El coste humanitario de la guerra

Estados Unidos espera limitar las bajas civiles, pero otros no son tan optimistas

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WASHINGTON, 15 de marzo de 2003 (ZENIT.org).- La preocupación por las bajas civiles en un Irak en guerra está dando alas a la oposición a todo tipo de conflicto. Las estimaciones sobre las muertes y el número de refugiados varían ampliamente, pero todos coinciden en que un gran número de personas inocentes padecerán sufrimientos.

Un informe escapado de la Naciones Unidas calculaba en más de medio millón el número de personas que necesitarán asistencia médica en caso de un conflicto militar, informaba el 29 de enero el diario británico Guardian. La Organización Mundial de la Salud estimaba que cerca de 100.000 civiles podrían ser heridos, y otros 400.000 podrían sufrir como consecuencia del bombardeo del agua y de los servicios sanitarios y por la falta de alimento.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia calculaba que cerca de 3 millones de personas, el 80% de ellas niños de menos de 5 años, podrían sufrir una situación calamitosa debida a la falta de alimentos. El informe de Naciones Unidas observaba que cerca de 16 millones de iraquíes dependen de la cesta de alimentos mensual con bienes básicos entregada por el gobierno. En caso de guerra probablemente se verían interrumpidas estas entregas.

El 28 de enero un grupo de organizaciones de ayuda del Reino Unido –Oxfam, CAFOD, Christian Aid, ActionAid y Save the Children– publicaron una nota de prensa común advirtiendo que la acción militar podría desencadenar un desastre humanitario. «La acción militar contra Irak podría devastar la vida de millones de personas», citando las palabras de la directora de Oxfam, Barbara Stocking. «La situación humanitaria en Irak es ahora más frágil que en vísperas de la Guerra del Golfo de 1991».

La declaración también comentaba que, bajo la Convención de Ginebra, está contra la ley internacional humanitaria el convertir en objetivos durante una acción militar «cualquier objeto indispensable para la supervivencia de la población civil». En el caso de Irak, estos objetos incluyen infraestructuras tales como puertos, ferrocarriles y carreteras vitales para la ayuda alimentaria a lo largo del país, como el sistema de agua y sanitario, accionado por las fuentes principales de electricidad.

Hospitales pobres, desnutrición extendida
Un informe hecho público por el Center for Economic and Social Rights (CESR), con sede en Nueva York, advertía que el frágil sistema sanitario iraquí, gravemente dañado ya por 12 años de sanciones económicas, es penosamente inadecuado para hacer frente a los efectos de una nueva guerra.

El informe afirmaba que el 92% de los hospitales examinados indicaban que carecían del equipo médico básico. La escasez de medicamentos, incluyendo antibióticos, ya está minando los cuidados rutinarios.

«Nuestro informe confirma que es inverosímil que las agencias de ayuda internacionales puedan evitar un gran desastre humanitario», afirmaba Michael Van Rooyen, director del Center for International Emergency, Disaster and Refugee Studies en la Escuela Johns Hopkins Bloomberg de Salud Pública, en una nota de prensa de CESR.

Los resultados del informe se basan en una misión de investigación llevada a cabo del 19 al 29 de enero por un equipo del CESR de 16 expertos humanitarios, incluyendo a Hans von Sponeck, antiguo coordinador humanitario de Naciones Unidas para Irak. Los miembros del equipo entrevistaron a funcionarios de Naciones Unidas y del gobierno iraquí; visitaron hospitales, clínicas, mercados públicos, plantas de electricidad, agua y sanitarias, y otros lugares civiles; y repasaron documentos confidenciales de las Naciones Unidas.

Otra llamada de advertencia vino del Catholic Relief Services con sede en Estados Unidos. Un informe en su página web comenta que Irak está haciendo frente a una crisis humanitaria. Muchos niños están viviendo en condiciones de pobreza, y cerca del 25% de los jóvenes muestran signos de malnutrición crónica. Ya en el 2001 el número de personas con acceso a agua potable cayó hasta sólo el 11% en comparación con el 92% de 1989.

Catholic Relief Services defendía que una intervención militar implicará potencialmente unos costes humanos tremendos entre un ya sufrido pueblo iraquí. Sus responsables «repiten la llamada de los obispos a que en este momento se deben agotar primero las alternativas constructivas a la guerra».

