GINEBRA, 16 junio 2003 (ZENIT.org).- El crecimiento de los pobres es sinónimo de crecimiento de toda la humanidad, afirmó el representante de la Santa Sede al intervenir ante la 91º Conferencia Internacional del Trabajo.
«¡La pobreza ya no es una fatalidad! Por ello, liberar al hombre de ésta «es un imperativo ético que se impone a la conciencia de la humanidad», afirmó el obispo Giampaolo Crepaldi, secretario del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz.
Organizado anualmente por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el encuentro en el que participó monseñor Crepaldi –encabezando la delegación de la Santa Sede– se celebra del 3 al 19 de junio en Ginebra sobre el tema «Liberarse de la pobreza mediante el trabajo».
Citando la «Centesimus Annus» –encíclica de Juan Pablo II–, el prelado subrayó la necesidad de «abandonar la mentalidad que considera a los pobres –personas y pueblos– como una carga».
«Los pobres piden que se aproveche su capacidad de trabajo para crear un mundo más justo y más próspero para todos», añadió monseñor Crepaldi.
«El progreso de los pobres –advirtió– es una gran oportunidad para el crecimiento moral, cultural y también económico de toda la humanidad».
Tras recordar el compromiso de la comunidad internacional de reducir a la mitad, en el 2015, el número de personas que viven en situación de pobreza extrema, el prelado insistió en la necesidad de «respetar las promesas hechas a los pobres».
De lo contrario, reconoció, se asistirá al «dramático aumento de sus sufrimientos por la pérdida de confianza, con el resultado final de la caída de toda esperanza».
El jefe de la delegación de la Santa Sede llamó también la atención de los responsables de las políticas laborales, tanto a nivel nacional como internacional, sobre el problema fundamental del desempleo juvenil.