Corrientes calientes y frías en el tema del calentamiento global

Los datos conflictivos hacen difícil sacar conclusiones

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NUEVA DELHI, 2 noviembre 2002 (ZENIT.org).- La tormenta del calentamiento global y los cambios climáticos sigue azotando los debates internacionales. En la víspera de un encuentro de 80 ministros de gobierno, el Financial Times informaba el 22 de octubre sobre los temores “de que el cambio climático podría devastar a los países en vías de desarrollo”.

Entre los temas de la conferencia de diez días, que comenzó el 23 de octubre, aparecía el debate sobre cómo deberían prepararse los países en vías de desarrollo ante el impacto del calentamiento global. Las naciones del Tercer Mundo pidieron a los países ricos que tomen más medidas para hacer efectivos los acuerdos internacionales, especialmente las directrices del tratado de Kyoto.

Sin embargo, los científicos difieren sobre el tema del calentamiento global. El pasado junio se publicaba un resumen con las posiciones sobre la materia, “Global Warming: Science, Politics and Nature”, en la serie “Understanding Global Issues”. El informe afirmaba que la complejidad del sistema climático de la tierra hace sumamente difícil el poder formular afirmaciones ciertas sobre muchos de los temas clave.

Durante los últimos 10.000 a 15.000 años, han ocurrido cierto número de fluctuaciones en la temperatura que no pueden ser atribuidas a la influencia de la acción humana, observa el estudio. Y los modelos realizados gracias a la ayuda del ordenador que intentan predecir los cambios de temperatura están lejos de ser certeros. La omisión, o la subestimación, de factores tales como la copertura de las nubes o la cantidad de partículas de polvo en la atmósfera pueden hacer poco fiables estos pronósticos.

En cuanto a la presencia de carbono en la atmósfera, considerada como uno de los factores que causan el calentamiento global, el estudio observa que actualmente hay cerca de 750.000 millones de toneladas de carbono. Se calcula que la actividad humana añade 7.000 millones de toneladas al año. Una parte de esta cantidad es absorbida por los océanos y los bosques, otra parte permanece en la atmósfera, pero otra parte resulta inexplicable –y los expertos discrepan en el tema de adónde va exactamente–.

Otra serie de dificultades es debida a la medición de las temperaturas globales. Hasta hace poco, las temperaturas de los mares se medían sumergiendo un cubo en el mar. Los resultados podían variar según el tipo de cubo usado. Además, medir temperaturas con precisión, en el mar o en la tierra, es, con frecuencia, difícil. En la tierra, las medidas tomadas en las áreas urbanas son normalmente más altas debido a los edificios y a las carreteras. Y las mediciones del pasado son sólo una ayuda limitada, puesto que las cifras corresponden casi en exclusiva al hemisferio norte.

Complicaciones con los datos
Las predicciones sobre las temperaturas del futuro reflejan las incertidumbres en este campo. El informe del año 2001 de la Mesa Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), de las Naciones Unidas, pronosticó un calentamiento de 1,5 a 5,8 grados Celsius para el año 2100.

El informe de IPCC es citado a menudo como una fuente autorizada por aquellos que defienden una acción decisiva para controlar el calentamiento global. Sin embargo, uno de los autores del informe, John Christy, precisaba algunos problemas constatados en dicho estudio. Christy expresaba sus puntos de vista en un capítulo del libro “Global Warming and Other Eco-Myths”, editado por Ronald Bailey.

Apuntaba que el informe de IPCC del año 2001 fue elaborado por 122 jefes de redacción. La mayoría de los autores no tuvieron nada que ver con el resto de los capítulos, fuera del suyo propio. Por ello, “las declaraciones de los ecologistas ideológicos de que miles de científicos del IPCC están de acuerdo en algo son simplemente falsas y falsifican el proceso”, escribía Christy. Además, precisaba que la breve lista de puntos usados por los medios de comunicación fue en realidad editada y aprobada por un organismo político, no por los autores del estudio.

Christy también explicaba que, mientras las temperaturas de la superficie han subido, los niveles de la atmósfera muestran sólo un aumento muy pequeño. Por ejemplo, se informó que el año 2001 había sido el segundo año más cálido desde que se tienen datos registrados. Sin embargo, observaba Christy, en cuanto a los niveles en la atmósfera, el 2001 fue sólo el noveno más cálido, entre los 23 años en que se han registrado estas temperaturas.

