Los motivos de mi expulsión de Rusia

El testimonio del padre Jaroslaw Wisniewski

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MADRID, 30 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el testimonio del padre Jaroslaw Wisniewski, de origen polaco, expulsado el 10 de septiembre de la Federación Rusa después de llegar al aeropuerto de Jabarovsk (en la costa siberiana del Océano Pacífico) donde pensaba dirigirse a sus parroquias de Petropavlovsk y Sakhalin (Siberia oriental). El padre lo envió al semanario Alfa y Omega.

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Una declaración oficial de la Iglesia ortodoxa de finales de junio de 2002 criticaba a la Iglesia católica de sobreactividad y de atraer a rusos étnicos -el idioma ruso distingue entre ciudadano ruso y ruso étnico, de toda la vida, una diferenciación de especial importancia para la Iglesia ortodoxa, que considera a los segundos de su exclusiva responsabilidad pastoral-.

El obispo Kirill, autor del documento, dice que Rusia no necesita misioneros extranjeros, porque ya fue bautizada hace 1.000 años y es en su mayoría ortodoxa. Según él, los católicos estamos haciendo proselitismo entre los rusos. Se dan nombres en el documento de sacerdotes y de religiosas católicos, y se citan Congregaciones que incluyen en su nombre oficial la voz misioneros: Misioneros del Verbo Divino, Misioneros Claretianos, Misioneros de la Sagrada Familia… También mi nombre estaba en esa lista. El obispo Cirilo mencionó mi desagradable entrevista en una televisión en Kamchatka, en la que expresaba una verdad histórica, pero supuso un impacto para la población local, que desconoce lo cerca que estuvieron católicos y ortodoxos. Dada la competencia que tenemos en Rusia, la ortodoxia de Moscú prefiere guardar silencio sobre ello, y siempre se refiere a nosotros, los católicos, como herejes… De ahí que hablar acerca de ese tabú sea la segunda posible causa de mi expulsión.

Y está la historia de Karafuto… Sakhalin, la parroquia de Rusia, cerca de Hokkaido, donde permanecí los últimos tres años, tiene una bella tradición católica vinculada a raíces japonesas. Busqué algunos detalles y descubrí que, en tiempos japoneses (1905-1945), cerca de 34 sacerdotes trabajaban allí. Es muy sencillo informarse en la diócesis de Sapporo. Hasta diciembre de 2000, monseñor Peter Jinoushi era el Prefecto Apostólico de Sakhalin (Karafuto), y como la comunidad fue destruida en 1948 (en 1992 por fin pudo ser renovada por misioneros coreanos de Taegu), las autoridades rusas nunca se preocuparon por ella. El problema empezó sólo cuando se transfirió la responsabilidad canónica de Sapporo a Irkutsketia, y esta diócesis puso en todos sus documentos Siberia Oriental y Karafuto. Por este motivo, alguien comentó en Moscú que estaba dando una excusa para devolver Sakhalin a Japón. Desde nuestro punto de vista católico, el Vaticano ha respetado completamente la soberanía rusa sobre Sakhalin: monseñor Mazur, de Irkutsk, fue nombrado jefe de Sakhalin en vez del obispo japonés. El recién nombrado obispo simplemente respetó la tradición y siguió llamando a Shakhalin Karafuto, sin ningún significado político. Por estos motivos, desde enero hasta el 10 de abril de 2002, fui invitado al Ministerio de Justicia, al tribunal y a la policía de inmigración para explicar la situación. Obedecimos las directivas rusas, pero desgraciadamente eso no les satisfizo, y el obispo Mazur fue expulsado el 19 de abril, y ahora, el 10 de septiembre, quizá se me haya expulsado por el mismo motivo.

Lo más gracioso de todo esto es que se trata sólo de probables motivos. La policía de inmigración da como única explicación que todo país tiene el derecho soberano de prohibir la entrada a extranjeros. La Santa Sede ha protestado, pero no ha habido ninguna reacción. En este momento, soy uno de los cinco sacerdotes expulsados de Rusia sin recibir una explicación oficial. La diferencia es que los sacerdotes que me precedieron tenían un visado temporal de un año, mientras que yo había permanecido 10 años en Rusia, y en 2000 obtuve un visado válido por 5 años hasta 2005 y con la posibilidad de obtener la nacionalidad rusa en 2003. Los abogados me dijeron que ese documento sólo puede ser anulada por el tribunal. Por eso pienso que mi caso es muy especial, y pido a los defensores de derechos humanos que piensen sobre cómo se puede resolver este caso.

Podría contar otros posibles motivos. Ésta es una opinión personal. Los católicos, al tener muchos amigos generosos en países extranjeros, han construido recientemente muchas bellas iglesias en Rusia. El Patriarcado ortodoxo, al no tener tantos amigos, construye menos iglesias. Yo pude construir una bonita iglesia en el centro de Sakhalin. Y ésa fue quizá la principal razón práctica, aunque no jurídica, para expulsarme. En tiempos del imperio zarista, cuando la ortodoxia era religión de Estado, a los católicos se les prohibió construir iglesias con torres más elevadas que las iglesias locales ortodoxas. Es gracioso, pero aquélla era la situación. Parece que la autoridad ortodoxa quiere restaurar esa norma.

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ZENIT Staff

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