CIUDAD DEL VATICANO, 17 abril 2003 (ZENIT.org).- Una de las aportaciones más originales de «Ecclesia de Eucharistia», la nueva encíclica de Juan Pablo II, es su último capítulo, dedicado a la Virgen María, una auténtica sorpresa en un documento dedicado al sacramento eucarístico.
«Así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía», señala el Papa en su decimocuarta encíclica.
Aunque «a primera vista, el Evangelio no habla de este tema», escribe, «María puede guiarnos hacia este Santísimo Sacramento porque tiene una relación profunda con él».
Para Juan Pablo II «María es mujer eucarística con toda su vida», y «hay una analogía profunda entre el «fiat» pronunciado por María a las palabras del Ángel y el «amén» que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor».
La relación entre la Virgen María y la Eucaristía se explica aludiendo a la «fe eucarística» que María ya practicó «incluso antes de que ésta (la Eucaristía) fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios», aclara el pontífice.
El sacrificio de María también la une con el misterio eucarístico: la encíclica, en el número 56, afirma que «María, con toda su vida junto a Cristo y no solamente en el Calvario, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía».
«¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros?»», se pregunta el Papa, y responde que «aquel cuerpo entregado como sacrificio era el mismo cuerpo concebido en su seno».
Por este motivo, concluye el Santo Padre, «María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas».
De ahí la invitación a toda la Iglesia a «ponernos a la escucha de María Santísima, en quien el Misterio eucarístico se muestra, más que en ningún otro, como misterio de luz» (alusión a los nuevos misterios del Rosario que ha propuesto en su última carta apostólica dedicada al Rosario, «Rosarium Virginis Mariae»).