«Ahora que la amenaza (de la guerra) es una realidad, la población, resignada, intenta fortalecerse y afrontar la situación», explicó a la agencia Misna el arzobispo de los católicos de rito latino de la capital iraquí.
Afortunadamente, por el momento la ciudad aún cuenta con agua y electricidad y las líneas telefónicas funcionan, aunque el comercio permanece cerrado y las calles están prácticamente desiertas.
«Muchas personas se han marchado –continuó explicando el prelado de origen libanés–, otras se han encerrado en sus casas o aprovechan la situación para encontrarse con parientes y amigos».
«Es una forma de solidaridad de la que se siente necesidad especialmente en momentos como éste», reconoció.