impone su propia ley a los demás, concluía.

En Inglaterra, el arzobispo de Westminster, el cardenal Cormac Murphy-O’Connor, se mostró en contra del uso de la fuerza, en un artículo publicado el 5 de septiembre en el Times. El primado inglés reconocía que “hay buenas razones por las que muchos, incluyendo nuestro gobierno y el de Estados Unidos, miran al régimen de Irak como una amenaza para la seguridad de la región y, presumiblemente, para occidente”.

Pero advertía: “Una guerra en Irak podría causar una gran destrucción y sufrimiento. También tendría graves consecuencias para nuestro país y para el mundo”. Además, pedía evidencias claras “de que la amenaza planteada por Irak sea grave e inminente, y de que el régimen debe cambiar por sí mismo o ser cambiado”.

El cardenal concluía que “la sabiduría de acciones o de políticas específicas con impacto internacional se debe juzgar en última instancia por el grado en el cual mejoran a una parte de toda la humanidad, especialmente a la más pobre, y realzan las perspectivas de paz mundial. Actualmente hay razones genuinas para dudar de que una acción militar contra Irak pudiera pasar este juicio”.

El arzobispo anglicano de Canterbury, George Carey, también pedía precaución. “Respeto al Primer Ministro pero creo personalmente que no se debería llevar a cabo ninguna acción, hasta que no haya un fuerte consenso en las Naciones Unidas”, afirmaba, según un reportaje de la BBC del 10 de septiembre.

El sucesor nombrado de Carey, Rowan Williams, se opone a una acción militar contra Irak. Su firma estaba entre otras 2.500 que fueron entregadas en la residencia de Tony Blair con una petición de paz, informó el 6 de agosto la BBC. La declaración, elaborada por el grupo cristiano pacifista Pax Christi, calificaba cualquier ataque contra Irak como “inmoral e ilegal”. También firmaron la carta otros seis obispos, tanto anglicanos como católicos.

Por medios pacíficos
En Estados Unidos, el 30 de agosto, una nota de prensa de Jim Winkler, jefe ejecutivo del gabinete de abogados de la Iglesia Metodista Unida, pedía al Presidente George W. Bush que no atacara a Irak y buscara una solución pacífica a través de las Naciones Unidas. La declaración observaba que tanto Bush como el vicepresidente, Dick Cheney, eran metodistas.

Winkler indicaba: “Nuestra Iglesia se opone categóricamente a que las naciones poderosas intervengan contra las débiles. Reconocemos que la primera tarea moral de todas las naciones es resolver por medios pacíficos cada disputa que surja entre las mismas”.

“Una guerra preventiva representa el mayor y más peligroso cambio en la política exterior de Estados Unidos. También marcan un terrible precedente para otras naciones”, afirmaba la nota de prensa de Winkler. “La guerra preventiva no puede convertirse en un principio universalizado con resultados de desastre y caos”.

También ha entrado en la discusión el Consejo Mundial de las Iglesias. En una nota de prensa del 30 de agosto, 37 de sus líderes, de Estados Unidos, Reino Unido y Canadá pidieron una restricción a los gobiernos norteamericano y británico. Expresaron su preocupación sobre el “probable coste humano de la guerra con Irak, especialmente de civiles”.

Aquel mismo día, el obispo que preside la Iglesia Evangélica Luterana en Estados Unidos, Mark S. Hanson, publicaba una declaración expresando su profunda preocupación sobre un posible ataque militar preventivo. Citaba de forma extensa el gran sufrimiento que deberán afrontar los civiles iraquíes. También observaba que muchas otras naciones se oponen al uso de la fuerza y prefieren la opción de las inspecciones de armas.

El 6 de septiembre el obispo que preside la Iglesia Episcopaliana en Estados Unidos, Frank Griswold, admitía: “El problema de Irak no tiene fácil solución”. Sin embargo, continuaba: “A través de iniciativas diplomáticas y multilaterales, podemos servir al interés común e intentar contener las amenazas a la seguridad nacional planteadas por el régimen de Saddam Hussein en Irak”. Mientras el mundo espera inquieto, el debate sobre Irak continuará.

En España, monseñor Juan José Omella, obispo de Barbastro y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, en declaraciones al diario «La Razón» el 11 de septiembre de 2002 se pregunta «¿Se han agotado todas las vías antes de recurrir a la guerra?».

Por su parte el obispo de Mondoñedo, monseñor José Gea, subraya que «todos debemos evitar la guerra y los gobernantes deben defender a sus súbditos contra un ataque injusto. No pueden renunciar a defenderlos. Sin embargo, la guerra debe ser el último recurso, un
a vez agotados todos los demás, y en este caso concreto se deben agotar las vías diplomáticas».

Monseñor Gea dice que «las injusticias permanentes son una amenaza para la paz. Si somos conscientes de que los bienes de la creación han sido dados para todos los hombres, es una injusticia permanente el que haya pueblos muriendo de hambre y otros nadando en abundancia».

El obispo Wilton D. Gregory, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, en una carta dirigida al presidente Bush el 13 de septiembre de 2002, le invita a «buscar activamente alternativas a la guerra» (Carta del presidente del episcopado de EE UU a Bush sobre Irak).

«Decisiones de esta gravedad requieren respetar los imperativos constitucionales de los Estados Unidos –concluye–, alcanzar un amplio consenso en nuestra nación, y una ratificación internacional, de preferencia por el Consejo de Seguridad de la ONU».

Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación

@media only screen and (max-width: 600px) { .printfriendly { display: none !important; } }