CASTEL GANDOLFO, 7 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Juan Pablo II este domingo a mediodía al rezar la oración mariana del «Angelus» junto a miles de peregrinos congregados en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo.
* * *
¡Queridos hermanos y hermanas!
1. Exactamente dentro de un mes, el 7 de octubre, si Dios quiere, iré al Santuario de Pompeya. Será un momento particularmente significativo del Año del Rosario, inaugurado el 16 de octubre pasado, con la firma, en la plaza de San Pedro, de la carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae». Deseo hoy comenzar una peregrinación espiritual hacia ese famoso templo mariano, centro de la espiritualidad del Rosario, contemplando con María el rostro de Cristo en sus misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos.
La fiesta litúrgica de la Natividad de la Virgen Santa, que se celebra mañana, 8 de septiembre, es particularmente propicia para emprender este itinerario espiritual. Su nacimiento, de hecho, constituye una especie de «prólogo» de la Encarnación: María, como aurora, precede el sol del «nuevo día», preanunciando la alegría del Redentor.
2. Los misterios gozosos nos hacen contemplar este gozo «que produce el acontecimiento de la encarnación» («Rosarium Virginis Mariae», 20); una alegría que no ignora el carácter dramático de la condición humana, sino que mana de la conciencia de que «el Señor está cerca» (Cf. Filipenses 4, 5), es más, es «Dios con nosotros» (Mateo 1, 23; Cf. Isaías 7, 14).
«¡Alégrate!». La invitación gozosa del ángel arroja un haz de luz sobre los cinco misterios gozosos. En ellos, «María nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos que el cristianismo es ante todo «evangelion», «buena noticia», que tiene su centro o, mejor dicho, su contenido mismo, en la persona de Cristo» («Rosarium Virginis Mariae», 20).
3. Que la Virgen María ayude al pueblo cristiano a redescubrir el Santo Rosario como oración sencilla y al mismo tiempo de gran profundidad. Bien vivida, introduce en la experiencia viva del misterio divino y suscita en los corazones, en las familias, en toda la comunidad, esa paz de la que tanta necesidad tenemos.
[Traducción del original italiano realizada por «Zenit». Tras rezar el «Angelus», Juan Pablo II saludó en varios idiomas a los peregrinos. En castellano, dijo:]
Saludo a los peregrinos de lengua española. Que la fiesta de la Natividad de la Virgen María, que celebraremos mañana, os aliente a seguir fielmente a su Hijo Jesucristo.