Fertilización in vitro: ética hecha añicos

Los embriones congelados generan un montón de nuevos problemas legales

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LONDRES, 17 mayo 2003 (ZENIT.org).- Un nuevo estudio ha revelado que las clínicas de fertilidad en Estados Unidos tienen almacenados cerca de 400.000 embriones humanos congelados, informaba el 8 de mayo el Washington Post. El resultado es mucho mayor que el establecido en anteriores estimaciones. Los embriones están siendo guardados para un posible uso futuro, aunque la experiencia muestra que muchos simplemente se quedarán sin uso.

La cuestión de los embriones congelados suscita algunos problemas. Los gastos de almacenamiento alcanzan los 1.500 dólares al año. Con todo, la idea de desecharlos horroriza a quienes protestan contra el desechar la vida humana. Algunas organizaciones proponen la adopción de los embriones no queridos como una alternativa a su destrucción, pero los filósofos y los teólogos se hallan divididos sobre la moralidad de tal acción. La Iglesia católica no ha hecho ninguna declaración oficial sobre si tal adopción sería lícita.

Otros temas complicados son los recientes experimentos sobre células madre. Esto crea la posibilidad de que los embriones congelados sobrantes puedan ser usados como una fuente de tejidos sea para uso experimental o comercial.

El examen a nivel nacional sobre cuántos embriones han sido congelados fue llevado a cabo por la Society for Assisted Reproductive Technology and Rand Corporation. El estudio también revelaba que los padres de al menos 11.000 embriones han dado su permiso explícito para que sus embriones sean puestos a disposición de la investigación.

Una organización que promueve activamente la adopción de embriones congelados en los Estados Unidos es Snowflakes (copos de nieve). Esta organización con sede en Fullerton, California, es parte de la Nightlight Christian Adoptions Agency. Hasta ahora, 19 bebés han nacido gracias a Snowflakes, que pone a disposición de parejas infértiles embriones procedentes de tratamientos de fertilización in vitro procedentes de otras parejas, informaba el 30 de marzo el periódico británico The Telegraph.

«Creo que cada embrión es un niño que merece una oportunidad para nacer», afirmaba JoAnn Eiman, una directora de Snowflakes. «Son más que meros tejidos».

El congreso aprobó recientemente un millón de dólares para un programa de concienciación pública sobre la adopción de embriones. La mitad de esta suma ha ido a Nightlight, y está usando el dinero para crear una página web promocional y realizar películas de vídeo y folletos para distribuir en las clínicas. Los 500.000 dólares restantes han sido distribuidos a otras organizaciones y centros de adopción de inspiración cristiana.

Las organizaciones pro abortistas temen los programas de adopción. El Telegraph citaba a Kate Michelman, presidenta del National Abortion and Reproductive Rights League, que decía que la idea de adoptar embriones parecía poner las bases legales para considerar a los embriones como seres humanos con todos los derechos legales.

El debate en España
En España también se estima que ha subido el número de embriones congelados. El gobierno calcula que hay cerca de 40.000 embriones en 126 clínicas, informaba el diario de Madrid ABC el 7 de marzo. Se trata sólo de una estimación, puesto que no hay un proceso nacional de registros oficiales. En 1998, la Comisión Nacional para la Reproducción Asistida de España estimaba que había más de 25.000 embriones congelados, de los que el 15% llevaban más de cinco años congelados.

Se ha encendido el debate en España sobre si se debería permitir usar estos embriones para la investigación científica. El Comité de Ética del ministerio de ciencia se ha mostrado a favor de usar las células madre de estos embriones congelados que, de otra manera, serían destruidos.

Pero un representante de la Iglesia, Inocente García de Andrés, declaraba que tal uso de los embriones congelados es éticamente inaceptable. Debe reconocerse el valor absoluto de la vida humana, incluyendo la del embrión, afirmaba.

¿Y cuando hay un divorcio?
Otra serie de problemas que suscitan los embriones congelados tienen que ver con su destino tras un divorcio o separación. En Escocia, por ejemplo, una mujer descubrió que sus embriones almacenados habían sido destruidos a petición de su ex marido, informaba Scotsman el 10 de febrero.

