Tras la conferencia, el cardenal ofreció una ronda abierta de preguntas. Ofrecemos a continuación la transcripción literal, manteniendo el lenguaje coloquial.
–¿Está la Iglesia en Cuba y fuera de Cuba preparada para la misión reconciliadora? Si no ¿qué hacer?
–Cardenal Ortega: Yo pienso que la Iglesia como tal y los cristianos que están más al tanto de la vida de la Iglesia, tienen una inquietud en orden a la reconciliación. Esto se ubica en orden a Cuba y a los cubanos, reconciliarnos todos. Sin embargo, reconciliación es una palabra dificilísima de aceptar. He visto, por ejemplo, cuando fui a Miami como Cardenal, alguien me advirtió: no mencione la palabra reconciliación porque no se la van a aceptar. Entonces, ¿es tan difícil para un cristiano una categoría como ésta, que está en el centro del mensaje de Jesús?, porque el espíritu, la respiración de la fe cristiana es el amor y la reconciliación.
En alguna ocasión en declaraciones que he hecho en Cuba, que hemos hecho los obispos, hemos utilizado la palabra reconciliación y en algún periódico de aquí, debe haber sido el Granma, salía un rechazo, un poco indirecto como pasa muchas veces con las cosas que nosotros decimos, que decía ¿De qué reconciliación hablan algunos? Es decir, es un término rechazado en ambos lados. Todo el mundo dice: ¿Con quien nos vamos a reconciliar, con los que hacen esto y aquello?, y del otro lado dicen lo mismo: ¿Y con quien nos vamos a reconciliar?
No se trata, como ustedes vieron, de una reconciliación que sea como una especie de encomienda dada a la Iglesia para una mediación política entre dos facciones, como ha habido tantos procesos de reconciliación en Guatemala o en otros países de América Latina. Muchas veces la gente entiende esto que, analógicamente usado, significa un proceso en el cual hay una serie de arreglos entre políticos, entre facciones a veces enfrentadas en guerrillas, para ponerse de acuerdo y salir de una situación lamentable para un pueblo y poder establecer un camino de avenimiento.
Pero, no se trata de esto, el cristiano, y con él la Iglesia, puede proponerse una reconciliación amplia y seria. Primero, para muchos aquí, con la realidad que nos ha tocado vivir, porque algunos pueden vivir irreconciliados. Esa reconciliación no significa una aceptación plena, ni gozosa de una realidad que pensamos que se puede superar, evidentemente. Pero hace falta, por ejemplo, reconciliarnos con el hecho de que el Señor nos ha plantado aquí y aquí debemos florecer en el orden del amor, del servicio, etc. Y esto lo estoy hablando en clave cristiana porque estamos hablando de la Iglesia. Yo creo que ese mismo espíritu existe también en otros cristianos que viven fuera. De hecho hoy se abre paso esta búsqueda de la reconciliación.
Hay incluso un grupo de opositores que están en Miami que vienen trabajando en el tema de la reconciliación y realmente, los vi en televisión un día, han tratado el tema en una clave que me pareció muy cristiana. Esa es la impresión que tuve, una clave amplia, sin ofensas, sin ironías, hablando de reconciliación con nuestra historia, con nuestro tiempo vivido. Hay realidades que no se pueden quitar nunca de la historia, uno ha vivido cincuenta años de una realidad en Cuba y quedarán siempre para el futuro. Tenemos que reconciliarnos con esa realidad que está ahí en la historia, marcándola y marcando actitudes, pero siempre tratando de superarla. Además de eso, hay que superar todo lo que en nosotros pueda ser agresivo, responsabilizando a otros o teniendo en cuenta las ofensas que otros nos han hecho. Esto es un proceso largo, difícil. Yo diría, a mí lo que más me preocupa, porque normalmente la reconciliación puede darse en un momento dado de la historia, cuando está ya en plano de superación una crisis, a mí lo que más me preocupa es que todavía no ha llegado el momento en que se pueda superar la crisis en que ha vivido el pueblo cubano, dividido. A mí lo que me preocupa es que se pongan jalones de irreconciliación en la historia presente. Es lo primero que debemos evitar nosotros. Aquello que irreconcilie más, que cree más irreconciliación aún.
