MADRID, 14 octubre 2002 (ZENIT.org).-Monseñor Francisco Javier Cases Andreu, obispo de Albacete, considera que la crisis vocacional que atraviesa la Iglesia en España se debe especialmente a que la sociedad «se ha descristianizado a pasos agigantados».

Aun así, el prelado en una entrevista publicada este lunes por el diario La Razón asegura que el número de seminaristas va «in crescendo», aunque lentamente, y que su formación es cada vez más completa.

El prelado, vocal de la Comisión de la Conferencia Episcopal Española de Seminarios y Universidades, explica que En los años setenta sí se podía hablar de crisis profunda: «en España pasamos de 6.000 a 1.500 seminaristas. Sin embargo, en 1991 teníamos 1.939 seminaristas, y en 2001, 1.780, un ocho por ciento menos».

«En la ordenación del número de sacerdotes estamos prácticamente igual que hace diez años. En los seminarios, además, hay más estabilidad y se salen menos seminaristas», observa.

«Hasta hace muy poco, el 50 por ciento de los seminaristas del seminario mayor venían del menor. Las estadísticas recientes indican que esta cifra ha caído al 35 por ciento. Hoy dominan entre los seminaristas los mayores de 20 años, de origen predominantemente urbano, un 25 por ciento de ellos con estudios universitarios, y que provienen de grupos juveniles parroquiales, de la pastoral universitaria y de nuevos movimientos de la Iglesia», revela.

El hecho de que muchos candidatos provengan de los movimientos, según observa el prelado, «se debe a que éstos imprimen una fuerte identificación y llevan a los jóvenes a la adhesión en todas las dimensiones de la vida: intelectual, social, de convivencia, celebrativa, etc.».

Por lo que se refiere a la formación, explica: «los sacerdotes han de entender que su formación es una tarea que nunca se acaba».

«Para mí, el gran campo de misión de la Iglesia hoy son los adolescentes y los jóvenes --aclara--. La crisis religiosa en España afectó a una generación que no ha enseñado a sus hijos la fe. Son un verdadero campo de misión. No es que se hayan salido de la Iglesia; es que nunca han estado en ella. Por eso hay pocas vocaciones: es difícil sacarlas de un campo de misión».