CIUDAD DEL VATICANO, 20 abril 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II pidió que el mundo sea liberado del peligro de un «dramático choque entre las culturas y las religiones» en el mensaje de Pascua que dirigió al mundo en este domingo de Resurrección, en el que lanzó, además, un enérgico llamamiento a la paz en Irak.
«Que se trunque la cadena del odio que amenaza el desarrollo ordenado de la familia humana», imploró hablando ante unos 100.000 peregrinos que con paraguas se defendían de la lluvia que azotaba la plaza de San Pedro del Vaticano a mediodía.
«Que Dios nos conceda ser liberados del peligro de un dramático choque entre las culturas y las religiones», añadió el Santo Padre cuyas palabras, pronunciadas con fuerza y claridad, fueron transmitidas en directo por 80 canales de televisión de 53 países.
Tras haber presidido la Vigilia Pascual en la noche anterior y la celebración eucarística de la mañana del domingo, el Papa concluyó el maratón de celebraciones litúrgicas de esta Semana Santa dirigiendo su felicitación de Pascua en 62 idiomas (entre otros, el árabe, el hebreo, el mongol y el chino).
«Que la fe y el amor a Dios hagan a los creyentes de cada religión valientes artífices de comprensión y perdón, pacientes constructores de un provechoso diálogo interreligioso, que inaugure un era nueva de justicia y de paz», dijo en su mensaje pascual.
Poco antes, había deseado «¡Paz en Irak!» pidiendo «que con la ayuda de la Comunidad internacional los iraquíes se conviertan en protagonistas de una reconstrucción solidaria de su país».
Luego recordó las «guerras olvidadas y conflictos solapados», que «provocan muertos y heridos entre el silencio y el olvido de no poca parte de la opinión pública».
«Con profunda tristeza pienso en las huellas de violencia y de sangre que no parecen tener fin en Tierra Santa –dijo–. Pienso en la trágica situación de no pocos países del continente africano, que no puede ser abandonado a su suerte».
«Tengo bien presentes los focos de tensión y los atentados a la libertad del hombre en el Cáucaso, en Asia y en América Latina, regiones del mundo queridas igualmente por mí», añadió.
A todos estos lugares de dolor, el Papa presentó Para el mensaje de paz de Cristo resucitado, «de la paz verdadera, basada en los sólidos pilares del amor y de la justicia, de la verdad y de la libertad».
Durante la celebración eucarística, como se hace desde el año 2000, cuando se recuperó una tradición perdida desde hacía 800 años, junto al altar se encontraba el icono del Santísimo Salvador conocido como «Acheropita» (que significa no pintado por manos humanas), una de las imágenes más veneradas de la cristiandad, conservada en el santuario de la Escalera Santa de Roma.
En la oración de los fieles, se elevaron intenciones por «las personas heridas o ultrajadas por la guerra en el espíritu y en el cuerpo», y por «los soldados de todos los frentes para que alberguen pensamientos de paz y no de venganza».
Durante su saludo en diferentes idiomas, el Papa fue interrumpido por los aplausos y gritos de jóvenes españoles y latinoamericanos, alemanes, filipinos y polacos. Cuando unas jóvenes mexicanas le gritaban «Juan Pablo II, te quiere todo el mundo», les respondió con ironía diciendo: «Puede ser…».