Por eso cuando uno ve algunas cosas que pueden ser duras, difíciles, que enervan, que exasperan, uno siente dolor, porque dice, se están poniendo ciertos presupuestos que no favorecen la reconciliación como actitud, sino que tienden a enfrentar, porque el ser humano, normalmente, perdona por un esfuerzo, no es un movimiento natural el perdón. El primer movimiento natural es instintivo, como de defensa. El simbolismo de poner la otra mejilla de Jesús, es un gran simbolismo. ¿Ustedes han visto alguna vez que le hayan dado un golpe por la cara a una persona?, nos dan siempre ganas de devolver el golpe. El primer movimiento nuestro es siempre defensivo, llevar cuentas de las cosas. Hay una tendencia a ser nosotros el centro y que no sea el centro una realidad superior como la que yo he expresado: el Reino de Dios. Hay que llegar a esa salida de nosotros en algo que es más que nosotros y eso es difícil.
Yo podría decir que quizás los cristianos somos los que en mejores condiciones estamos, si vivimos nuestra fe, para prepararnos bien a la reconciliación. Pero no creo que la preparación esté muy avanzada y creo que la confusión de planos es muy grande. Se confunde reconciliación con proceso de reconciliación. Cuando la Iglesia es invitada en algún lugar a un proceso de reconciliación política o social después de una de esas matanzas en África, que es algo tremendo… se trata de otra realidad. Hay un testimonio que dio en España un muchacho ante el Papa. El estudia en una universidad, primero o segundo año. Ese muchazo jovencito dio un testimonio de cómo él había encontrado a Cristo en su vida y dijo: En Irlanda él estaba con su familia de visita, en un acto de terrorismo mi hermano de doce años murió destrozado. Ellos eran cuatro hermanos y entonces su padre y su madre perdonaron a los que hicieron eso. Esto transformó al joven. Estamos en un plano muy superior. Por eso yo decía que no se pueden imponer ciertas cosas. Ni el perdón se puede imponer, ni la reconciliación tampoco. Debe ser algo que venga desde dentro. Implica mucho a la persona, su interioridad. Cuando aquel joven vio a sus padres perdonar de esa manera se dijo: Jesucristo es el Señor, de ahí en adelante su vida cambió totalmente y contaba todo lo que él era de apóstol y activo en la universidad.
Sí, esa es la reconciliación en el plano personal. Yo he visto en Cuba, y esto lo puedo decir, en el seno de las familias, un espíritu bastante bueno de reconciliación y a veces de la aceptación de las diferencias de opinión. A veces en personas muy sencillas hay unas referencias cristianas extraordinarias.
Me fue a ver la madre de uno de los tres fusilados recientemente y cuando me explicaba cómo ella se sentía, lo más agudo y trágico que me dijo, (y le vinieron las lágrimas a los ojos), fue: algunas veces me parece que voy a odiar, ¡por Dios, yo no quiero odiar! Impresionante. Yo no tenia que darle consuelo a esa mujer, esa mujer estaba mirándome a los ojos y no era una persona que vaya a la Iglesia, no es una persona que frecuente nuestros templos, no tiene tampoco una formación por medio de lecturas, que le dieran a conocer casos similares de perdón, aunque sea en novelas. Pero oír esa frase es impresionante. Yo no me hubiera atrevido a pedírselo. Pero hay en ella una referencia a la cultura cristiana de Cuba. Yo pensé para mí: Ojalá que también los cristianos llamados prácticos, los que van a la Iglesia todos los domingos y reciben la Santa Comunión tuvieran una actitud así, que nosotros pudiéramos en la predicación de la Iglesia, en el estilo de ser la Iglesia en Cuba traducir estas actitudes y que todo el mundo las fuera asumiendo porque a veces, aún periféricamente, muc
hos llegan a ellas. Es misterioso, por lo tanto la preparación para la reconciliación entre los cubanos.
