Mensaje de la XXIX Asamblea ordinaria del CELAM

TUPARENDA, 22 mayo 2003 (ZENIT.org).- Publicamos el Mensaje de la XXIX Asamblea ordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) celebrada en Tupãrenda, Ypacaraí (Paraguay), publicado el 16 de mayo.

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MENSAJE DE LA XXIX ASAMBLEA ORDINARIA DEL CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM)

Reunidos, en el nombre del Señor Jesús, para la celebración de la XXIX Asamblea Ordinaria del CELAM en Tupãrenda, Ypacaraí, Paraguay, la Presidencia del CELAM, los Presidentes y Delegados de cada una de las Conferencias Episcopales del Continente Latinoamericano y los Obispos de los Departamentos del CELAM, saludamos con afecto a nuestros hermanos Obispos de América Latina y el Caribe y a todos los fieles de las Iglesias locales de nuestros países. En nuestra Asamblea hemos tenido la alegría de contar con la presencia del Cardenal Giovanni Battista Re, Prefecto de la Congregación de Obispos, y de delegados de otras Conferencias Episcopales y de Organismos Internacionales de la Iglesia.

AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: OPORTUNIDAD Y DESAFÍO

El trabajo que hemos realizado nos ha llevado a ver con ojos de pastores nuestra realidad para interpretarla como un desafío y una oportunidad. Hemos buscado respuestas integrales que nos permitan la elaboración del Plan Global para el período 2003-2007, que formula los servicios que el CELAM ha de prestar a las Iglesias locales de nuestros países.

El análisis de la realidad que hemos compartido las 22 Conferencias Episcopales nos preocupa y nos duele. Los problemas sociales se han agudizado en casi todos los países de la región. El empobrecimiento creciente de la población, los altos índices de desempleo y en muchos lugares el deterioro de las condiciones de vida en los campos de la salud, de la educación, de la vivienda, de la seguridad social y del respeto de los derechos humanos, se nos presentan como grandes desafíos. Consideramos como causas importantes de esta situación la pesada deuda externa de nuestros países y los altos índices de corrupción e impunidad.

Urge fortalecer la democracia en nuestros países, donde vemos signos de decadencia y atomización de los partidos políticos; particularmente confiamos que Venezuela encuentre caminos de solución y, según el deseo del Santo Padre, «que se garantice en Cuba la promoción de un Estado moderno y democrático». Urge una evangelización capaz de avivar la esperanza de tantos hermanos nuestros que sufren las consecuencias de estos males. Urge la formación de hombres y mujeres, que se dediquen a servir a nuestros pueblos, impulsados por el amor a los más pobres y excluidos.

Nos preocupa igualmente la situación de la familia latinoamericana tan agredida, pero que, en el amanecer del Tercer Milenio, lucha por recuperar su lugar como centro de la vida personal, como generadora de valores sociales y como santuario de la vida y la confianza.

Vivimos la fascinación de un mundo que, en cada paso y a cada instante, nos sorprende, y, a veces, nos anima y, en otros momentos, nos desconcierta. Vemos cómo crece el catálogo de los desafíos que debemos asumir y responder con testimonio firme. En nuestras Iglesias particulares, en todos sus niveles, se multiplican las iniciativas evangelizadoras y solidarias. Sin embargo, creemos que debemos realizar mayores esfuerzos por la construcción de una sociedad democrática, justa y fraterna.

NUESTRA PROPUESTA

Con gozo hemos comprobado que nuestra Iglesia en Latinoamérica y El Caribe, fiel a la misión recibida de Jesús Resucitado, y gracias al liderazgo del Santo Padre y al eco que han encontrado sus iniciativas, está comprometida con la Nueva Evangelización; de una manera especial, con los jóvenes, con la familia y con la construcción de la paz. Constatamos que está abierta al diálogo, y vinculada al imperativo de proclamar y de proponer el Evangelio a todos los hombres y mujeres de nuestra región.

Hemos consignado nuestros compromisos en un Plan Global que de una manera decidida pretende que las Iglesias de nuestro Continente se conviertan realmente en «casas y escuelas de comunión», acojan a quienes buscan un encuentro vivo con Jesús, e impulsen a globalizar la solidaridad.

El año 2005 marca, para nuestras Iglesias, 50 años de caminar eclesial en esta experiencia tan fecunda que es el CELAM. Tal como lo hicimos en el Jubileo del año 2000, nos proponemos acoger este hecho cronológico como un verdadero «kairós»: un tiempo oportuno para la salvación y para dar esperanza a todos los habitantes de nuestros países.

Para animar estos procesos, esta Asamblea ha elegido una nueva Directiva para los próximos cuatro años. Así: Presidente, Señor Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, Arzobispo de Santiago de Chile; y como Miembros de la Presidencia: Mons. Carlos Aguiar Retes, Obispo de Texcoco, México; Mons. Geraldo Lyrio Rocha, Arzobispo de Vitoria da Conquista, Brasil; Señor Cardenal Pedro Rubiano Sáenz, Arzobispo de Bogotá, Colombia; Mons. Ramón de La Rosa y Carpio, Obispo de Nuestra Señora de Altagracia en Higüey, República Dominicana. Hemos unido a estas elecciones nuestra profunda gratitud y nuestra oración por quienes prestaron el servicio de guiar al CELAM en el cuatrienio que concluye, particularmente por su Presidente, Mons. Jorge E. Jiménez Carvajal, Obispo de Zipaquirá, Colombia.

CONCLUSIÓN

Expresamos nuestro reconocimiento y gratitud a la Conferencia Episcopal de Paraguay por la fraterna y cordial hospitalidad que nos ha brindado, como signo de comunión y afecto colegial.

En el Año del Santo Rosario queremos poner nuestra confianza en el acompañamiento materno de la Virgen María, tan querida y venerada en nuestros pueblos latinoamericanos bajo diversas advocaciones. En esta Asamblea la hemos invocado como Nuestra Señora de Caacupé, Patrona del Paraguay; y como Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América. En su persona y en su misión encontramos siempre el apoyo y la inspiración para motivar la fe y la solidaridad de todos los latinoamericanos, y dar esperanza particularmente a los que más sufren en los momentos difíciles por los que atraviesan nuestros pueblos.

Tupãrenda, Ypacaraí, Paraguay, Mayo 16 de 2003

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ZENIT Staff

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