El arzobispo Javier Lozano Barragán ilustró la posición católica ante el desafío de la droga este lunes al intervenir en el congreso internacional organizado por la Federación Italiana de Comunidades Terapéuticas sobre el argumento «Cuidar del otro – La toxicomanía entre experiencia y moral».
El prelado mexicano, tras recordar que el Papa ha intervenido en más de 360 ocasiones sobre el tema, explicó que «la Santa Sede propone un programa en tres puntos, basado en la prevención, la represión y la recuperación a la luz de valores como la solidaridad, el amor y la trascendencia».
«Estos elementos deben ser integrados en una política de los Estados de educación a la vida y en un proyecto de sociedad menos despersonalizada para las nuevas generaciones», añadió monseñor Lozano Barragán.
De hecho, como aclaró después de su intervención en declaraciones a Radio Vaticano, el objetivo de la atención a la persona que vive esclavizada por la droga es el de ayudarle a «redescubrir su propia dignidad».
Para lograrlo, añade «es necesario confrontarse con el Evangelio, consigo mismos y con la propia familia». «Ahí es donde se puede redescubrir la propia dignidad –explica—. Como dice el Papa, la droga es contraria a la moral cristiana porque destruye la vida».
El arzobispo pidió superar el prejuicio, según el cual, los países productores de droga son «subdesarrollados, tercermundistas, y pobres, que proveen al consumo de los ricos e industrializados».
«Si es verdad que Bolivia, Perú y Colombia producen 800 toneladas anuales de heroína y cocaína, y que África está en el primer lugar por la producción de cannabis, también es verdad que en el moderno y civilizado occidente, la producción de anfetaminas se convierte en rival en cantidad a la de las drogas más tradicionales».