Yo creo que en la familia cubana se ha dado mucha reconciliación, aunque a veces sea sólo a nivel del afecto, porque la familia cubana es afectuosa, pero son cosas en las que hay que trabajar. Yo diría que hay que trabajar en la teología de la reconciliación. Me alegra mucho el tratamiento que le da el Padre Rolando Cabrera en su tesis doctoral, porque es de lo mejor que he visto. Pero los libros no tratan a menudo de esos sentimientos que exigen a veces actitudes heroicas.
Por lo tanto ¿estamos en preparación? Bueno en la medida de lo posible. Ponernos en camino de reconciliación, poniendo el Reino de Dios por delante y a Cristo en el centro. Si no, yo no tengo otro modo de hacerlo.
–¿Cómo podría la Iglesia en Cuba promover una espiritualidad de esperanza?
–Cardenal Ortega: Fíjense que estamos hablando de planos profundamente personales, tocando la interioridad del hombre, del ser humano. Para promover esa esperanza que yo dije que era la única que la Iglesia podía ofrecer, hay que mirar hacia Cristo, que es nuestro futuro absoluto, ese Cristo que dijo: «No teman pequeño rebaño mío, yo he vencido al mal… yo estoy con ustedes ahora y siempre…». Hay una mirada que va por encima del futuro contingente que se abre ante mí para clavarse en una especie de eternidad, no lejana, sino que se va viviendo en una tesitura más pura, más alta. Es la realidad aquella de Jesús: «mi Reino no es de este mundo», y uno empieza a vivir en esa realidad que supera la estrechez de este mundo. Solamente así, también, puede uno acceder a la esperanza. Porque a veces los cálculos dan desesperanza.
Yo decía en mi Carta Pastoral: «Creo que la causa de la emigración de los cubanos, la principal, es la desesperanza». ¿Es lo económico? Sí, como cosa inmediata, pero lo económico, sin que haya la esperanza de que mejore la economía. Y así en muchos aspectos se crea una desesperanza: no se prevé acceder a un mejor salario, a tener una oportunidad económica mejor. Es verdad que hay estrechez hoy, pero hay también una consideración de que no van a poder cambiar las cosas para que yo pueda salir adelante.
Entonces yo no puedo dar una falsa esperanza y decir: Sí, tú verás como cambian las cosas, porque ¿de dónde sacaría yo esa esperanza?, ¿de una buena voluntad?, yo no puedo decir eso. Yo puedo decir, esta es la esperanza que yo tengo, la única que yo te puedo dar, una esperanza de vivir en una tónica alta en la cual puedas hacer frente a todas esas desesperanzas humanas que salen al paso por medio de la fe en Jesucristo.
–¿Cómo vivir eso, el amor y la reconciliación en la cola del camello, la comida que nos falta, la educación mediocre, el no futuro para mis hijos, la falta de contenido de trabajo?
–Cardenal Ortega: Empiezo por lo último, si ustedes supieran que eso de la falta de contenido de trabajo me impacta, porque hay personas que me han ido a ver y me han dicho: yo quisiera trabajar en la Iglesia. Imagínense ustedes, los que así hablan son centenares, el trabajo que uno puede tener es para quince, veinte personas y está todo ocupado. Entonces se explican: porque yo me paso la mañana leyendo libros, pero me aburro de no tener qué hacer. Eso a mí me agrada porque no es una persona que dice: Yo no tengo trabajo y vengo a buscar empleo para trabajar y ganarme la vida, sino: yo quiero tener un contenido de trabajo. Uno puede incluso desanimarse por no tener un contenido de trabajo.
Normalmente preocupa más, no el futuro personal, sino el de los que queremos, yo sé lo que los padres de familia sufren por el futuro de los hijos. Porque del futuro personal uno dice, bueno, yo podría abrirme a esas realidades espirituales, pero, ¿cómo lo podría hacer yo como familia? Como familia solamente se puede hacer tratando de vivir en familia esas actitudes y viendo a ver si el joven o la joven adolescentes son capaces de asumir ese futuro. Pero recuerden ustedes que yo he hablado de la libertad, uno propone, yo puedo vivir en el amor y la reconciliación que me pide el Reino de Dios y quererlo sembrar y aceptar y superar las desesperanzas mirando el futuro, pero puede ser que un muchacho o una muchacha no lo comprenda así. Y hay una libertad ahí.