Margaret Grant descubrió que su antiguo esposo había ordenado la destrucción tras la ruptura de la pareja mientras se sometían a un tratamiento de infertilidad. Según la Human Fertilization and Embriology Authority, del Reino Unido, su ex marido tenía legalmente derecho a descartar los embriones sin permiso ni conocimiento de su ex mujer.

Margaret Grant está ahora haciendo campaña por un cambio en las leyes, de manera que las clínicas deban informar a ambos partes antes de destruir los embriones.

En Inglaterra, un caso que ha implicado a dos mujeres, una divorciada y la otra sin compromiso alguno, será oído por la Alta Corte este junio, informó el 16 de enero la BBC. Natallie Evans y Lorraine Hadley están desafiando, basándose en argumentos de derechos humanos, una ley que dice que ambas partes deben dar su consentimiento para almacenar y hacer uso de los embriones.

Evans tenía seis embriones congelados antes de someterse a un tratamiento contra el cáncer, que tuvo como consecuencia que no sea capaz de concebir naturalmente. Hadley tiene una hija de 17 años de una relación anterior, pero sufre de problemas de fertilidad por motivos médicos. Desea utilizar dos de sus embriones almacenados para intentar quedarse embarazada. Ambas mujeres dicen que los embriones congelados son su única oportunidad de tener un hijo.

Concebidos como huérfanos
Aparte de los embriones congelados, las técnicas de fertilización in vitro siguen creando toda una variedad de enigmas legales. En Inglaterra la madre de un bebé, que concibió a través de una donante anónimo de esperma, ganó una batalla legal para poner fin al reconocimiento de su anterior pareja como el padre legal.

El Telegraph del 19 de febrero observaba que, en 1996, se hicieron pruebas a la pareja como donante para la inseminación. Pero cuando esto fracasó, la madre y su pareja en aquel momento firmaron una forma de consentimiento para el tratamiento de fertilización in vitro, que implicaba la extracción de un óvulo, la fertilización con esperma de un donante anónimo y la reimplantación del embrión. Al firmar el consentimiento, el hombre había reconocido que él y la mujer actuaban a la par –incluso a pesar de que él no proveyera el esperma– y que él se convertiría en padre legal de cualquier niño resultante.

Tras años de batallas legales, tres jueces de la Corte de Apelación decidieron que, puesto que la antigua pareja no proporcionó el esperma, no debía tener ningún estatus legal de padre del niño.

También es problemática la cuestión de los niños concebidos tras la muerte de su padre. Las opiniones legales están divididas sobre el tema. El año pasado un juez federal de Estados Unidos dictaminó que dos niños, concebidos por fertilización in vitro y nacidos tras la muerte de su padre, no eran legalmente sus descendientes.

Netting y Rhonda Gillett se casaron en 1993. Tenían problemas para concebir y ella se sometió a tratamientos de fertilidad. Un año después, a Netting se le diagnosticó cáncer. Puesto que la quimioterapia podría dejarle estéril, hizo preservar su esperma. Tras su muerte en 1995, su esposa se sometió al tratamiento de fertilización in vitro, dando como resultado el nacimiento de gemelos.

La decisión del juez federal en este caso significa que los niños no gozarán de las ventajas de Seguridad Social, informaba el 13 de noviembre el Arizona Daily Star. El juez de distrito, John Roll, afirmaba que ley de Arizona requiere que, para ser considerado heredero, un niño debe ser concebido antes de la mue
rte del padre.

Un caso legal en Inglaterra tuvo un resultado diferente. Una viuda ganó una batalla legal para que su marido muerto fuera reconocido como padre legal de los niños concebidos y nacidos tras su muerte, informaba el 1 de marzo el Guardian.

Diane Blood, que primero luchó legalmente por el derecho a tener hijos usando el esperma de su marido muerto, acudió a la Alta Corte para que se le reconociera legalmente como su padre.

Con anterioridad, una ley británica negaba específicamente a los niños concebidos tras la muerte de su padre el derecho a tener su nombre en el certificado de nacimiento. Esta ley ha sido ahora declarada incompatible con la convención europea sobre derechos humanos.

Las múltiples complicaciones legales y éticas de los procedimientos de fertilización in vitro dan un buen motivo para repensar la sabiduría de las reticencias a que se conciban niños a cualquier coste.

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ZENIT Staff

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