CIUDAD DEL VATICANO, 1 diciembre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II inauguró este domingo una nueva actividad pastoral: en vez de ir a visitar a las parroquias de su diócesis, Roma, son ahora los parroquianos quienes vienen a verle al Vaticano.
En esta ocasión se trataba de una parroquia sumamente especial, la parroquia de Santa Pudenciana, lugar de encuentro y de referencia para los miles de inmigrantes filipinos que viven en Roma.
El Papa debía haberse encontrado con ellos el 24 de febrero del año pasado, en la misma Basílica de Santa Prudenciana, pero el dolor provocado por la artrosis en la rodilla derecha le llevó a suspender aquella visita, que le obligaba a caminar durante varios recorridos de la parrquia.
Este domingo vinieron a la sala de las audiencias generales del Vaticano más de 4 mil inmigrantes filipinos. Juan Pablo II celebró con ellos la eucaristía y les alentó a «no desfallecer de ánimo. El hecho de que sois inmigrantes os hace más queridos a los ojos de Jesús», afirmó.
Los aplausos, las banderas, los colores parecían haber transportado la sala de las audiencias generales del Vaticano a Manila. Los cantos fueron entonados por el coro de la parroquia y por los niños. En el ofertorio, varios filipinos avanzaron hasta el altar danzando un canto compuesto para ese significativo momento eucarístico.
En la homilía, el Santo Padre se detuvo a analizar la difícil realidad de la inmigración que prácticamente todos los presentes han tenido que afrontar en su vida.
«Muchos de vosotros –observó el Papa– han tenido la posibilidad de encontrar trabajo aquí en Italia y han alcanzado un nivel de vida que les permite ayudar a los familiares que se han quedado en la patria».
«Par otros –añadió–, sin embargo, y espero que sean pocos, la condición de inmigrantes ha provocado problemas serios, incluida la soledad, la separación de las familias, la pérdida de los valores del pasado y en ciertos casos incluso la pérdida de la fe».
Por este motivo, Juan Pablo II hizo un llamamiento «a no desalentarse y a seguir avanzando por el camino de la solidaridad y de la fe».
Por último, hizo un llamamiento a quienes dan trabajo a los inmigrantes para que «les den la bienvenida y amen a estos hermanos y hermanas nuestros en Cristo».