Comprendo que los padres siempre tienen una interrogante especial con respecto al futuro de sus hijos. Cuando alguien quiere guiar por la fuerza la historia del hijo en un sentido o en otro hacen al hijo muy desgraciado. Y muchas veces queriendo su mejor bien le hacen un mal inmenso. El futuro está abierto al Señor, los padres y las madres tienen sus hijos para Dios en último término, no para ellos mismos y eso les cuesta a muchos aceptar que es así, que cada persona es otra realidad muy distinta y que hay que respetar sus opciones, pero hay que proponerles también la nuestra y pensar que ellos la podrían vivir. De hecho yo conozco esa realidad aquí, en nuestra misma Arquidiócesis de La Habana, respuestas personales de jóvenes con sus familias que les permiten permanecer serenamente aquí y respuestas en las que deciden familiarmente todos partir, y respuestas familiares que respetan la decisión de los hijos de hacer su vida. Esa preocupación se comprende, pero recuerden que hay una serie de cosas que no se pueden imponer y yo dije que prima la libertad en muchas de esas actitudes. Por lo tanto, la capacidad de proponer y proponer auténticamente y válidamente es muy importante.
–¿Cómo pueden trabajar cristianos de diferentes confesiones, denominaciones en la labor reconciliadora de la Iglesia por la unidad en el amor?
–Cardenal Ortega: Yo creo que eso es elemental, que debe ser así. Nuestra condición de cristianos nos llama a esto. Tenemos que hacer todo lo posible, en cualquiera que sea nuestra denominación para que haya un sentido de reconciliación, de amor, de servicio, en el seno del pueblo cubano que, repito, no es ignorar que existen dificultades, ni lanzar un velo de olvido sobre realidades a veces duras. La memoria no se puede perder porque la memoria hay que tenerla presente para no cometer en el futuro los mismos errores. Uno no lanza una especie de humo misericordioso espeso que borra el pasado o superficialmente considera las cosas sin darse cuenta de la gravedad y profundidad que tienen y que pueden dañar los corazones humanos. Se trata de superar sin olvidar. Esto es motivo de un estudio muy especial.
Si se hace todo en la misma clave, si los cristianos de distintas denominaciones avanzamos en una misma clave de reconciliación y amor, ni facilismos por un lado, ni dramatismos por otros, sino buscando de verdad vivir lo que Cristo Jesús nos enseñó; todos podríamos trabajar juntos para que hubiera un espíritu reconciliador desde hoy. Porque en el futuro tendrá que producirse muchas veces esa reconciliación en actos concretos.
–¿Qué obstaculiza el dialogo entre las iglesias?
–Cardenal Ortega: Bueno esto ya sería también un tema que se va de este tema. Yo creo que ha habido a veces diversas maneras de enfocar la realidad social y política de Cuba, diversos enfoques, por eso yo me refería al hablar de la reconciliación que deberíamos llegar a una claridad serena de lo que es la reconciliación para poder de verdad, ponernos de acuerdo. Porque en muchas ocasiones hay una aproximación diversa a nuestras realidades por iglesias de una denominación e iglesias de otra denominación y esto ha obstaculizado evidentemente en Cuba el diálogo ecuménico, que existe a veces entre algunos de nosotros, entre una congregación y nosotros, entre una iglesia u otra, pero que no existe «corporativamente». No, hasta ahora no se puede decir que lo haya y creo que se debe fundamentalmente a enfoques y puntos de vista que tienen que ver con la manera de abordar la realidad sociopolítica de Cuba por par
te de unos y otros.
–¿Qué hará la Iglesia para obtener la libertad de los disidentes políticos?