Las agencias internacionales de ayuda no tendrían probablemente los fondos para hacer frente en su totalidad a los efectos de una guerra. Las agencias de las Naciones Unidas dicen que los donantes sólo han dado una cuarta parte de los 120 millones de dólares necesarios para los ayudas de emergencia, informaba el 5 de marzo Reuters.

«Necesitamos urgentemente fondos adicionales», afirmó Elisabeth Byrs, portavoz de la Oficina en Ginebra de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. «Se ha proporcionado muy poco dinero. Hay un agujero de cerca de 90 millones de dólares».

El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, por ejemplo, ha recibido compromisos de sólo 7.5 millones de dólares para alimentos tras un llamamiento de unos 23 millones de dólares en un plan de contingencia para alimentar 900.000 iraquíes en un periodo de 10 semanas. Y el Fondo de Naciones Unidas para los Niños (UNICEF), que encabezará el trabajo de ayudas para el agua y la sanidad, ha recibido sólo 2 millones de dólares de los 14 que necesitaba recibir tras la petición de fondos de Naciones Unidas.

Esperando limitar los daños
Estados Unidos y sus aliados han intentado tratar la preocupación sobre las consecuencias humanitarias de una guerra. Los argumentos se han conducido a que liberar Irak llevará a una mejora de los derechos humanos y las libertades. Esta posición se explicó en los comentarios hechos por el primer ministro británico, Tony Blair, citados en un análisis de Zenit de hace dos semanas titulado «Guerra en Irak: no hay respuestas fáciles».

Los defensores de la intervención militar también intentan comparar Irak con la situación en Afganistán. En el lado negativo, una organización llamada Irak Body Count Project observa que la acción militar en Afganistán del año pasado causó de 3.000 a 3.400 muertes de civiles.

Sin embargo, el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, en un comunicado del 14 de febrero, observaba: «Hoy el pueblo afgano es libre». Más de un millón de refugiados han podido volver a su hogar, afirmaba, y los niños han vuelto a la escuela.

«Y el uso cuidadoso de armas guiadas de precisión ha ayudado a asegurar que habrá menos bajas civiles en esta guerra que quizá en cualquier guerra de la historia moderna», establecía Rumsfeld. El Secretario de Defensa también hacía notar que los Estados Unidos ya han contribuido con 850 millones de dólares para ayudar a reconstruir Afganistán, con otros 3.300 millones de dólares autorizados para los próximos años.

Una nota de prensa del 5 de marzo del Departamento de Defensa de Estados Unidos afirmaba que los militares americanos intentaría en gran medida limitar las muertes civiles y minimizar el daño a las instalaciones no militares si estalla la guerra.

Un funcionario veterano del Comando Central de Estados Unidos resumía en el Pentágono los pasos dados por los militares para evitar o minimizar los daños colaterales. Admitía, sin embargo, que es casi imposible eliminar del todo tales daños.

Pero, afirmaba el funcionario, los objetivos potenciales han sido cuidadosamente considerados para ver si resulta probable que haya bajas no combatientes, daño a estructuras no militares o lugares protegidos, o si el objetivo tiene una cercana proximidad a conocidos refugios humanos.

La nota de prensa explicaba que algunos expertos han predicho que una guerra con Irak ahora daría como resultado menos bajas civiles que en la Guerra del Golfo
de 1991. El comunicado oficial a los reporteros explicaba que, en la Operación Tormenta del Desierto, el 20% de las bombas usadas eran guiadas con precisión. El resto eran «bombas mudas» de caída por gravedad. En una guerra hoy contra Irak, el 70% serían guiadas, afirmaba el funcionario.

El general Tommy Franks, que encabeza las fuerzas de Estados Unidos, rechazó el especular sobre el número de bajas civiles. No obstante, agregó, los planificadores norteamericanos harían lo posible por evitar tales bajas.

A pesar de estas afirmaciones, persiste un grave miedo en cuanto al daño que causará una guerra. Las insistentes peticiones de oración del Papa muestran su preocupación sobre este tema. Hace dos domingos, Juan Pablo II decía: «Es también necesario buscar y tomar cualquier camino posible para evitar la guerra, que siempre trae luto y graves consecuencias para todos».

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ZENIT Staff

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