RÍO DE JANEIRO, 25 octubre 2002 (ZENIT.org–Avvenire).- Este domingo se celebrará en Brasil la segunda vuelta electoral presidencial que enfrenta a Luiz Inácio Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores (PT) y al oficilista José Serra.
En esta entrevista el obispo auxiliar de Río de Janeiro, Filippo Santoro, responsable de la pastoral política de la arquidiócesis y miembro de la Comisión de Doctrina de la Conferencia Episcopal brasileña (CNBB) explica su visión del actual momento político del país.
Conoce el terreno, pues en su pastoral afronta también el problema del narcotráfico y no ahorra visitas pastorales a la mísera periferia de Río. Pero, al mismo tiempo, es también un intelectual atento a la difícil realidad política del país. En Río, ha sido elegido presidente del Consejo Nacional de las Iglesias Cristianas (CONIC).
–¿Cómo explica la victoria del candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Luis Ignacio «Lula» da Silva en la primera vuelta de las elecciones presidenciales?
–Monseñor Santoro: El candidato de la izquierda recoge los votos de protesta, de descontento –no tanto un modelo político o económico–, contra la incapacidad del Gobierno de administrar y gestionar los inmensos recursos y las grandísimas riquezas de Brasil. Es importante distinguir entre el modelo, que es ásperamente criticado, y la gestión, que es la responsable directa de su fracaso.
–El modelo económico está sin embargo en el banquillo de los acusados en toda América Latina. ¿Cuál es la receta para salvarlo?
–Monseñor Santoro: La estrategia es la de, antes que nada, humanizarlo. Como dice la doctrina de la Iglesia, debe estar al servicio de la persona y del bien común, en vez del de una minoría que acumula dinero pensando en su interés personal. México es un ejemplo de cómo se puede mejorar.
–¿Cuál ha sido en Brasil el mayor error del actual Gobierno?
–Monseñor Santoro: Ciertamente el de no haber realizado las reformas sociales y administrativas, en especial la de la previsión social y la tributaria, que eran imprescindibles para el crecimiento armonioso del país. El segundo mandato del presidente Fernando Henrique Cardoso ha dejado mucho qué desear. Se ha dejado a un lado también la reforma agraria con la que se habrían podido generar miles de puestos de trabajo. Hoy en Brasil hay todavía 33 millones de personas que sufren hambre. Apenas el 6% ha salido del umbral de la miseria. La clase media se ha empobrecido. Y sólo la clase más alta se ha beneficiado de la estabilidad económica y del fin de la hiperinflación.
–¿Podemos creer en la imagen y los tonos moderados de «Lula»?
–Monseñor Santoro: «Lula» se autodefine revolucionario. Pero en un mundo globalizado como el actual, el modelo económico deja poco margen a las alternativas. Se pueden introducir correctivos, ciertamente. Las alianzas que «Lula» ha hecho demuestran, sin embargo, una incoherencia política de fondo. Ha aceptado el apoyo del Partido Liberal, que aquí representa la derecha de una parte de ricos empresarios. Para la estabilidad del futuro Gobierno, los aliados de la izquierda radical-marxista que componen la coalición de «Lula» podrían revelarse menos peligrosos que estas alianzas innaturales.
–Y sobre los principios morales más importantes para la Iglesia, ¿como se presenta «Lula»?
–Monseñor Santoro: No hay diferencias significativas. Todos los candidatos han mantenido, por ejemplo, el respeto de la legislación actual sobre el aborto, que se permite en caso de violación o peligro de vida de la mujer. Desde un punto de vista moral, todos van contra la orientación de la Iglesia. «Lula» sin embargo hace de ello una cuestión de principio. Para él, el aborto debe ser libre.