–Cardenal Ortega: Nosotros expresamos la opinión con respecto a la prisión de los disidentes en la declaración que hicimos el mismo día en que fueron ajusticiados los tres jóvenes. Hablamos de nuestra deploración de la pena de muerte, con la cual no estamos de acuerdo en ningún caso y también nos referimos a las largas condenas de prisión, lamentándolas, como el Papa también lo ha hecho. El ha pedido clemencia por ellos en carta que el Secretario de Estado dirigió al Presidente Fidel Castro en nombre suyo, hablando de esas sentencias largas y hablando también de las personas condenadas a muerte y esa es la opinión de la Iglesia, de la Iglesia Universal y en Cuba. Así fue expresado desde el primer momento.
En cuanto a lo que puede hacer la Iglesia para obtener la libertad de los disidentes presos. El otro día Mons. Tauran, Secretario para las relaciones con los estados de la Santa Sede, en una conferencia que daba en España decía: la Iglesia no es una potencia militar o política, la Iglesia es una potencia moral. El es como el Ministro de Relaciones de la Santa Sede, para hablar un lenguaje inteligible. Pero fíjense que en este caso tampoco las potencias políticas logran algo. Quizás la potencia moral podría lograr algo más, como lo que el Papa ha pedido, clemencia, petición que repitió en declaración hecha a la prensa en Castelgaldolgo el Cardenal Sodano pocos días después, clemencia para estas personas, recordando que el Papa lo había pedido. Es decir, es el único poder que tenemos, no hay otro poder, no lo tiene la Iglesia. Además hay muchas instancias que no dependen del poder, que son de orden moral, espiritual, que pueden hacer llegar algún tipo de mensaje, pero que puede ser acogido o no acogido muchas veces.
–Cuando un gobierno o sistema político se convierte en una tiranía ¿Cuál es o debe ser la posición de las Iglesia o de los cristianos?
–Cardenal Ortega: La posición de la Iglesia o de los cristianos ante sistemas que pueden ser totalitarios, tiránicos, autoritarios de cualquier tipo, tiene que estar de acuerdo con la misma manera que tenemos nosotros de presentar aquí hoy la misión total de la Iglesia. Ha pasado por aquí un obispo checo, es un obispo auxiliar que vino así un poco caído del cielo, no porque llegara en avión, sino porque no conocía nada de aquí. Este obispo con el background de la situación de Checoslovaquia de la época que él vivió, que son dos realidades bastante distintas, llegó aquí y vio a algunas personas, a mí no me vio, vio a un obispo auxiliar, de paso, vio al Nuncio Apostólico y después visitó disidentes, visitó a familias de los presos y ha hecho la declaración siguiente al llegar a la Republica Checa: la Iglesia debería apoyar más a los opositores, a la oposición en Cuba.
Yo respeto la opinión de ese obispo auxiliar de Praga, pero me gustaría sentarme a hablar con él. Porque primero él declaró: la Iglesia no debe meterse en política, pero después dijo que debía apoyar a los opositores. Es como querer salvar a Dios y al diablo al mismo tiempo. La Iglesia, no tiene, lo he dicho yo en entrevistas que me han hecho en el extranjero, no tiene la misión de ser el partido de oposición que lamentablemente no existe en Cuba. Yo quisiera que hubiera uno, dos o tres partidos con pensamientos distintos, pero bien, eso es un deseo mío personal, pero no los hay, pero no se puede pedir que la Iglesia se convierta en el partido de oposición. Como no se le puede pedir a la Iglesia que apoye al gobierno revolucionario tampoco. En cualquiera de los dos sentidos siempre han sabido que nosotros hemos dicho: estamos aquí para anunciar el Reino de Dios. Cuando hay una posibilidad, como hubo un referéndum en Chile para decir sí o no, la Iglesia no dijo: digan no, ni la Iglesia dijo digan sí, sino que dijo: vayan al referéndum y voten según su conciencia. Es lo único que puede hacer la Iglesia. Esa fuerza moral que ella tiene a partir de su misión no puede ser utilizada ni en un sentido ni en otro con las características que puedan tener las sociedades o los países donde vive. Normalmente lo que nos toca a nosotros siempre es comulgar con el misterio de la Cruz, en todos los casos lo que nos ha tocado es sufrir y lo que nos puede tocar es sufrir y morir. Pero no morir por esta causa o por aquella otra, si no morir por el amor, por el servicio, por la reconciliación, por el bien del ser humano.