La investigación en este campo todavía está en una etapa de desarrollo. Un ejemplo fue el aviso de que hace más frío en el Polo Sur del que se creía con anterioridad, informaba Agence France-Presse el 10 de septiembre. Los científicos de Estados Unidos que trabajan en la estación polar Amundsen-Scott afirman que han medido la temperatura de la atmósfera a una altura de 30 a 110 kilómetros sobre el polo y han descubierto que es entre 20 y 30 grados Celsius más fría que lo predicho por los modelos de ordenador.

Se usan varios modelos para predecir el clima global, y han de hacerse algunas presunciones, incluyendo las temperaturas del aire sobre la Antártida, observaba el reportaje de AFP.

Después, el 19 de octubre, la BBC informaba de que científicos alemanes habían encontrado evidencias de la relación de los rayos cósmicos con el cambio climático. Los científicos detectaron grupos de partículas cargadas en la parte más baja de la atmósfera, que probablemente fueron causadas por radiación del espacio. Afirman que estos grupos pueden conducir a núcleos condensados que forman las nubes densas. Las nubes juegan un papel mayor, aunque no se comprende del todo, en la dinámica del clima, con algunos tipos de ellas actuando para enfriar el planeta y otras para calentarlo, informaba la BBC.

También resulta difícil interpretar los acontecimientos climáticos. Por ejemplo, el resquebrajamiento de grandes icebergs se presenta algunas veces como una evidencia del calentamiento global. Pero, observaba Associated Press el 23 de mayo, el resquebrajamiento de los icebergs de la Antártida, en los pasados meses, fue sólo parte de un proceso que los científicos han definido como el regreso a las condiciones de hielo de años pasados. De hecho, observaba AP, algunas plataformas de hielo han estado creciendo en los últimos años.

El investigador de la Universidad de Chicago, Douglas MacAyeal, que colocó estaciones meteorológicas automatizadas y dispositivos de seguimiento sobre uno de los nuevos icebergs, afirmaba que los satélites y otras tecnologías están permitiendo a la ciencia, por primera vez, observar el nacimiento de estos grandes colosos. El proceso, afirmaba, es parte de un ciclo natural en el que las plataformas de hielo crecen y luego dan a luz icebergs de acuerdo a escalas geológicas de tiempo.

El New York Times revelaba el 2 de abril que los recientes cambios climáticos en la Antártida han sido incluso contradictorios. Pero, hacía notar, no se han cumplido los temores sobre el aumento del nivel de los mares causado por las altas temperaturas. Incluso, aunque el termómetro suba hasta el nivel más alto entre las posibilidades previstas por el informe de IPCC, la Antártida es tan fría que casi todo el hielo seguiría congelado.

Los costes de Kyoto
Quienes se oponen al tratado de Kyoto defienden que incluso si las temperaturas subieran, la solución propuesta por el acuerdo sobre reducción de emisiones de carbono sería demasiado costoso. Canadá, por ejemplo, ha tenido un largo debate sobre el tema de los costes. El periódico Globe and Mail del 9 de abril afirmaba que la cuenta a pagar por Canadá para cumplir las obligaciones de Kyoto, reduciendo sus emisiones de gas, podría llegar hasta los 15.000 millones de dólares canadienses (9.500 millones de dólares USA) en cinco años.

Esta estimación vino de un informe no oficial, per
o pocos días antes de que el ministro de medio ambiente, David Anderson, reconociera que el precio de cumplir con Kyoto podría llegar hasta los 10.000 millones de dólares canadienses (6.300 millones de dólares USA).

Por lo que respecta a otros países, Roger Bate, escribiendo en el Wall Street Journal el 22 de abril, calculaba que cumplir con Kyoto “costará a Alemania y Gran Bretaña cerca del 5% de su Producto Interior Bruto y un aumento del desempleo cifrado en 1,8 millones y 1 millón, respectivamente”. La estimación fue hecha por la consultora de energía DRI-WEFA, que también estimó que Holanda perderá el 3,8% de su Producto Interior Bruto, y 240.000 empleos, y España el 5% del Producto Interior Bruto y un millón de empleos.

Dejando a parte los debates sobre el calentamiento global, las medidas propuestas por el tratado de Kyoto parecen todavía más dudosas.

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ZENIT Staff

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