ASÍS, 31 octubre 2002 (ZENIT.org).- Un encuentro internacional recientemente celebrado en Asís ha propuesto un plan concreto para que el desarme nuclear tenga una repercusión económica favorable en los proyectos de desarrollo de los países pobres. Se lograría un doble objetivo: desarmar el hambre y globalizar la paz.
Así se desprende de las conclusiones de la Cumbre Internacional para la Paz en el Mundo, celebrada en Asís del 18 al 20 de octubre pasado y promovida por el Comité de Unión de Católicos para una Civilización del Amor (asociación de voluntarios que trabaja en los países pobres mediante la realización de microproyectos) y el Sacro Convento de Asís.
La idea procede de los acuerdos de desarme nuclear y de conversión del uranio (en 1993) y del plutonio (24 de enero de 2002) entre Estados Unidos y Rusia. En efecto, el material hendible contenido en las cabezas nucleares, oportunamente diluido hasta valores de concentración que ya no sean explosivos, puede utilizarse industrialmente como combustible en los reactores nucleares ya existentes.
Según el acuerdo suscrito entre la USEC (la sociedad para el enriquecimiento del uranio, recientemente privatizada que sigue trabajando con el gobierno estadounidense en el proyecto en marcha) y el MINATOM (Ministerio ruso para la energía nuclear, representado por la Technabexsport, Tenex en su denominación breve), de esta operación se obtendrá en veinte años combustible suficiente para producir 6 trillones de KWh.
Es equivalente a generar luz durante dos años para todo EE. UU., semejante a 10 mil millones de barriles de petróleo y a 3 mil millones de toneladas de carbón. La operación, también llamada «De Megatones a Megavatios», generará un aprovechamiento económico sobresaliente para la economía mundial: alrededor de 20 mil millones de dólares.
En un documento final de la Cumbre celebrada en Asís, se solicita «emplear parte de los recursos económicos producidos por la fundición de los materiales nucleares de las cabezas atómicas desmanteladas por las superpotencias, en estos quince años de no beligerancia y de desarme, en la realización de proyectos de desarrollo en los países pobres».
El texto –titulado «Programa de conversión de las armas en proyectos de desarrollo en el sur del mundo»– subraya que «el histórico proceso de desarme nuclear ofrece la posibilidad de proteger nuevos recursos para contrarrestar el hambre y la pobreza en el mundo».
«Esta nueva oportunidad –añade– tiene una profunda motivación ética, puesto que responde a la necesidad innata de paz y justicia del corazón de la civilización no sólo occidental, sino de toda la humanidad».
El documento final recoge el sentir de Francesco Bistoni, rector de la Universidad de Perugia; Simona Beretta, profesora de Política Económica e Instituciones Internacionales de la Universidad Católica del Sagrado Corazón (Milán); Paolo De Magistris, responsable del Ciclo del Combustible para las Centrales Nucleares de Enel; Enrico Jacchia, director del Centro de Estudios Estratégicos de la Università LUISS Guido Carli (Roma); el padre Joseph Joblin, s.j., profesor de la Pontificia
Universidad Gregoriana (Roma); Ferruccio Marzano, profesor de Economía del Desarrollo de la Universidad La Sapienza (Roma); Ignazio Musu, profesor de Economía Política de la Universidad de Venecia; Renato A. Ricci, presidente emérito de la Sociedad Europea de Física; Giuseppe Rotunno, secretario nacional del Comité de Unión de Católicos para una Civilización del Amor (Roma); y Stefano Zamagni, profesor de Instituciones de Economía de la Universidad de Bolonia.