Cuando me preguntaron a mi en el Seminario de La Habana unos periodistas un día en el mes de febrero: ¿La Iglesia por qué no apoya el Proyecto Varela?. Yo dije, bueno, la Iglesia no tiene que apoyar ningún proyecto de ese orden. Aquí existen muchos proyectos, existe el Juramento de Baraguá, existe el proyecto Marta Beatriz, «La Patria es de todos». Entre los disidentes algunos no apoyan el «Proyecto Varela», otros, entre los mismos disidentes otros no apoyaron «La patria es de todos». Ahora dije una cosa, la Iglesia sí apoya la libertad de conciencia y por eso yo felicité a Oswaldo Paya por el premio que le dieron que era a la libertad de conciencia, porque actuó con libertad.
La Iglesia puede defender los valores del Reino, en cualquier circunstancia y hablar de ellos como hice yo en mi Pastoral «No hay Patria sin virtud» hablando de la libertad y que había que enseñar a la gente a pensar y que no es pensar repetir consignas. Son los valores que constituyen condiciones para que llegue el Reino de Dios y que al mismo tiempo humanizan al hombre.
La existencia de opciones políticas son muy buenas y necesarias, pero no pueden ser nunca opciones de Iglesia. La opción de la Iglesia entonces quedaría como subsumida en el proyecto tal o más cual. Y el proyecto nuestro está por encima de todos los proyectos y no los acoge a todos ni a ninguno de ellos porque es el proyecto del Reino de Dios, de Cristo, es el servicio en el amor, la reconciliación, el encuentro con Cristo, que no podemos dejar de predicar sea el gobierno unipersonal, tiránico, oligárquico, de cualquier tipo que sea, tenemos siempre que hacer esto mismo.
Sabemos que hay valores del Reino que molestan, a veces por predicar esos valores algunos han perdido la vida, a veces se pueden sembrar esos valores con mucha serenidad en el silencio, en la tranquilidad, en la paz. La Iglesia no ha perdido sus cuarenta años de presencia en Cuba haciendo eso. Porque sabía que eso era lo importante, y por eso estamos aquí, y por eso lo hemos hecho en todo tiempo, aceptados y no aceptados, con riesgos y sin riesgos, en todo tiempo.
Pero así debe ser siempre, no se invierten las prioridades. Lo dije antes, la gran prioridad para nosotros es ésa y a partir de eso el cristiano puede tomar sus opciones que no tienen que ser forzosamente de Iglesia, sino las de ellos propiamente. Yo les voy a decir lo que sucede en la pastoral común de la Iglesia en Cuba: Nosotros podemos tener, en la misa del día de las madres a la madre de un fusilado que llora todo el tiempo. Y en la misa del domingo siguiente en un pueblo de campo adonde fui una señora que viene llorando y me dice: hace diez años que yo estoy en la Iglesia, no puedo recibir la comunión porque mi marido es del Partido Comunista y me dice que puedo venir, pero que él no se casa por la Iglesia, pero lo que más me duele es que algunos me miran a mí como si no fuera una verdadera cristiana. La pobre mujer quería hablar con el obispo y descargar aquello que para ella era un gran dolor.
En las comunidades a veces tenemos sentados, lo saben los padres dominicos, y tienen que darse la paz muchas veces, a Arcos Bernes y a Cintio Vitier en la misma Iglesia. Y la Iglesia es de ellos dos y la opción es de cada uno de ellos. Ah, pero si tenemos que hablar de esos valores como la libertad, como la justicia, tal y como lo entendemos lo decimos, disgústese uno
o el otro, respóndanos uno en un periódico o no nos pueda responder, no importa, lo decimos.
–¿Por qué pedir libertad religiosa si es un derecho natural?
