Giacomo Alberione, «apóstol de la comunicación» a los altares

Todo sobre su beatificación en www.alberione.org

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ROMA, 17 abril 2003 (ZENIT.org).- Ya está disponible on-line toda la información relativa a la beatificación de Don Giacomo Alberione (1884-1971), el sacerdote italiano, fundador de la «Familia Paulina», que dedicó su vida al anuncio del Evangelio a través de los medios de comunicación social.

El domingo 27 de abril, Juan Pablo II lo proclamará beato en la Plaza de San Pedro del Vaticano junto a otros cinco religiosos y religiosas.

La página oficial www.alberione.org recoge todos los actos previstos para la ocasión en italiano, francés, inglés, español y portugués.

Además, la misma página ofrece la biografía de Don Alberione, fotografías y archivos de audio, ensayos, entrevistas, testimonios y escritos del futuro beato.

El sitio ofrece la posibilidad de conocer las actividades y objetivos de la Familia Paulina. Formada en la actualidad por diez congregaciones religiosas e institutos agregados, la fundación de don Alberione reúne a casi 18.000 miembros.

Estos integran 673 comunidades distribuidas por todo el mundo que administran 610 centros de apostolado –librerías, apostolado litúrgico, animación vocacional y didáctica de los medios de comunicación— en 62 naciones.

La Familia Paulina publica en total 87 periódicos entre folletos dominicales para la Santa Misa y semanarios para familias, niños y jóvenes, revistas de formación para agentes de pastoral, catequistas, animadores de liturgia y profesores de religión así como material bíblico y catequístico.

Uno de los apóstoles más creativos del siglo XX

Giacomo Alberione nació en San Lorenzo di Fossano (Cúneo, Italia) el 4 de abril de 1884. La familia Alberione, campesina, –formada por el matrimonio entre Michele y Teresa Allocco y sus seis hijos– era profundamente cristiana y trabajadora.

El pequeño Giacomo, cuarto de los hijos, pronto experimentó la llamada de Dios. Trasladada la familia al pueblo de Cherasco, el párroco de San Martín ayudó al adolescente a responder a la llamada.

A los 16 años, Giacomo fue admitido en el seminario de la diócesis de Alba y enseguida encontró a quien se convertiría en su padre, guía, amigo y consejero durante 46 años: el canónigo Francisco Chiesa.

Al término del Año Santo 1900, sintiéndose interpelado por la encíclica de León XIII «Tametsi futura», Giacomo vivió la experiencia que marco de su vida.

Tuvo lugar en la noche del 31 de diciembre de 1900, puente entre los dos siglos: el joven seminarista oró durante cuatro horas ante el Santísimo Sacramento y proyectó en la luz de Dios su futuro.

Una «luz especial» le llegó desde la Sagrada Forma y desde aquel momento se sintió «profundamente obligado a prepararse para hacer algo por el Señor y por los hombres del nuevo siglo»: «obligado a servir a la Iglesia» con los nuevos medios que el ingenio humano presentaba.

El 29 de junio de 1907 fue ordenado sacerdote y destinado como vicepárroco en Narzole (Cúneo). Fue allí donde el padre Alberione maduró la comprensión de lo que podía hacer la mujer en el apostolado.

En el seminario de Alba desempeñó el cargo de padre espiritual de los seminaristas mayores y menores e impartió clases de diferentes asignaturas. Se dedicó igualmente a la predicación, catequesis y conferencias en diversas parroquias de la diócesis y empleó mucho tiempo en el estudio de la situación de la sociedad civil y eclesial de su tiempo y las nuevas necesidades.

Comprendió que el Señor le guiaba a una misión nueva: predicar el Evangelio a todos los pueblos, en el espíritu del apóstol Pablo, utilizando los medios modernos de comunicación.

Dicha misión, para tener carisma y continuidad, debía ser asumida por personas consagradas, pues «las obras de Dios se hacen con los hombres de Dios». Y así, el 20 de agosto de 1914, el padre Alberione dio inicio a la «Familia Paulina» con la fundación de la Pía Sociedad de San Pablo.

La primera mujer que siguió al padre Alberione fue una joven de Castagnito (Cúneo), Teresa Merlo. Con su aportación, el sacerdote italiano inició en 1915 la congregación de las Hijas de San Pablo.

En 1924 llegó la segunda congregación femenina: las Pías Discípulas del Divino Maestro, para el apostolado eucarístico, sacerdotal, litúrgico. Al frente de estas vocaciones el padre Alberione puso a la joven hermana María Escolástica Rivata, fallecida a los noventa años en olor de santidad.

En el campo apostólico, el padre Alberione comenzó a promover la impresión de ediciones populares de los Libros Sagrados. Con las publicaciones periódicas se lanzó a las formas más rápidas para hacer llegar el mensaje de Cristo a los lejanos.

El padre Alberione inculcó a la «Familia Paulina» el espíritu de entrega mediante devociones de fuerte dinamismo apostólico: a Jesús Maestro y Pastor «Camino, Verdad y Vida», a María «Madre, Maestra y Reina de los Apóstoles», y a San Pablo, apóstol, cuya referencia califica en la Iglesia a las nuevas instituciones como «Familia Paulina».

La meta ansiada por el Fundador como primer compromiso es la conformación plena con Cristo: acoger a Cristo «Camino y Verdad y Vida» en toda la persona –mente, voluntad, corazón y fuerzas físicas–.

En octubre de 1938, el padre Alberione fundó la tercera congregación femenina: las Hermanas de Jesús Buen Pastor o «Pastorcitas», destinadas al apostolado pastoral directo en auxilio de los Pastores.

La Familia fue completándose entre 1957 y 1960 con la fundación de la cuarta congregación femenina, el Instituto Regina Apostolorum para las vocaciones (Hermanas «Apostolinas») y de los Institutos de vida secular consagrada: San Gabriel Arcángel, Virgen de la Anunciación, Jesús Sacerdote y Santa Familia.

Las diez instituciones (incluidos los Cooperadores Paulinos) permanecen unidas por el mismo ideal de santidad y de apostolado: la reafirmación de Cristo «Camino, Verdad y Vida» en el mundo a través de los instrumentos de la comunicación social.

Entre 1962 y 1965, el padre Alberione fue protagonista silencioso –pero atento– del Concilio Vaticano II, en cuyas sesiones participó diariamente.

No faltaron mientras tanto los sufrimientos –la muerte prematura de sus primeros colaboradores, Timoteo Giaccardo y Tecla Merlo–, la preocupación por las comunidades en países con dificultades y, personalmente, una martirizadora escoliosis que le atormentaba día y noche.

El 26 de noviembre de 1971, a los 87 años de edad, falleció el padre Alberione. Sus últimas horas se vieron confortadas con la visita y la bendición del Papa Pablo VI, quien nunca ocultó su admiración hacia el sacerdote.

En la audiencia concedida a la «Familia Paulina» el 28 de junio de 1969 –el padre Alberione tenía 85 años–, Pablo VI se refirió al fundador diciendo: «Miradlo: humilde, silencioso, incansable, siempre alerta, siempre ensimismado en sus pensamientos, que van de la oración a la acción, siempre atento a escrutar los “signos de los tiempos”, es decir, las formas más geniales de llegar a las almas…».

«Nuestro padre Alberione ha dado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para vigorizar y ampliar su apostolado, nueva capacidad y nueva conciencia de la validez y de la posibilidad de su misión en el mundo moderno y con los medios modernos», añadió el Santo Padre.

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ZENIT Staff

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