–Cardenal Ortega: Ah, bueno, porque a veces uno tiene un derecho y no se lo dan y lo pide y lo pide y lo pide, y el Papa lo pide y lo pide. Muchas veces se confunde la libertad religiosa con la libertad de culto y entonces vienen los extranjeros y dicen: todas las iglesias están abiertas, incluso en épocas más difíciles aún que éstas. Sí, están abiertas, pero la libertad religiosa es mucho más que la libertad de culto, es mucho más, es la libertad de expresar la religión y la fe por todos los medios.
–¿Cuáles han sido los mayores logros de la Iglesia desde la visita del Papa y cuales han sido sus principales frustraciones?
–Cardenal Ortega: Vamos a empezar por las frustraciones. Frustraciones, yo, (y no puedo hablar por toda la Iglesia), frustraciones yo no he tenido casi ninguna, porque no tuve muchas expectativas, y no me refiero al Papa, no porque sea él el Sumo Pontífice y yo un Cardenal de la Iglesia y esté cerca de él y tenga que decir esto, pero el Papa estuvo grandioso, no me refiero a eso. Sino que hubo expectativas de orden político, que yo sabía no tendrían ninguna incidencia; de orden social, incluso de orden económico, por ejemplo, que iba a continuar la apertura económica, que llegaría la pequeña empresa… Sobre la pequeña empresa tuve mis esperanzas, mis pequeñas esperanzas antes, ya en ese momento no las tenía. Pero como no tenía expectativas no ha habido frustraciones. Ahora, yo creo que la Iglesia después de la visita del Papa estructuró su Plan Pastoral Nacional muy bien, a nivel de todas las diócesis. Ustedes vieron en qué consiste el plan de cinco años que tenemos: la Iglesia ha creado muchas comunidades nuevas. No hemos podido construir un templo, no era algo que yo esperara que pudiera hacerse. Pero hemos creado muchas comunidades pequeñas en casas de familia, hasta más de doscientas cincuenta tenemos en la Arquidiócesis de La Habana. En esas comunidades se reúnen gentes de los barrios, de los pueblos sin templo, rezan, a veces se celebra la misa allí, a veces se celebran los sacramentos de iniciación cristiana. La Iglesia se mantiene viva, no ha habido un crecimiento espectacular, pero no ha habido un decrecimiento.
Hay una encuesta muy interesante, que yo no puedo retener de memoria en la cual se ve que los cristianos que hay en la Iglesia ahora en Cuba en su gran mayoría han llegado a la Iglesia desde hace diez años para acá, lo cual quiere decir que han llegado muchos, alrededor del 45%. La encuesta es muy interesante y fiable. Cuando se preguntó en la misma encuesta por la formación de esos cristianos, se hicieron preguntas que tenían que ver con la fe, con la Santísima Trinidad, con Cristo, con la Iglesia y las respuestas fueron sorprendentemente claras. Es un cristiano que ha llegado y ha aprendido a conocer lo que es fe, lo que es la Iglesia. ¿Qué problemas tenemos? Un desnivel inmenso entre fe y moral. Llegan a conocer los presupuestos y algo más de la fe, pero la vida no responde exactamente a esto, porque aquí hay una crisis muy grande, dijéramos, una quiebra moral, como la de la familia, que está muy afectada, lo decía en mi Carta Pastoral.
Es decir, no es una Iglesia heredada, no es una Iglesia de antes, no cristianos de tradición, de conservación, algunos han venido desde el ateísmo, porque hay tantos que se bautizan cada año adultos, esto es algo que ha continuado, como los catecumenados para adultos. Yo creo que eso han sido, no diría logros, porque no me gusta la palabra, es un signo de vida, es como cuando el médico ausculta y ve que aquí está viva la Iglesia, aquí, están los puntos donde se oye, se palpa que la Iglesia está viva.
Para esto fue fantástica la visita del Papa. Cuando yo encuentro personas por la calle que me hablan del Papa, de lo que fue su presencia en Cuba, siempre hay una especie de alegría, una gratitud, una admiración, eso quedó grabado en la mente y en el corazón de los cubanos.